La oración

II. ORACIÓN PARA ANDAR DIGNAMENTE DELANTE DEL SEÑOR

a. Llevando fruto en toda buena obra (vers. 10)

Este texto nos introduce en la parte practica de cómo andar viviendo y haciendo la voluntad de Dios. La oración “agradándole en todo” es el corazón de la petición de Pablo, por lo que no cesa de pedir esto. El creyente no está dividido en partes de manera que solo en algunas de ellas le agrade a Dios y las otras no.

Esta dicotomía de la vida es lo que no nos permite avanzar y ver el obrar de Dios. La tendencia muy humana es la de vivir nuestros propios planes, nuestras propias ambiciones y hacer nuestra propia voluntad; cuando esto hacemos no podemos agradar a Dios, sino a la carne.

Y la mejor manera de agradar a Dios es que en todo acto que hagamos, cada actividad que realicemos y cada plan que ejecutemos estemos llevando frutos. El énfasis de este texto no es que le agrademos en todo lo que hacemos en la iglesia, sino que lo hacemos afuera.

Una palabra dominante en los escritos de Pablo es “andar”. Que cada acción nuestra sea una siembra cuidadosa, pues haciendo esto estaremos llevando frutos en toda buena obra. La Biblia nos dice que fuimos creados en Cristo Jesús para “buenas obras” (Efesios 2:10).

b. Crecer en el conocimiento (vers. 10b)

Pablo comenzó pidiendo que seamos llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, pero ahora regresa al concepto de crecer en el conocimiento de Dios. ¿Cuál es la diferencia entre una cosa y la obra? Que somos llamados a crecer en el conocimiento de Dios más que otros conocimientos.

A veces somos expertos en muchos conocimientos. Observo como algunos de ustedes dominan otros temas con tanta facilidad, pero me temo que no tenemos mucha profundidad en el conocimiento de Dios. Se ha dicho que la ignorancia es la madre de toda superstición.

Los que desprecian el conocimiento de Dios, pensando que vivir el Evangelio sólo consiste en hacer cosas, se están desligando del verdadero motivo para esta actividad, de los principios que la inspiran y guían.

Por otro lado, si pensamos que el Evangelio nada tiene que ver con el intelecto, sino que sólo implica las emociones, estamos tristemente equivocados. Mientras más tengo el conocimiento de Cristo, conozco más las consecuencias del pecado, el trabajo de Satanás, la influencia del mundo y esto me hace madurar en la fe en la que vivo ahora.

III. ORACIÓN PARA ESTAR FORTALECIDOS EN TODO PODER

a. Fortalecido conforme a su gloriosa potencia (vers. 11b)

El ejercicio corporal se ha convertido en un poder que fortalece al hombre físicamente. El afán por verse bien (lo cual no es malo) ha hecho de esto un gran negocio en el mundo del fitness. Y es que este fortalecimiento físico hará que muchos exhiban su poder en las competencias deportivas o en el mundo militar donde finalmente se impondrá el más fuerte.

Pero esa fuerza pronto pasará y el cuerpo irá sintiendo el efecto de los años. Sin embargo, el ser fortalecido de acuerdo con lo que Pablo nos dice es el mejor ejercicio para nuestro espíritu porque el poder y la potencia a las que se refiere acá son los que nos han sido dados a través del Espíritu Santo.

Que todos sepamos, no hay nadie ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra que haya sido capacitado con el poder del Espíritu Santo como un hijo de Dios.

La promesa de Jesús a sus discípulos antes de irse fue esta: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos. 1:8). Y es tal ese poder que actúa en nosotros que tiene la dimensión de su gloria misma. Si descubriéramos ese poder seríamos invencibles en todo.

b. Fortalecidos para toda paciencia y longanimidad (vers. 11c)

Aquí vemos el propósito del poder que está en nosotros. Cuando hablamos de poder y potencia pensamos una actividad que es notoria que exhibe los “músculos espirituales” en cualidades activas o hechos excepcionales, pero cuando hablamos de las palabras “paciencia y longanimidad” descubrimos que ellas corresponden a la virtud de la pasividad, de la resistencia y del saber esperar.

Por lo tanto, será en el momento de una dura prueba donde comprobaremos que el ser fortalecidos en el hombre interior nos prepara para resistir y perseverar hasta salir triunfante. Así comprobaremos que la perseverancia (la otra palabra para longanimidad) nos ayudará a no ceder al desánimo, no derrumbarnos cuando estemos sobrecargado de problemas, y, por otro lado, la paciencia nos ha sido dada como parte del fruto del Espíritu para poder soportar las ofensas sin vengarse o sin desquitarse.

Pablo sabía que estas dos virtudes son las que determinan nuestro carácter, porque nos ayudaran a esperar en Dios y no adelantarnos a sus planes y propósitos que tiene para nuestras vidas. La desesperación ante alguna carencia o el desánimo ante lo inesperado requieren que seamos fortalecidos en el Señor.

Deja un comentario