Por un lado, tenemos dos oraciones que refieren a la exclusividad de Jesús, como su más legítimo derecho, sobre todo lo creado. Observemos la oración: “Porque en él fueron creadas todas las cosas…”, y la otra oración es: “…todo fue creado por medio de él”.
Interesante que cuando leemos la creación en el Génesis, lo primero que vemos es que Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra, pero a partir de allí toda la acción creadora recae sobre la palabra que ese mismo Dios va usando en esos seis días: “Y dijo Dios…”.
Ese verbo que salió de la boca de Dios es la manera como Pablo nos va a decir que por él fueron creadas las cosas y que todo fue creado por medio de él. De esta manera, Pablo con un solo plumazo nos habla que el universo tuvo su origen en Jesucristo.
b. Cristo creo lo visible y lo invisible (vers. 16b)
Lo visible se refiere a las cosas que vemos en el cielo y las que vemos en la tierra. La inmensa multitud de estrellas (simplemente millones de ellas), y el orden que se ve en el universo, tiene su explicación en Cristo.
Cuando el salmista vio a ese mundo sideral exclamó maravillado: “Los cielos cuentan la gloria de Dios…” (Salmo 19:1). Y esa gloria es vista en la perfección de las cosas hechas, tanto que hay un lenguaje sin palabras entre ellos. Y el majestuoso sol sale como “esposo que sale de su tálamo” y “se alegra cual gigante para correr el camino” de manera que nada hay que se esconda a su calor.
Esto está arriba, en el universo, pero ¿sabe usted la perfección de las cosas hechas que vemos acá en la tierra? “Todo lo hizo hermoso en su tiempo” nos dice el sabio (Eclesiastés 3:11). Y qué de las cosas invisibles que ha hecho Jesucristo.
Hay un mundo invisible que el Señor ha creado al que no hemos visto. Pablo nos dice que hay cosas que ni oído oyó, ni ojo ha visto, ni ha subido a corazón de hombre, “son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Bendito sea nuestro Dios creador.
c. La supremacía de Cristo – “Todas las cosas en él subsisten” (vers. 17b)
Una de las cosas sorprendentes de las que Pablo escribe en relación con la supremacía de Cristo, es presentarlo como el instrumento por quien todas las cosas existen y subsisten.
El conocimiento que más predomina en nuestra “cultura evangélica” es saber que Jesús en nuestro salvador, quien murió en la cruz del calvario por nuestros pecados.
Pero no conocemos mucho de él como creador y sustentador de todo lo que vemos. Una traducción más cercana sería como sigue: “y en Él todas las cosas se mantienen juntas”. Con esta verdad increíble Pablo nos ha dicho que Jesús no solo creó todo, sino que también es el agente por medio de quien todo continúa unido.
Como el tiempo del verbo es perfecto, sugiere que aquello que fue hecho en el pasado sigue siendo lo mismo en el presente. Jesús al crear nuestro mundo no hizo como los del pensamiento dualista gnóstico, quienes pensaron que los dioses que crearon al mundo al verlo tan malo y corrompido se fueron.
Jesús no nos dejó solo. Este es un pensamiento maravilloso. Él continúa activo y presente en su creación. Este hecho es tan importante y notorio que sin su continua intervención la creación no se mantendría unida, sino que desintegraría.