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Razones para estar agradecidos

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Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Razones para estar agradecidos

Predica Cristiana Lectura Bíblica: Colosenses 3:15-17

INTRODUCCIÓN:

Se cuenta que una vez asaltaron a Matthew Henry, el famoso ministro y comentarista bíblico del Siglo XVIII (1662-1714), tras lo cual algunos de sus amigos le preguntaron cómo se sentía. Claro está que ellos esperaban escuchar de él alguna queja contra Dios.

Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando Henry les contestó: “Me siento muy agradecido con Dios… de hecho, tengo cuatro cosas por las cuales estarle agradecido en cuanto a esto que me ha pasado. Primero, le estoy agradecido porque es la primera vez que me asaltan.

Segundo, le estoy agradecido porque me robaron la bolsa y no me quitaron la vida. Tercero, le estoy agradecido porque, aunque se llevaron todo lo que tenía encima, no era mucho. Y cuarto, le estoy agradecido porque me robaron a mí y no fui yo quien robó”. Esto se llama gratitud.

En la lectura para nuestro mensaje nos encontramos con el imperativo “sed agradecido”; que, si bien podría ser de más fácil cumplimiento, es el que más olvidamos. Mi conclusión cuando pienso en este imperativo bíblico es que cuando soy agradecido, lo que vivo y lo que poseo no es exclusivamente mío, sino que más bien reconozco que otros han contribuido para mi propio bienestar.

La gratitud me libra del pecado del egoísmo, del orgullo y de la arrogancia. Las personas autosuficientes piensan que no le deben favores ni siquiera a Dios, y, por lo tanto, no están impelidos para ser agradecidos.

Sin embargo, el hijo de Dios tiene sobradas razones para estar agradecidos. El presente texto de Colosenses 3:15-17 nos revela poderosas razones para que seamos agradecidos. Veámoslas.

I. ESTAMOS AGRADECIDOS POR LA PAZ QUE DIOS NOS DA

1. La paz que pone fin a la guerra interna.

La paz es lo opuesto al disturbio y a la hostilidad. Porque la traducción de la palabra paz en el Nuevo Testamento tiene el sentido de plenitud, de bienestar y de la tranquilidad que solo viene de Dios.

Toda persona antes de llegar a conocer al Señor vive una guerra porque son muchos los enemigos que atacan su alma. Uno de ellos es el pecado que lo esclaviza y lo mantiene haciendo los deseos de la carne.

Pero sin duda que la batalla más grande es la que tiene que ver con Satanás, porque él ejerce un dominio sobre todos aquellos a los que tiene ciegos para que no les resplandezca la luz de Cristo (2 Corintios 4:4). De esta manera, lo primero que hace el Señor al llegar a nuestros corazones es ponerle fin a esa guerra cuando nos da la paz de Dios.

Estamos hablando no de la paz que ofrecen los sepulcros o el de la ausencia de guerra, que sería lo que hombre ofrece. Más bien estamos hablando de la auténtica paz que puede el hombre experimentar.

Jesús dijo que esa paz no es como el mundo la da. Y una vez que tenemos esa paz ella misma se constituye en una poderosa armadura espiritual según Efesios 6:15.

2. La paz que gobierna el corazón (vers. 15)

Con mucha razón se ha dicho que una cosa es la paz con Dios y otra es la paz de Dios. Lo primero es saber que hubo un tiempo cuando éramos enemigos de Dios, pero que a través de la muerte de Cristo fuimos reconciliados con él. La otra parte tiene que ver con la declaración: “La paz de Dios”. ¿Cuál es la diferencia?

Bueno que muchos han alcanzado la paz con Dios, pero no siempre tienen la paz de Dios en sus vidas como una experiencia continua. Es el hecho que usted sabe que ha sido salvo, que sus pecados han sido perdonados, pero vive con angustia, con estrés, con ansiedad. Note que el texto habla del trabajo que hace la paz: gobernar el corazón.

El corazón es la parte de nuestras vidas a la que muchas cosas quieren ser sus dueños. De hecho, si no es la paz de Dios que nos gobierna, el corazón tiene otros dueños. Los colosenses eran gobernados por filosofías, sincretismo y hasta ocultismo.

Pero ahora se les anuncia a todos ellos que, si tienen a Cristo, será su paz la que los gobierna. Por cierto, que otro resultado de esa paz de Dios es un cese a las hostilidades que tengo contra otros (Hebreos 12:14).

3. ¿Qué significa el gobierno de la paz en nuestros corazones?

La palabra “gobernar” que usa Pablo es una palabra que proviene del mundo del atletismo. Es la misma palabra que usamos para describir la regla de un árbitro u oficial. Estamos llamados a dejar que la paz de Cristo gobierne o diga en última instancia lo que debe hacer el corazón. La paz es el árbitro final y la máxima autoridad.

Pero también la palabra “guardará” vuestros corazones de Filipenses 4:7, es una palabra militar, y es como si fuera un soldado que está custodiando un gran tesoro para que no sea atacado.

¿Puede imaginarse a la paz gobernando y guardando su corazón? Si usted vive en un constante conflicto con su espíritu, tanto que lo que lo gobierna es la preocupación, entonces usted tiene la paz con Dios, pero no la paz de Dios.

Recordemos que no es cualquier tipo de paz, se trata de la paz de Cristo, del que venció a todos nuestros enemigos. Y esa paz que nos gobierna debe ser aplicada en amor.

Por lo tanto, nos enfrentaremos al pecado, a defender la verdad y a otras situaciones difíciles, pero en todo debe prevalecer el amor. Así pues, el texto nos dice que es a esa paz a la que fuimos llamados, por lo tanto, debemos ser agradecidos.

II. ESTAMOS AGRADECIDOS POR LA PALABRA DE CRISTO

1. Por ser abundante en nosotros (vers. 16)

Esta es la primera vez aparece la declaración “la palabra de Cristo”. Por toda la Biblia se nos habla de la palabra de Dios. De modo, pues, que al Pablo mencionarla de una forma solitaria, tiene un profundo significado.

Es la palabra de Cristo, no la del pastor, sus ancianos o demás líderes. No es la palabra de un buen libro o de un moderno consejero para que vivamos bien. No es la palabra de aquellos seminarios que hasta ponen en duda su total inerrancia.

Es la palabra de Cristo, aquella que encontramos en la historia de los evangelios. Es la palabra que Cristo habló, aquella que sus propios enemigos reconocieron que jamás el hombre había hablado así.

El asunto es que, si esa palabra está en nosotros, el llamado es para que more en abundancia en nuestros corazones. No siempre la palabra de Cristo es abundante en nuestros corazones.

La vida la llenamos con muchas bagatelas, dejándola con la gran carencia de la palabra, que es la que nos puede hacer sabios y entendidos, y es ella la que nos da el poder para hablarla, enseñarla y predicarla.

De cuánto impacto es un creyente que está lleno de la palabra de Cristo. Le aseguro que de la abundancia de su corazón habla su boca. ¿De qué está lleno su corazón?

2. Por lo que hace en nuestras vidas.

Por un lado, la palabra de Cristo tiene la misión de enseñarnos. Ella nos enseña acerca de Dios, su origen, su obra y su amor. Nos enseña de todo lo que hizo el pecado y cómo arrastró a la humanidad hasta el día de hoy.

Pero, sobre todo, nos enseña del plan de salvación a través de Cristo, profetizado en ella hasta el día de su aparición y su segunda venida.

Así que esperamos que esa palabra nos llene, no solo de conocimiento, sino que ella misma nos permita vivir sabiamente. Y en esto de vivir sabiamente, la palabra nos exhorta respecto aquello que estamos viviendo o haciendo mal, hasta que seamos hacedores de ella. Debemos estar agradecidos porque la palabra nos reprende en nuestro andar cotidiano.

Nos revela nuestra condición espiritual para ir de un proceso continuo de madurez. Y el resultado de su enseñanza y su exhortación, así como su abundancia en nosotros, es que ella pone en nuestros corazones una alabanza que la expresamos a través de nuestros labios con salmos, himnos y cánticos espirituales.

¿Cuáles son las canciones que usted más canta? Y es aquí donde podemos parafrasear el dicho: Dime cuánta abundancia de la palabra hay en tu boca y te diré la canción que cantas.

III. ESTAMOS AGRADECIDOS POR LO QUE HACEMOS PARA EL SEÑOR

1. El nombre glorioso para el que trabajamos.

Pablo no puso por casualidad en este texto el “nombre de Cristo”. Cuando busco las razones para estar agradecido a Dios, el nombre de Cristo se constituye en el centro de lo que soy y de lo que hago.

La Biblia dice que ese nombre es glorioso porque desde la antigüedad los profetas hablaron de lo que significaba el Mesías prometido.

Por más de cuatrocientos años se esperó la llegada de aquel Mesías, y al final vino, no como otros lo esperaban, pero vino como un bebé. Vino como Emanuel, eso es, Dios con nosotros. Vino del cielo dejando su trono de gloria y se humilló así mismo al hacerse hombre. Las profecías se cumplieron todas cuando él llegó.

A ese nombre de Cristo se le agregó el de Jesús para hacer realidad que él salvaría a su pueblo del pecado. Por cierto, no dice que el Mesías vendría para salvar a Israel de los romanos, sino de sus pecados. Y es que no hay peor dominio que el del pecado y Jesús vino para ponernos en libertad de esta esclavitud.

Pero lo grande de este nombre fue, que después de que él murió, Dios le dio un nuevo nombre para que en ese nombre se doble toda rodilla. Nada supera su nombre ahora, porque “no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Trabajar para ese nombre es garantía de victoria.

2. Hacer todo pensando en su nombre (vers. 17)

No sé de dónde vino la idea de dividir al hombre en una vida secular y una vida espiritual. Este concepto ha creado una dicotomía en el creyente, pues él piensa que una cosa es el domingo y otra cosa muy distinta es el lunes en su trabajo.

Que mientras estoy en la comunión de los santos me envuelvo en una aureola de santidad, vista en mis palabras o en mis actos, pero cuando llego a mi vida “secular” en la semana mi comportamiento es otro.

Note lo que dice el texto. “Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho…”. No hay, pues, una separación entre mi trabajo, estudios y mi vida espiritual. En todo caso, todo es sagrado. Esto plantea que el reto que las palabras que digo deben ser para la gloria de Dios, y que todo lo hago también debe ser como para el Señor y no para los hombres.

Alguien ha dicho que el creyente debe ver al mundo, más que un lugar dominado por el pecado y Satanás, como un gran templo donde a través de sus actos sigue adorando Dios después del domingo.

¿Cuántas veces decimos que lo que hacemos es para la gloria de Dios, pero que nuestros actos niegan la verdad de lo que decimos?

3. Dando gracias a Dios Padre por medio de él (vers. 17b)

Este es el énfasis final de Pablo. El canal de acción de gracias es por medio de Cristo. Por medio del nombre del Señor Jesús yo vengo y me presento delante del Padre.

Toda acción de gracias tiene que ir dirigida hacia el Dios Padre ¿por qué? Porque es Dios la fuente de toda bendición para nuestras vidas. Cuando la Biblia nos dice que todo lo hizo hermoso en su tiempo (Eclesiastés 3:11), fue pensando en nosotros.

Él hizo todas las cosas de tal manera que podamos vivir adecuadamente. No le puso menos aire a la atmósfera para que nos muriéramos por falta de oxígeno. Pero tampoco le puso demasiado aire para que nos muriéramos por exceso de eso. No puso el sol tan lejos para que la tierra se congelara, pero tampoco lo puso tan cerca para que nos achicharáramos.

Y el medio por el cual Dios hizo todo fue Cristo, porque él fue la palabra creadora, y además porque de él, por él y para él son todas las cosas (Romanos11:36).

Sí, mis amados, es por medio del nombre del Señor que nos acercamos al Padre en profunda gratitud. Es importante que la “acción de gracias” sea “por medio de Cristo” porque si algo habla esta carta es de Cristo. Él es la esencia de pluma inspirada de Pablo en esta carta.

CONCLUSIÓN:

Por lo tanto, le agradezco a Dios por la paz que ahora tengo, porque siendo enemigo fui reconciliado con Dios; porque en otro tiempo viví vacío de Dios, ahora la palabra de Dios mora en abundancia en mi corazón.

Pero, sobre todo, porque en otro tiempo viví para el mundo y sus placeres, ahora todo lo que hago “sea de hecho o de palabra” lo hago para glorificar el nombre del Señor Jesús “dando gracias al Padre por medio de él”.

Todas estas razones me llevan aceptar la invitación del salmista, quien, al reconocer a Dios en todo su poder y señorío nos deja este imperativo maravilloso: “Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones” (Salmos 100:5).

© Pastor Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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