La perla de mayor precio

La madre que teme a Jehová es aquella que primeramente le ha rendido su corazón a Cristo, confesando sus pecados. No se trata de un temor de miedo, sino reverencial. Una madre convertida y profundamente cristiana producirá hijos con un gran temor a Dios y será una gran influencia a la paz, armonía y felicidad de su hogar.

CONCLUSIÓN:

Un joven solicitó un puesto gerencial en una empresa de gran tamaño. Pasó la entrevista inicial y después tuvo una junta con el director general. El director descubrió en su currículo que los logros académicos del joven eran excelentes.

Le preguntó: “¿Lograste obtener becas en tu escuela?”, a lo que el joven contestó, “no”. -¿Entonces tu papá pagaba tus colegiaturas?-Mi papá falleció cuando yo tenía un año; fue mi madre la que pagó las colegiaturas- respondió. -¿Dónde trabaja tu madre?-Mi madre lava ropa.

El director pidió al joven que le mostrara sus manos. El joven mostró un par de manos perfectamente suaves y lisas -Jamás trabajé, mi madre siempre prefirió que yo estudiara. Además, ella lava la ropa más rápido que yo. Entonces, el director le dijo: “Te tengo un encargo: cuando vayas hoy a casa, limpia las manos de tu madre y ven a verme mañana”.

El joven sentía que tenía gran oportunidad de obtener el empleo. Cuando volvió a casa, le pidió a su madre que le dejara limpiar sus manos. Su madre se extrañó. Le dio gusto, pero con sentimientos encontrados mostró sus manos a su hijo.

Lentamente, el joven limpió las manos de su madre. Las lágrimas bañaron su rostro mientras lo hacía. Era la primera vez que notaba que las manos de su madre estaban muy arrugadas y llenas de moretones. Algunos le dolían tanto, que su madre hacía gestos de dolor cuando él los tocaba.

Esa fue la primera vez que el joven se dio cuenta de que esas manos lavaron ropa diariamente para que el pudiera ir a la escuela. Las heridas fueron el precio que ella pagó por la educación y el futuro de su hijo. Al terminar de lavar las manos, el joven silenciosamente lavó el resto de la ropa de su madre.

Esa noche, madre e hijo hablaron por un largo rato. A la mañana siguiente, el joven se presentó en la oficina del director. El director notó las lágrimas en los ojos del joven cuando le preguntó: “¿Podrías decirme qué aprendiste ayer en tu casa?”.

El joven contestó: “Limpié las manos de mi mamá y también terminé de lavar la ropa por ella” -Ahora ya sé lo que es el aprecio. Sin mi madre, no sería el hombre que ahora soy.

Al ayudarla, aprendí lo difícil y duro que es tener tus propios logros. Y ahora aprecio la importancia y valor de ayudar a la familia. El director le dijo: “Esto es lo que busco en un gerente. Quiero reclutar a una persona que valore la ayuda de otros, una persona que conozca el sufrimiento de los demás para lograr las cosas y que el dinero no sea el único valor en su vida”. -Quedas contratado.‎

Por lo aquí expresado, la estima de esta mujer sobre pasa a la de las piedras preciosas. Y no es para menos. Sus virtudes adornan con tanta distinción y fuerza su carácter, que al final todos terminarán alabándola. Sobre todas estas virtudes: La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada

© Julio Ruiz. Todo los derechos reservados.

Iglesia Bautista
Ambiente de Gracia
Virginia, EE. UU
(571) 251-6590

Central de Sermones… Predicas Cristianas

Deja un comentario