Al oír esto se enojó y no quiso entrar. Y todo parece indicar que su molestia fue tal, que ni su padre que salió a rogarle para que entrara, lo convenció de que participara de la fiesta. (Lucas 15:25-28).
Las palabras de reclamo del hijo mayor a su padre fueron: “He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.” (Lucas 15:29-30).
La reacción del hijo mayor estaba influenciada por un sentimiento de egoísmo, de importancia propia y de falta de compasión. Si parafraseamos sus palabras, su reclamo se oiría así: “Así que a este que ha malgastado tu dinero le celebras fiestas por haber regresado, mientras que a mí, nunca me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos.”
La mayoría de los comentaristas bíblicos consideran que esta forma despectiva de expresarse el hijo mayor, respecto a su padre y a su hermano menor, deja bien claro que su resentimiento y sus intereses personales, estaban por encima del bienestar de su padre y de la restauración de su hermano.
Pablo censura toda actitud egoísta y de importancia propia, que lejos de unir crea rivalidad, que lejos de sumar resta, que lejos de multiplicar divide. Así como las buenas obras son la prueba de nuestra fe (Santiago 2:14, 17-18), la aceptación mutua en amor es la prueba de nuestra unidad en el Señor. Y la humildad es la cualidad más importante para preservar y mantener la unidad.
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Filipenses 2:3-4).
“Uno no puede pensar sólo en uno mismo. Hay que pensar en los demás también, y en lo que conviene para el bien de ellos.” (1 Corintios 10:24 NTBAD).
Esto no significa que debemos inmiscuirnos en los asuntos de otras personas para interferir o dominarlos. Más bien significa aprovechar cada oportunidad para ayudar, animar y edificar la vida de otros.
Y eso será posible cuando el amor de Dios abunda en nuestros corazones, porque lo que más nos importará es el bienestar espiritual de la iglesia de Dios. Pero si sólo velamos por nuestros propios intereses, no estaremos dispuestos a hacerlo.
La biblia dice que debemos ser humildes, amarnos, respetarnos, honrarnos, recibirnos, saludarnos, preocuparnos, sobrellevarnos, servirnos y soportarnos los unos a los otros con amor, como miembros de la familia de Dios. (Romanos 12:10; 15:7; 16:16; 1 Corintios 12:25; 16:20; Efesios 4:2; Gálatas 5:13; 6:2).
Todas estas buenas actitudes son un antídoto contundente contra el orgullo, odio, la envidia y la amargura de la que fue víctima el hijo mayor de la parábola, que no le permitía participar de la fiesta familiar. (Gálatas 5:19-21; Efesios 4:31).
La amargura y el resentimiento del hijo mayor eran tan grande, que al dirigirse a su padre, no le llama padre como lo hizo el hijo pródigo. Y al referirse a su hermano menor, no le dice hermano, sino este tu hijo.
Sin ser exagerados en el análisis de esta expresión del hijo mayor sobre su hermano, nos atrevemos a decir que ilustra a esa clase de gente que se complace en hundir aún más a los que caen en desgracia, y que quisieran que nunca se restauraran de sus caídas. Hasta se alegran de que fallen (que fracasen).
Sin embargo el consejo bíblico dice: “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.” (1 Pedro 3:8-9).
RESULTADOS DE LA ACTITUD DEL HIJO MAYOR
Esta actitud del hermano mayor tiene tres posibles resultados negativos: