Es posible ocupar el lugar y el privilegio de un hijo de Dios, sin embargo rehusar sus obligaciones como hermano en Cristo
Exteriormente, el hermano mayor era correcto, consciente, diligente y responsable, pero su actitud no era la adecuada. Además, una relación equivocada con su hermano produjo una relación tensa con su padre.
“Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.” Sin embargo, el reprochó a su padre diciéndole, “cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo”. (Lucas 15:28, 30).
Quien envidia la buena suerte de su hermano, no ama, porque el amor no tiene envidia dice la biblia en 1 Corintios 13:4. Por lo tanto, cuando envidiamos a nuestro hermano, estamos pecando contra él.
La envidia es ese sentimiento de tristeza o enojo que experimentan las personas cuando no tienen algo o que desean tener solo para ellas y que otra persona la tiene. Y es lo que el hijo mayor de la parábola manifestó respecto a su hermano.
Ocupaba el lugar y el privilegio de un hijo, pero rehusaba las obligaciones de un hermano. Esto me recuerda las palabras del apóstol Juan quien dijo fuertemente que “Si alguien dice: Amo a Dios pero odia a un hermano en Cristo, esa persona es mentirosa pues, si no amamos a quienes podemos ver, ¿cómo vamos a amar a Dios, a quien no podemos ver?” (1Juan 4:20 NTV). Juan condena el fingimiento, y muestra que la prueba de la profesión de amar a Dios consiste en amar al hermano en Cristo.
Es posible servir al Padre fielmente, sin embargo, no estar en comunión con Él
Una relación correcta debe producir intereses y prioridades correctos. Sin embargo, la actitud del hijo mayor de la parábola descubre que no tenía ni la más mínima idea de por qué el padre debía regocijarse con el regreso de su hijo. Era como si estuviera ausente al dolor que el padre sufría por la partida de su hijo menor, que era su hermano.
Aunque había permanecido en casa, no tenía comunión con su padre. No se había identificado con el anhelo de su padre. Incluso rehusó participar en el gozo de su padre. Tenía su propia agenda, que por supuesto, no incluía el regreso de su hermano, sino satisfacer sus propios intereses.
¿Es posible servir al Padre y no estar en comunión con Él?
Según el propio Jesús, si es posible. El Señor dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:21-23).
El comentarista bíblico Matthew Henry comenta de este pasaje que los que, en el servicio de Cristo, no van más lejos de una profesión externa, no le son aceptos ni los reconocerá como suyos en el gran día. En el tribunal de Dios, la profesión de religión no va a salvar a alguien que continúe en la práctica del pecado.[1]
Es posible ser un heredero de todo lo que tiene nuestro Padre, sin embargo, tener menos gozo y libertad que uno que no tiene nada
Es digno notar que los criados estaban más felices que el hijo mayor de la parábola. Mientras los sirvientes comieron, rieron, bailaron y disfrutaron de la fiesta, él se quedó afuera reclamando sus derechos. (Lucas 15:22-24).
Una actitud equivocada mantuvo al hermano mayor lejos del deseo del corazón de su padre, del amor de su hermano, y de la alegría de los criados. Las actitudes equivocadas en nuestras vidas bloquearán las bendiciones de Dios y nos harán vivir por debajo del potencial de Dios en nosotros.