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La cerca y la vida eterna

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: La cerca y la vida eterna

Introducción

Queridos hermanos, hoy nos congregamos para sumergirnos en la profundidad y el significado de un pasaje inspirador en la carta a los Romanos 5:1-2Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” Nos habla sobre nuestra justificación mediante la fe en Cristo Jesús, y cómo esta verdad tiene el poder de transformar nuestras vidas y asegurarnos un acceso eterno a la presencia de Dios.

Antes de adentrarnos en esta rica enseñanza, permítanme compartir con ustedes una conmovedora historia que nos ayudará a comprender la magnitud del amor y la compasión de Dios por cada uno de nosotros. El reconocido teólogo William Barclay relató una anécdota sobre un soldado que, en su último aliento, encontró reposo en un cementerio destinado únicamente para personas no católicas.

A simple vista, esta situación podría parecer triste y desoladora, pero la historia toma un giro inesperado cuando el sacerdote local, conmovido por el amor cristiano y guiado por la compasión, se encontró mover la cerca que segregaba a los difuntos. El sacerdote permitió que todos descansaran juntos, en un acto de unidad y fraternidad, independientemente de sus diferencias religiosas.

¿Cómo puedo estar seguro de mi acceso a la vida eterna?

Así que, en esta predicación, abordaremos una de las preguntas más trascendentales y anheladas por el corazón humano: ¿Cómo puedo estar seguro de mi acceso a la vida eterna? Una cuestión que resuena en lo más profundo de nuestra alma y nos impulsa a buscar respuestas certeras y llenas de esperanza. A través de las palabras inspiradas de la Escritura, descubriremos cómo la justificación por la fe en Cristo Jesús nos brinda una seguridad inquebrantable en nuestra relación con Dios, asegurando nuestra paz, nuestra gracia y nuestra esperanza para la eternidad.

I. ¿QUÉ ES LA VIDA ETERNA Y CUÁL ES EL PROPÓSITO?

La vida eterna es un concepto fundamental en muchas tradiciones religiosas y filosóficas, y particularmente en el cristianismo. Se refiere a una forma de existencia que trasciende los límites del tiempo y de la mortalidad. En el contexto cristiano, la vida eterna se basa en la creencia en la obra redentora de Jesucristo y en la relación con Dios.

La vida eterna se presenta como una esperanza y un destino que supera las limitaciones y preocupaciones de esta vida terrenal, esto es una vez qué has aceptado a Cristo Jesús como el Señor de tu vida.

El propósito de la vida eterna se encuentra en la glorificación de Dios y en la comunión íntima y eterna con Él. La vida eterna es el destino que Dios ha preparado para aquellos que han sido justificados por la fe en Cristo Jesús y han recibido Su gracia salvadora.

El propósito de la vida eterna es vivir en la presencia de Dios, experimentando plenamente Su gloria y amor inagotable. Es una vida en la que ya no habrá más dolor, sufrimiento o separación de Dios. Es una existencia en la que podremos disfrutar de la plenitud de la comunión con nuestro Creador y experimentar una alegría indescriptible.

Además, la vida eterna también nos brinda la oportunidad de glorificar a Dios de manera continua. Es un tiempo para adorarle, honrarle y servirle en perfecta armonía con todos los redimidos. Nuestro propósito eterno será reflejado Su gloria y atributos divinos, alabándole por toda la eternidad.

II. LA CERCANÍA DE LA JUSTIFICACIÓN (ROMANOS 5:1)

En el pasaje de Romanos 5:1, el apóstol Pablo nos revela una verdad asombrosa: la justificación por la fe en Cristo Jesús nos acerca a Dios y nos concede la paz con Él. Para entender completamente el significado de este versículo, debemos entender el concepto de justificación y cómo esta obra de Dios mueve la cerca que nos separa de Su presencia.

La barrera del pecado que nos separa de Dios:

El apóstol Pablo nos habla de una “cerca”, una barrera que se interpone entre la humanidad y Dios. Esta cerca simboliza el pecado, que ha afectado a todos los seres humanos desde la caída de Adán y Eva en el jardín de Edén. El pecado ha corrompido nuestra naturaleza y nos ha alejado de la santidad de Dios. Como resultado, nos encontramos espiritualmente separados de nuestro Creador, incapaces de acceder a Su presencia divina por nuestros propios medios.

La justificación nos acerca a Dios:

Sin embargo, la buena noticia es que Dios no nos ha dejado en esa lejanía. A través de la obra redentora de Jesucristo en la cruz, Dios ha provisto un camino para la reconciliación y la justificación. La justificación es un acto divino en el que Dios, en Su misericordia y gracia, declara a los creyentes como justos, perdonados y aceptados, a pesar de nuestras fallas y pecados pasados. Es como si Dios moviera la cerca que nos separa de Él y nos permitiera acercarnos a Su presencia.

La fe en Jesucristo, la clave de nuestra justificación:

La justificación no se basa en nuestros méritos o esfuerzos humanos; es un regalo gratuito otorgado por Dios. El apóstol Pablo nos dice que somos “justificados por la fe”. Es a través de la fe en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor que podemos experimentar esta cercanía con Dios. Creer en la obra salvadora de Cristo en la cruz y confiar en Él como nuestro mediador y redentor nos permite ser declarados justos ante Dios.

Una paz incomparable:

Una vez justificados por la fe, recibimos un regalo invaluable: “tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. La justificación nos reconcilia con Dios, poniendo fin a la enemistad y restaurando una relación armoniosa con nuestro Creador. Ya no vivimos bajo la condenación del pecado, sino bajo la gracia y el amor de Dios. Esta paz no se encuentra en ningún otro lugar, sino en la presencia de nuestro Salvador.

Un acceso universal a la justificación:

La justificación está al alcance de todos, sin importar nuestro pasado o nuestras circunstancias. No hay ningún pecado tan grande que pueda eliminarnos de esta maravillosa gracia. Dios invita a todos a recibir Su perdón y ser justificados por medio de la fe en Cristo Jesús. Todos podemos tener acceso a esta cercanía con Dios, pues Su amor y gracia son infinitos.

Entonces podemos decir que, la verdad revelada en Romanos 5:1 es un recuerdo impactante de cómo Dios ha movido la cerca del pecado que nos separaba de Él. Mediante la justificación por la fe en Cristo Jesús, podemos acercarnos a Dios y experimentar una paz inigualable con Él.

Hoy, animo a cada uno de ustedes a abrir sus corazones a la gracia de Dios, a creer en Jesucristo como su Salvador personal ya experimentar la cercanía y el amor de nuestro Padre celestial. Así como la historia del sacerdote que movió la cerca en el cementerio, Dios ha hecho algo aún más maravilloso: nos ha movido la cerca del pecado para acercarnos a Él. Que esta verdad transformadora llene nuestras vidas de esperanza, gozo y gratitud, y que nos inspire a compartir esta maravillosa noticia con otros.

III. EL ACCESO A LA GRACIA (ROMANOS 5:2A)

En el versículo 2a de Romanos 5, el apóstol Pablo continúa su enseñanza, destacando otro aspecto asombroso de nuestra relación con Dios a través de Jesucristo: el acceso a Su gracia. En esta parte, profundizaremos en el significado de esta “gracia” y cómo, a través de Jesucristo, la “cerca” que representaba las limitaciones y restricciones del pecado ha sido movida, permitiéndonos entrar en la presencia de Dios con confianza y libertad.

La “cerca” que representa el pecado y sus limitaciones:

Cuando Pablo habla de tener “entrada por la fe a esta gracia”, nos recuerda que antes de conocer a Cristo, estábamos espiritualmente separados de Dios debido al pecado. El pecado estableció una “cerca” que nos impidió acercarnos a Dios y experimentar Su amor y perdón. Estábamos bajo la esclavitud del pecado y sujetos a sus limitaciones y consecuencias.

El acceso a la gracia a través de Jesucristo:

Sin embargo, la obra redentora de Jesucristo en la cruz cambió por completo esta realidad. Jesús pagó el precio por nuestros pecados y abrió las puertas para que pudiéramos acceder a la gracia de Dios. La “cerca” fue movida, y ahora, por medio de la fe en Cristo, podemos experimentar la libertad y la cercanía con nuestro Creador. Ya no somos esclavos del pecado, sino que somos redimidos y perdonados por la gracia de Dios.

Encontrando perdón, amor y salvación en Su presencia:

La gracia de Dios es un regalo inmerecido que nos ofrece Su perdón y amor incondicional. A través de Jesucristo, podemos acercarnos a Dios sin miedo ni condenación. Nuestros pecados han sido perdonados, y somos declarados justos ante Dios. En Su presencia, encontramos consuelo y esperanza para nuestras vidas. La gracia de Dios nos transforma y nos capacita para vivir una vida en obediencia y amor a Él.

Una relación firme y estable con Dios:

El versículo continúa diciendo: “en la cual estamos firmes”. Nuestra relación con Dios, establecida a través de la gracia de Jesucristo, es sólida y segura. Ya no somos sacudidos por el temor, la culpa o la incertidumbre. Nos mantenemos firmes en Su amor y en la seguridad de nuestra salvación. La gracia nos sostiene en medio de las pruebas y desafíos de la vida, permitiéndonos confiar en que Dios siempre está con nosotros y nunca nos abandonará.

Así que: a través de la gracia de Dios en Jesucristo, hemos obtenido acceso a una relación íntima y transformadora con nuestro Padre celestial. La “cerca” que representaba las limitaciones y restricciones del pecado ha sido movida, y ahora podemos acercarnos libremente a Dios. En Su presencia, encontramos perdón, amor, esperanza y salvación. No hay nada que podamos hacer para ganarnos esta gracia, es un regalo divino que recibimos por medio de la fe en Cristo. Que esta verdad nos llene de gratitud y humildad.

IV. LA ESPERANZA DE LA GLORIA (ROMANOS 5:2B)

En la segunda parte del versículo 2, el apóstol Pablo nos ofrece una perspectiva celestial y esperanzadora: “Y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Aquí, Pablo destaca cómo la “cerca” que representa el límite entre la vida temporal y la vida eterna ha sido movida por la obra redentora de Cristo, permitiéndonos tener la certeza de una gloria eterna con Dios. Exploremos la magnitud y el significado de esta esperanza de la gloria y cómo podemos confiar plenamente en que nuestro acceso a la vida eterna está asegurado en Cristo.

La “cerca” entre lo temporal y lo eterno:

La vida en este mundo está marcada por lo temporal, lo efímero y lo transitorio. A menudo, nos enfrentamos a luchas, sufrimientos y pruebas que pueden hacer que la vida parezca frágil y fugaz. La “cerca” representa ese límite, la frontera entre lo que experimentamos en este mundo y lo que nos espera en la eternidad. Sin embargo, gracias a Jesucristo, esa cerca ha sido movida, y se nos ofrece una esperanza trascendental y eterna.

La obra redentora de Cristo y la promesa de la vida eterna:

La esperanza de la gloria se fundamenta en la obra redentora de Cristo en la cruz. Él pagó el precio por nuestros pecados, asegurando nuestra reconciliación con Dios y abriendo el camino hacia la vida eterna. Como resultado, podemos confiar en que después de esta vida terrenal, hay una gloria eterna con Dios reservada para aquellos que han sido justificados por la fe en Cristo Jesús.

La esperanza más preciada:

La promesa de la vida eterna se convierte en nuestra esperanza más preciada, porque trasciende todo lo que podamos experimentar en esta vida. Es una esperanza que nos sostiene en medio de las dificultades y pruebas. Sabemos que la vida presente es temporal, pero la gloria futura es eterna. La esperanza de la gloria nos da un propósito y una perspectiva eterna que transforma nuestra manera de vivir en el presente.

La certeza del acceso asegurado en Cristo:

Nuestra esperanza de la gloria no es incierta ni dudosa. Es una esperanza sólida y segura, fundamentada en la obra consumada de Cristo en la cruz. Nuestro acceso a la vida eterna está asegurado en Él. Pablo nos dice en Romanos 5:1 que somos “justificados por la fe”, y esta justificación nos garantiza una eternidad con Dios. Es una promesa que no depende de nuestras obras o méritos, sino de la gracia y el amor incondicional de Dios.

Vivir en la luz de la esperanza de la gloria:

La esperanza de la gloria debe ser una realidad presente en nuestras vidas. Nos impulsa a vivir en comunión con Dios, a buscar Su voluntad y a vivir de manera digna de la herencia que nos espera. Nuestra esperanza en la gloria futura nos da fortaleza para enfrentar los desafíos de hoy y nos inspira a compartir el mensaje de salvación con otros.

Queridos hermanos, la esperanza de la gloria es un regalo incomparable que Cristo nos ha proporcionado a través de Su obra redentora. Al mover la “cerca” entre lo temporal y lo eterno, Él nos ha concedido la certeza de una vida eterna con Dios. Que esta esperanza transforme nuestra manera de vivir, inspirándonos a vivir cada día en comunión con Dios ya compartir la esperanza que tenemos en Cristo con aquellos que nos rodean.

Que podamos enfrentar los desafíos de la vida con la mirada puesta en el galardón eterno que nos aguarda y, al final de nuestro peregrinar terrenal, poder escuchar las palabras de nuestro Señor que nos dirán: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Amén.

CONCLUSIÓN

A través de los tres puntos explorados en esta predicación, hemos sido testigos de cómo Dios se movió la cerca que nos separaba de Él. Mediante la justificación por la fe en Cristo Jesús, hemos experimentado la cercanía con nuestro Creador, encontrando paz y reconciliación en Su presencia. La obra redentora de Cristo nos ha otorgado acceso a Su gracia, permitiéndonos encontrar perdón, amor y salvación.

Además, esta misma obra nos ha asegurado una esperanza inquebrantable: la esperanza de la gloria eterna con Dios. A través de Cristo, la “cerca” que separaba lo temporal de lo eterno ha sido movida, y ahora podemos mirar con certeza hacia el galardón celestial que nos aguarda.

En medio de las luchas y desafíos de la vida, estas verdades nos sustentan y nos inspiran a vivir con gratitud y fidelidad a nuestro Salvador. Nos animan a compartir el mensaje del evangelio con aquellos que aún no han experimentado la maravillosa libertad y esperanza que se encuentra en Cristo.

Que el Espíritu Santo nos guie y nos capacite para vivir vidas que reflejen la realidad de la cerca movida por Dios, y que nuestra esperanza en la gloria venidera sea una fuente de inspiración y consuelo para todos aquellos que nos rodean.

© Franklin Riera. Todos los derechos reservados.

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2 comentarios en «La cerca y la vida eterna»

  1. Excelente predicación debemos prepararnos en tener una buena relación con Dios para recibir la vida eterna esperando Su regreso glorioso.

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