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Las contradicciones de Sansón

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Las contradicciones de Sansón

Predicas Cristianas Texto Bíblico: Jueces

Introducción

Sansón no es sólo una figura bíblica con valor histórico, sino que es una metáfora de la suerte que puede correr un cristiano -y la iglesia -cuando confía en sus dones y se hace amigo del mundo. De sus contradicciones y fracasos, de su liviandad y sensualidad, podemos extraer valiosas lecciones para nosotros.

Vamos a tener la Biblia abierta en el libro de Jueces, desde el capítulo 13 en adelante. Nuestra meditación esta mañana se va a centrar en la figura de Sansón, el juez de Israel. Esperamos obtener de esta palabra algunas enseñanzas útiles para todos nosotros. Desde el capítulo 13 al capítulo 16 está resumida la vida de este hombre, que gobernó durante 20 años en Israel.

Sansón – Un hombre carismático

Sansón nació en un hogar piadoso. Y unas de las primeras cosas que el ángel de Dios le dijo a la madre, es que el niño que habría de nacer sería un varón apartado para Dios. Lo que se conoce en las Escrituras como un nazareo.

Él no debería beber nunca vino ni sidra, ni debía comer ninguna cosa inmunda. De tal manera que desde antes de su nacimiento ya se sabía qué clase de persona debía ser Sansón: un hombre consagrado para Dios.

En Jueces 14:24-25 dice que la mujer finalmente dio a luz al niño, y le puso por nombre Sansón. “Y el niño creció y Jehová lo bendijo. Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él“. Esta frase “el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él” es una constante, porque muchas veces en la vida de Sansón encontramos que en los momentos difíciles, él invocaba al Señor, y el Señor hacía descender su Espíritu sobre él, y le socorría gloriosamente.

Aquí encontramos a un hombre poderoso en su fuerza, un hombre que era capaz de matar un león como se mata a un chivito, que era capaz, con la quijada de un animal, de matar a muchos hombres.

Era capaz de tomar las puertas de una ciudad – que eran muy fuertes y pesadas – y echárselas al hombro y caminar como 70 kilómetros con ellas, y más encima subiendo cuestas. Era un hombre tan dotado, que aunque a él lo amarraran con cuerdas, con mimbres verdes -como en cierta ocasión lo hicieron- bastaba que él hiciera un pequeño esfuerzo y eso se rompía. Ninguna cosa podía menguar su poder, porque tenía un don de Dios.

Sansón era un hombre carismático

“Carisma” significa “don”. Era un hombre carismático. Él nació con esa bienaventuranza. Él no hizo un curso para llegar a tener mucha fuerza. Él no fue un físico-culturista. Sansón era un hombre que estaba dotado por Dios para ser un hombre fuerte.

Así ocurre cuando Dios da sus dones. Él los da gratuitamente a quien él quiere. Él no mira la clase de persona que uno es para darle sus dones. Él lo hace porque quiere; porque es bueno, porque a Él le parece bien.

¡A Dios le ha parecido bien darnos a Jesucristo, que es el Don inefable de Dios! Nosotros alabamos su gracia, y declaramos que el mayor don que hemos recibido es Jesucristo. Nosotros somos más bienaventurados que Sansón; tenemos más fuerzas que él; tenemos una mayor gloria que él. Tenemos a Jesús el Hijo de Dios.

Sansón – Un mal administrador de los dones

Sansón, sin embargo, no fue un buen administrador de los dones que Dios le había dado. En toda su vida, vemos en él a un hombre muy caprichoso, un hombre solitario, un hombre muy sensual. Un hombre que hacía mal uso del don que tenía. Él se burlaba de sus enemigos, él usaba su fuerza para bien, y también para mal.

Era un hombre que no consultaba al Señor acerca de cómo hacer un buen uso de los dones que Dios le había dado. De tal manera que muchas veces se equivocó. Muchas veces él usó la fuerza para su propio provecho.

Y fue caminando este hombre de Dios por un camino bastante torcido, bastante equivocado. Muchas veces le vemos cometer errores, cometer pecados, pero como era un hombre talentoso de parte de Dios, él seguía venciendo a los enemigos y seguía librándose de los peligros en que se metía.

Una metáfora

Era un hombre solitario; era un hombre caprichoso. Sansón nos representa como en metáfora; como en una figura o alegoría, lo que es la situación de muchos otros hombres de Dios.

Sansón no sólo existió en aquellos días de los jueces. Desde allí hasta acá en la historia ha habido siempre muchos Sansones. Siempre ha habido hombres como él -hombres de Dios, me refiero- que han tenido mucha fuerza, una capacidad que deslumbra a los demás. Sin embargo, a la hora de administrar los recursos que Dios les ha dado, no han sido sabios.

Por lo tanto, veremos que Sansón no es sólo una figura histórica; es también una figura representativa, y tal vez nosotros conozcamos a algunos de ellos hoy, y tal algunos de nosotros mismos estemos permanentemente en peligro de convertirnos en un Sansón más. De tal manera que esta palabra no exculpa a nadie. No libra a nadie. Nosotros tenemos que mirar atentamente el caminar de este hombre y obtener las lecciones que el Señor quiere darnos.

Sansón no se sujetó al Dador

Una de las cosas que llama la atención al observar a Sansón es que él muchas veces hizo uso de su don, pero nunca le vemos preguntarle al Dador de ese don acerca de cómo debía usar su don. Ese es un problema.

El estaba tan contento con lo que tenía, él vivía su vida con tanto despilfarro, pero no le vemos nunca consultarle a Dios, y decir: “Señor, tú me diste esto que es algo maravilloso, que es algo para mantener a tu pueblo libre de sus enemigos, ¿qué debo hacer con él? ¿Cuál es la mejor forma de administrarlo?” Nunca le vemos orar de esa manera. Él vivía muy confiado en sí mismo. No tenía una actitud sujeta a Dios. Ese es el primer problema de este hombre.

Un líder carismático, fuerte, poderoso, pero con algunos problemas en su forma de conducirse, en su forma de vivir, en su forma de administrar los recursos que tenía.

La debilidad se Sansón – Un hombre sensual

Además de todo eso, Sansón tenía una gran debilidad. Era un hombre muy sensual. Era un hombre muy “tentado”. Fue seducido una y otra vez por lo deseos de la carne, o – como dice la Escritura – “por los deseos de los ojos”. Cierta vez – era un joven – fue a una ciudad filistea. (A la sazón los filisteos eran el pueblo que tenía subyugado a Israel). En esa ciudad encontró a una mujer que le agradó, así que fue donde sus padres, y les dijo: “Yo he visto en Timnat una mujer de las hijas de los filisteos. Os ruego que me la toméis por mujer”. ¡Primer problema en la vida de Sansón! Encuentra una mujer, la ve, le agrada, se enamora de ella, y conforme a la tradición de sus padres, les pidió que ellos hiciesen los trámites correspondientes.

Él miró a una mujer de un pueblo enemigo y se enamoró de ella. Como si dijéramos “a una mujer del mundo”. A una mujer incrédula. En ese momento los padres le dijeron a Sansón: “¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos?” (14:3).

Los padres llamaron la atención de este joven. Ellos tenían una razón poderosa para detener esa decisión alocada, irreflexiva, de su hijo. Si Sansón hubiese sido sabio, él hubiese atendido el consejo de sus padres. Sin embargo, él respondió así a su padre: “Tómame ésta por mujer, porque ella me agrada”.

Esa fue su respuesta y fue una respuesta categórica: “Me agrada”. No dijo: “Dios la escogió para mí”. No dijo: “Dios me ha dicho que debe ser mi esposa”. Simplemente dijo: “Ella me agrada”.

Los padres se vieron impotentes. Sabían que su hijo era un escogido por Dios, entonces ellos descansaron en la decisión que su hijo estaba tomando. Sin embargo, de aquí en adelante comienza un descenso, comienza la catástrofe en la vida de este varón de Dios.

¡Fueron tantas las complicaciones que tuvo con esta mujer con la cual quiso casarse! Se vio enredado en un enigma que les propuso a los filisteos. Ellos presionaron a su novia; su novia convenció a Sansón a los siete días de estar insistiendo.

Finalmente él le dio a conocer el enigma. Para poder cumplir su palabra, Sansón tuvo que matar una cierta cantidad de filisteos. El padre de la novia también tuvo problemas con Sansón. Finalmente – la historia es bastante larga, no voy a entrar en detalles -, él no pudo consumar su matrimonio.

Cuando a los días después de unas fiestas grandes que se hicieron, él fue a ver a su mujer, el padre ya la había dado a otro hombre. Sansón se enojó. Tomó unas zorras, amarró sus colas entre sí, puso unas antorchas encendidas en las colas, y las echó en unos sembrados, quemando las mieses de sus enemigos, sus viñas y sus olivares. Se despertó una tremenda odiosidad contra este hombre, y todo por causa de sus sentimientos de venganza, porque le habían quitado a su mujer, obtenida en forma tan irregular.

Sansón había sido seducido por los deseos de los ojos.

Los filisteos quisieron vengarse de la quema de los sembrados, fueron donde los coterráneos de Sansón y le dijeron: “Entréguennos a ese hombre”. Sansón se hizo atar, y cuando vio a los filisteos delante, como burlándose, se desata de sus cuerdas, toma una quijada de asno, y con ella mata a mil hombres.

Después, más encima, se pone a cantar una canción que decía, en son de burla: “Con la quijada de un asno, hice un montón, dos montones, con una sola quijada de asno maté a mil hombres”. Quinientos aquí, quinientos allá, dos montones de cadáveres. (Sansón era un hombre espectacular. Si hubiese vivido hoy habría sido motivo de atracción en todos lados).

La ramera de Gaza

Un poco más adelante fue Sansón a otra ciudad filistea que se llamaba Gaza. Y se metió allí con una mujer ramera. “Y se llegó a ella”, dice la Escritura. Cuando los hombres de Gaza supieron, le hicieron una encerrona. “Cuando se levante en la mañana para irse, lo mataremos” – dijeron. Pero Sansón tenía astucia, además de fuerza. A medianoche, él tomó las puertas de la ciudad y se las llevó. Y los hombres de Gaza quedaron burlados.

La caída de Sansón

Al poco tiempo tuvo problemas de nuevo con una tercera mujer que se llamaba Dalila. Y la Escritura dice, simplemente: “Después de esto, aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.” (16:4).

Aquí comienzan los forcejeos con esta mujer. El único objetivo de Dalila fue obtener el secreto de su fuerza. Desde el principio. Sin embargo, él no tuvo ojos avisados para darse cuenta de esa intención, y comenzó una relación muy superficial, de coqueteos, de risitas y de otras cosas con Dalila.

Ella lo único que quería era obtener el secreto de su fuerza. Y los filisteos la presionaron, y la amenazaron para que lo obtuviera. Tres veces Sansón se burló de ellos. “Si me ataren con cuerdas nuevas que nunca se hayan usado, yo perderé mi fuerza”.

Esas cuerdas se volvieron como hilo de coser. Después le dijo a Dalila: “Si tejieres siete guedejas de mi cabeza con la tela y las asegurares con la estaca, entonces perderé mi fuerza”. Dalila estaba desesperada. Le decía: “¿Cómo tú dices queme amas, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza”.

“Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.” Finalmente cayó en la trampa, y le dijo en qué consistía su fuerza. Era un nazareo desde el vientre de su madre. Nunca le habían cortado el pelo. Allí estaba el secreto de su fuerza. Dalila se dio cuenta que esta vez él había sido sincero, y da la voz a los filisteos, quienes cercan a Sansón, lo toman, le cortan el cabello.

Cuando él quiso escapar -él pensó que lo haría como tantas otras veces lo había hecho- no pudo. No sabía que Jehová ya se había apartado de él. Los filisteos lo tomaron, le sacaron los ojos, le llevaron a la ciudad de Gaza, y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel. ¡Le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel! Como cualquiera de los esclavos, sometidos a trabajos de fuerza para poder sobrevivir.

Cada una de estas tres mujeres marcó un descenso en los principios, en la conducta, en la moralidad, en la rectitud -si es que alguna vez la tuvo- de este hombre. Con la primera de ellas intentó casarse -por lo menos algo bueno había en esa intención- aunque era una mujer extranjera. Con las otras dos simplemente fue un amorío, una aventura.

Sansón … ¿Por qué está escrita esta biografía en las Escrituras? ¿No es una vergüenza? ¿No es un motivo de tropiezo para aquellos que tienen acusaciones contra los hijos de Dios?

La amistad con el mundo

Sansón nos muestra a qué extremos puede llegar un hombre de Dios en su amistad con el mundo, en su ‘pololeo’ con el mundo. “Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida no proceden del Padre, sino del mundo” (1ª Juan 2:16). Y esta es la fuente de mayores dificultades para un hombre que quiere caminar en rectitud.

El mundo le sonríe a un hombre de Dios con el dulce rostro de una mujer. Una sonrisa angelical, pero un corazón diabólico. Una aparente intención de pasar bien un rato, pero una intención de fondo de destruir a uno que es llamado para vivir en rectitud. El escritor inspirado dice: “¡Oh almas adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” (Santiago 4:4).

El mundo como una mujer sensual, provocadora, atractiva. Dulce palabras, pero hay allí veneno como el de una víbora, cuya mordida es mortal. Esta mujer -la tercera- provocó la caída de Sansón.

Lo que había comenzado como un enamoramiento de una mujer que le había agradado, provoca al final de la vida de este hombre, su caída, su vergüenza, su ceguera, su esclavitud, su humillación y su muerte. En el medio estaban las fiestas. ¿Habrá respetado el nazareato? ¿Se habrá abstenido de vino y de sidra en esas fiestas con los filisteos? ¿En esos compromisos que contrajo con ellos? ¡Qué juego más peligroso, más sucio!

El peligro de jugar con fuego

Nosotros leemos en el libro de Proverbios 6:27: “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?” Estas dos preguntas son importantes.

Es bueno que nos las hagamos. Tal vez haya alguno que dice: “Déjenme; yo soy fuerte. Yo no voy a caer. Yo puedo caminar a pie pelado sobre las brasas, y no me voy a quemar. Yo puedo tomar un poco de fuego aquí en mi pecho y no me voy a quemar”. Tan iluso como pensar eso es lo que han pensado muchos siervos de Dios, que han jugado con fuego y se han quemado.

La caída de Sansón nos muestra que tanto puede ir el cántaro al agua que al final se rompe. ¡La mujer de Timnat fue tan insistente! Al final Sansón le declaró el sentido del enigma.

¡Dalila fue tan insistente, le presionaba cada día con sus palabras, importunándole! Hay situaciones en que el mundo viene con la forma de una mujer, importunando una y otra vez, intentando una y otra vez seducir hasta que se provoca el quiebre de la voluntad. Ya no hay más resistencia; ya no hay más raciocinio. Ya no hay más temor de Dios: hay un abandono a los placeres, a la tentación.

No podemos decir que Sansón tuvo un momento de debilidad. No fue un momento. ¡Fue una seguidilla de momentos! Fue un camino que tomó tempranamente, un camino torcido que lo llevó al fracaso.

El debilitamiento constante, persistente, es una de las armas favoritas del diablo. Si él se nos presenta en forma repentina, diciendo: “Yo soy Satanás; yo te voy a hacer caer”, difícilmente lo va a lograr. Pero él actúa de otra forma: Hoy día un poco; mañana otro poco. Al tercer día un poco más. Al décimo día o al undécimo, se produce la caída.

Sansón más que una figura histórica

Sansón no es sólo una figura histórica. Sansón nos habla de un hombre que ha perdido el norte, que ha perdido la capacidad de decir “no” al pecado. Un hombre que ha perdido el temor, y se ha llenado de autocomplacencia. Que busca la satisfacción de sus propios deseos. Que confía en sus fuerzas, pero no confía en Dios. Confía en su capacidad para resistir hasta el final, y no confía en Dios.

Sansón también nos muestra en figura lo que es la historia de la cristiandad a través de los siglos, la iglesia que se ha prostituido con el mundo, que ha cedido ante la tentación sutil de la carne, de la gloria humana y del deleite.

La iglesia que se ha apartado del temor de Dios; que se ha ido a juguetear con los filisteos -o con las filisteas- del mundo. La iglesia que debió haberse guardado nazarea para Dios, pero que, como este varón llamado a ser un nazareo, se deja seducir por los ojos hermosos, o por la mirada provocativa. “La amistad con el mundo es enemistad contra Dios”. No hay términos medios.

Un final ejemplarizador

Sansón cae, y el final de él es tan triste. Los filisteos no fueron compasivos con él: Le echaron mano y le sacaron los ojos. Los ojos habían sido la causa de su caída (por los ojos había entrado la figura de una mujer hermosa).

Allí donde estuvo el origen de su pecado, allí estuvo su castigo. Le sacaron los ojos. Esos ojos que había usado tan mal. Con los que había soñado y había mirado tantas cosas ilícitas. ¿De qué le servían los ojos ya a Sansón?

Nosotros miramos en Apocalipsis el juicio contra la gran ramera. Las figuras son opuestas, pero son semejantes también. Aquí es un hombre el que está esclavizado, al que le sacan los ojos, y que es juzgado por Dios. Allá es una mujer que se sienta como reina, que ha tenido fornicación con los reyes de la tierra y con el mundo.

Este sacarle los ojos a Sansón es similar a aquella vergüenza que vendrá sobre Babilonia -la cristiandad apóstata- el día en que el Señor la juzgue. En aquel día, en una hora vendrán los juicios sobre ella, y se llenará de vergüenza la que alguna vez se codeó con los grandes, la que fue privilegiada, la que tuvo acceso a los sitios de honor del mundo.

Entonces será humillada hasta lo sumo, y entonces los mercaderes de la tierra harán lamentación sobre ella. La ciudad arderá, y el sistema corrupto de comercio se vendrá al suelo. ¡Será espanto para todas las naciones!

“Le sacaron los ojos …”. Los mismos con los que se había llenado de sensualidad, y concupiscencia … “y le llevaron a Gaza”. Allí estuvo cautivo en una ciudad extranjera. La misma ciudad donde él había estado con esa ramera.

La misma ciudad cuyas puertas se había echado al hombro y se las había llevado. Esa misma ciudad fue su cárcel. Todo se le vuelve en contra. Es el pago por su carnalidad. “Dios no puede ser burlado; lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

En este día en que nosotros vivimos, la cristiandad está siendo tentada como Sansón por Dalila. También hay mujeres filisteas que caminan por las calles contoneándose, y que aparecen por las pantallas de televisión o del cine, exhibiendo una hermosa figura, sin saber los hombres incautos lo que hay detrás de ello.

Hay muchas filisteas y filisteos acechando. Las mujeres para tentar y los varones para destruir. Unas ponen la trampa, y los otros dan el golpe de muerte. Dalila atrapa, y los filisteos cortan el cabello de la consagración. El mundo ofrece y el diablo derriba. El mundo y el diablo aliados contra los cristianos, contra la iglesia.

“Y le ataron con cadenas” … cadenas que no pudieron ser cortadas esta vez. ¿Cómo habrá clamado Sansón, y cómo habrá forcejeado con esas cadenas? Así nos parece que está hoy gran parte del pueblo cristiano en el mundo. Está sin ojos, no puede ver; está cegado, está esclavo en el mundo (o por el mundo), y está atado con gruesas cadenas.

Pero lo más vergonzoso viene a continuación. ¿Sabe lo que hacía Sansón en la cárcel? No estaba sentado, esperando que pasaran las horas. No fueron tan benévolos con él. Le obligaron que moliese. ¡Que moliese! ¿Podemos imaginarnos un molino grande, de esas piedras redondas, y a Sansón, con algunos arneses sobre su cuerpo, dando vueltas y vueltas en torno, moviendo esa piedra superior para que el rozarse con la inferior moliera el trigo?

¿Podemos imaginarnos el juez de Israel, al hombre poderoso de otro tiempo, dando vueltas en torno a esas piedras de molino, como un asno en torno a una noria? Sin destino … Sus días no tienen alternativa, no hay cómo salir de esa rutina. Pasa un día y otro día, y lo que él tiene que hacer es dar vueltas y vueltas.

El mundo de Sansón es un mundo giratorio.

Es un mundo donde no hay un camino derecho. Es un ir y venir, y en esto nos recuerda a Israel en el desierto. Israel vagó 40 años ¿para qué? ¿Cuál era su horizonte?¿Cuál era su norte? Israel daba vueltas en el desierto y la única meta que tenía era la muerte. Dios los tenía ahí para que murieran allí. Su fin era el exterminio.

¿Pueden imaginarse lo que es eso, cuando sobre un hombre hay una sentencia de muerte, y él sabe que sus días y sus noches significan una espera para la muerte? ¿Qué importa que el sol salga hermoso un día? ¡Él está allí dando vueltas y tiene que morir! ¿Qué importa que afuera la vida bulla en toda su diversidad? Él está dando vueltas y espera la hora de su muerte.

“Y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel” … Seguramente los otros presos se burlaban de él. “Hey, tú, ¿no eras el libertador de Israel? ¿No eras el Juez? ¿No tenías tanta fuerza? ¿No te burlabas de tus enemigos? ¿No matabas con una quijada de animal a mil filisteos? ¿No tomaste un león y lo desjarretaste como si fuera un cabrito? ¿No te burlabas de ellos? ¿Y qué de la historia de los montones? ¿Quinientos a un lado y quinientos al otro? ¡Oh, Sansón! …

Esta es la condición de un hombre de Dios apóstata, o de una generación de hombres, o una cristiandad esclavizada, dando vueltas en torno a una piedra de molino, sin saber qué futuro le espera.

¡La ceguera … la esclavitud … la humillación, y finalmente, la muerte! Un día los filisteos tuvieron fiesta. Ofrecían sacrificios a su dios Dagón. Ellos querían hacer una gran algarabía. Ellos decían: “Nuestro dios nos entregó a Sansón en nuestras manos. Hagámosle fiesta. Rindámosle culto”.

Después que hubieron bebido un poco, y sintieron alegría en su corazón, dijeron: “Llamen a Sansón para que nos divierta. Llamen a ese payaso para que venga y nos entretenga”. ¡Llevaron a Sansón de la cárcel y sirvió de juguete delante de ellos!

Un cristiano apóstata, un cristiano envanecido, por muy bien dotado que haya sido, llega a ser un juguete en las manos de sus enemigos, una vergüenza, un motivo de risa. Esta es una de las frases más tristes de las Escrituras: “Sirvió de juguete delante de ellos” (Jueces 16:25). Un hombre llamado a ser santo. Llamado a un servicio espiritual, a una consagración absoluta.

En ese momento le había crecido algo el cabello. Entonces le pide al niño que lo conduce que lo ponga entre las dos columnas que sostenían el edificio. Sansón concibe allí una idea que va muy de acuerdo a su personalidad: La idea de la venganza.

Entonces se pone entre las dos columnas, se apoya en ellas con ambas manos, y ora al Señor pidiendo que le devuelva por última vez su fuerza. Empuja las columnas con todo el corazón y se viene abajo el edificio. Murieron todos los que estaban allí. Los filisteos murieron. ¿Pero saben qué? Sansón también murió.

No fue una venganza plena como aquellas a las que él estaba acostumbrado. No fue una venganza perfecta como la que él quería. ¡Él también murió! … Una especie de kamikaze. ¿Es esa una muerte digna para un siervo de Dios? ¿Es ese un fin noble? ¿Cómo vencer? ¿Cómo escapar? ¿Cómo salir de esa encerrona en que el diablo ha metido a muchos hijos de Dios?

La salida

Nosotros tenemos que mostrar una salida, porque hay una salida. 1ª de Juan capítulo 5. ¿Cómo dice este primer versículo del capítulo 5 de 1ª de Juan? “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”.

Este versículo habla de creer algo respecto de Jesús. Cuando el Señor le preguntaba a la gente, o le preguntaba a los discípulos, quién decía la gente que era él, la gente decía que él era Elías, o que era Jeremías, o alguno de los profetas.

Creer que Jesús es un profeta, un Elías, un Jeremías no tiene mucho significado ni mucho sentido. Si la gente cree que Jesús es un profeta meramente entonces nada sucede en su corazón. Ellos siguen en sus pecados, siguen en su muerte, en su condenación.

Pero aquí dice que ocurre algo sobrenatural con aquellos que creen que Jesús es el Cristo. Creer que Jesús es el Cristo es una fe precisa, es una fe específica. Creer que Jesús es el Cristo es creer correctamente lo que Jesús es. Esta fe es poderosa. Esa fe produce un milagro en el corazón.

La fe de Sansón era una fe ambigua, una centrada en sus dones, centrada en sí mismo; sin embargo, la fe de los creyentes es una fe específica y confiesa y declara que Jesús es el Cristo. Y cuando uno hombre cree de esta manera, algo ocurre en su corazón. Dice que es “nacido de Dios”.

La palabra “nacido” puede intercambiarse también con “engendrado”. Podemos decir que así como Jesús fue engendrado en el vientre de María por el Espíritu Santo, así los hijos de Dios son engendrados por Dios el Padre. Y tienen dentro de ellos el germen, la naturaleza divina.

Por decirlo de alguna manera, tienen los mismos genes que Dios tiene, los mismos rasgos de su gloriosa persona. Creer que Jesús es el Cristo produce un milagro en el corazón: el nuevo nacimiento.

Sin embargo, esto no es suficiente para vencer. Todavía alguno pudiera creer que Jesús es el Cristo, haber nacido de Dios, pero ser todavía un cristiano derrotado por el mundo y por Satanás. Sin embargo, en el versículo 5 de este mismo capítulo tenemos la respuesta completa, la fe completa, para un victoria completa.

Una fe victoriosa

¿Leamos juntos? “¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo del Dios?” ¿Están los filisteos allí amenazando? ¿Están las mujeres filisteas tentando? ¿Está el mundo con sus oropeles con una red para hacer caer a los hijos de Dios? ¡Tenemos una respuesta para eso! ¡Tenemos la victoria sobre el mundo! ¡Los que creen que Jesús es el Hijo de Dios ellos vencen al mundo!

Creer que Jesús es el Cristo y creer que Jesús es el Hijo de Dios son dos expresiones que constituyen una misma realidad, porque Jesús es uno solo. Pero esta fe se expresa de dos maneras. Creyendo que él es el Cristo (el Ungido) y creyendo que él es el Hijo de Dios.

Nosotros creemos estas cosas, y podemos confesarlas y declararlas. ¿Podemos decirlo todos los que estamos aquí, en qué radica nuestra fe completa? ¡Nosotros creemos que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente! Otra vez: ¡Nosotros creemos que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

Dos efectos tiene esta fe preciosa. Los que así creen son nacidos de Dios y también vencen al mundo. Unimos el versículo 1 y el 5: Los que así creen son nacidos de Dios, y vencen al mundo. ¿Podemos decirlo en primera persona? ¡Hemos creído que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, por lo tanto, hemos nacido de Dios y vencemos al mundo! ¡Aleluya! ¡Bendito es el Señor!

¿Cuál es la causa por la que Sansón, es decir, el mundo cristiano, o los cristianos en particular, caen en poder de los filisteos, de las mujeres en la tentación, y de los hombres para su destrucción? Porque la fe de los cristianos hoy en día es una fe ambigua.

Es una fe abstracta: “Sí, yo creo que Jesús era un buen hombre, era un profeta; o bien: Yo creo que Jesús es el Salvador.” Sí, si tú crees que Jesús es el Salvador de tu alma, sin duda eres salvo. Pero ¿y qué de la victoria? ¿Andarás siempre de tumbo en tumbo, de pecado en pecado, de arrepentimiento en arrepentimiento?

No sólo salvos; también vencedores

Dios quiere que su pueblo no sólo sea salvo de la condenación eterna, sino que sea un pueblo vencedor. ¡No sólo creemos que Jesús es el Salvador; creemos que Jesús es el Hijo de Dios! Y esta fe es una fe victoriosa. Sansón no lo supo, pero tú los sabes, y yo lo sé. Esta es nuestra gloria. Así que cada vez que venga la tentación, decláralo de esta manera. “Yo creo que Jesús es el Hijo de Dios”.

Esto significa que Jesús es Dios manifestado en carne, que Jesús tiene la misma naturaleza de Dios, porque él es Dios. Jesús es el Verbo eterno. Fue encarnado, y que cuando él murió en la cruz su cuerpo bendito fue como un grano de trigo que al caer en la tierra se partió y de adentro salió la vida divina, poderosa, y se impartió sobre todos los muchos creyentes para que esa vida también se nos comunicase a nosotros.

Creer que Jesús es el Hijo de Dios significa que él es como un grano de trigo que murió para que los muchos recibieran su vida y pudieran vivir su victoria. Jesús en la cruz venció, y nosotros hoy vencemos también, porque tenemos esta fe, tenemos esta vida indestructible, victoriosa.

Algunos pueden pensar que esto es una mera repetición. Sin embargo, cuántas veces tú y yo hemos sido librados al confesar que Jesús es el Cristo, que Jesús es el Hijo de Dios. ¿Cuántos veces en sueños has sido atormentado por demonios y la sola mención del nombre de Jesús los hace huir? ¿Cuántas veces se han sujetado al Nombre de Jesús? Porque este nombre es victorioso.

Lo hemos comprobado una y otra vez y lo seguiremos comprobando. Y seguiremos caminando por estas calles contaminadas, diciendo: “Jesús, tú eres el Hijo de Dios”. Vencemos sobre las tentaciones. Tenemos un privilegio mayor, que no tuvo Sansón. Nosotros somos bienaventurados, somos privilegiados.

¿Hay alguno aquí que no tenga esta fe? ¿Qué ha tenido hasta hoy una fe claudicante, así como trastabillante? ¿Como caminando en alto y en bajo? ¿Como creyendo y no creyendo? ¿Como siendo derrotado, con alguna victoria esporádica, pero más que nada con derrotas? ¿Hay alguno aquí que no haya creído esto que el Padre nos ha revelado respecto de su Hijo?

Sansón no lo tuvo, pero nosotros lo tenemos.

Hoy es el día de creer. No creer que Jesús es un profeta, sino creer correctamente lo que él es.

Este mensaje no se oye muy comúnmente hoy en la cristiandad. Estas palabras no son conocidas, porque sólo por revelación se pueden recibir y tener en el corazón. Solamente el Padre nos puede revelar a Jesucristo, así como se lo reveló a Pedro. Esa revelación de Pedro es también nuestra revelación.

¿Cuántos la han recibido? ¡Gracias, Señor, somos un pueblo bienaventurado! “Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y para que creyendo, tengáis vida en su Nombre” (Juan 20:31). Y cuando la tentación venga, ya sabemos lo que tenemos que creer, confesar y declarar.

Y cuando nos parezca que el caminar es duro, que las demandas son demasiado altas, que no tenemos fuerzas para caminar, y el corazón quiere extraviarse, entonces digamos aquello que Pedro dijo cuando el Señor le preguntó: “¿Vosotros también os queréis ir? Pedro le dijo: “¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna”.

A ver, digámoslo todos juntos: “Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos (mira qué lindo), nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

Eso se lo dijo Pedro allí, inspirado por el espíritu Santo. Y hoy día lo dice este pueblo reunido aquí. “Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

© Eliseo Apablaza F. Todos los derechos reservados.

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