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Un Acompañante Misterioso

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Un Acompañante Misterioso

Predica Cristiana Lectura Bíblica: Lucas 24:13-35

Introducción

Hoy quiero ocupar mi tiempo para hablarles de la experiencia de dos seguidores de Jesús que, aunque estaban asociados con los discípulos, no formaban parte de ellos como tal.

La escena que Lucas describe en esta excelente historia, es un símbolo de cómo los cristianos pueden ser víctimas de la tristeza, del desaliento y la desesperanza, pero a su vez, como pueden experimentar el cambio, cuando reconocen que quien camina con ellos es el Cristo resucitado.

Dice Lucas que ese domingo, cuando Jesús resucitó de entre los muertos, dos de los seguidores de Jesús iban de Jerusalén a una aldea llamada Emaús, que estaba ubicada a unos 11 o 12 kilómetros de Jerusalén (de 6 a 7 millas).

Un Acompañante Misterioso

Y en el camino iban tan concentrados hablando de la muerte de Jesús, que apenas se dieron cuenta que alguien se les había acercado y caminaba con ellos. ¡Era Jesús mismo! Pero fue que Dios no permitió que lo reconocieran mientras caminaba con ellos. (Lucas 24:14-16).

A veces nos pasa así a nosotros. Andamos tan tristes y desilusionados por un montón de cosas que nos suceden y que no entendemos, que no concientizamos, que en esos momentos oscuros y de dolor, nuestro Señor Jesucristo está presente, y dispuesto a acompañarnos en nuestro sufrimiento. Él continúa estando con nosotros hoy por medio del Espíritu Santo. (Mateo 28:20)

Estos dos hombres se veían tan tristes que Jesús les preguntó: ¿De qué están hablando y por qué están tan tristes? (Lucas 24:17 NTBAD).

Jesús percibe la tristeza

Jesús percibe la tristeza que embarga a estos hombres, que por cierto, iban en la dirección equivocada, lejos del compañerismo de los creyentes en Jerusalén. Y su pregunta no tenía la intención de reprocharles nada. Él ya conocía la respuesta, pero quería que ellos se la dijeran.

Y uno de ellos llamado Cleofas, se admira de que este forastero no estuviera enterado de las cosas que habían sucedido los últimos tres días en Jerusalén.

Para ellos la muerte de Cristo era el suceso más importante de esos días. Cleofas no podía imaginarse que alguien en la ciudad de Jerusalén no tuviera ni idea de algo tan extraordinario como la muerte de Cristo.[1]

Y dando por sentado que el Cristo resucitado era un extraño, le contaron con gran emoción de su líder Jesús, que era un profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo, y que había sido condenado por los esfuerzos de los líderes judíos y que había sido crucificado.[2]

Pero también le compartieron su desilusión por la muerte de su líder Jesús. Ellos albergaban la esperanza de que Él fuera el Mesías prometido que salvaría a Israel de la opresión romana; pero ahora todos sus sueños, ilusiones y esperanza se habían hecho añicos con la muerte de Jesús.

Es la razón por la que le dicen al extraño que camina con ellos: “¡Y nosotros que habíamos creído que Él era el que había de redimir a Israel!” (Lucas 24:21). Teníamos la esperanza de que él sería el que había de libertar a la nación de Israel (DHH).

El anuncio de Cristo resucitado

En vez de creer el anuncio de que Cristo había resucitado, estaban lamentando su muerte, porque no creían en un Mesías que moría en una cruz. Veían al Mesías como un redentor conquistador, pero no podían verlo como siervo sufriente. Da la impresión de que estos hombres estaban desalentados y desilusionados porque Dios no hizo lo que ellos querían que hiciera. [3]

Y quien quita que también nosotros como cristianos estemos lidiando (peleando) con expectativas que nos han llevado a albergar una falsa esperanza, y a tener una idea equivocada de la vida, porque no acabamos de entender y aceptar los planes y propósitos que Dios tiene para nuestras vidas.

Y en nuestro aferramiento tomamos decisiones equivocadas, que muchísimas veces nos llevan a enfrentar un montón de situaciones que nos defraudan, que nos desilusionan, que nos hunden en la tristeza, la queja, la depresión y el desánimo, y hasta nos roban la esperanza.

Pero hoy el Cristo resucitado vuelve a repetir la misma pregunta, sin ánimo de avergonzarnos: ¿por qué están tristes?

No permitamos que las circunstancias maten y entierren nuestra esperanza. Porque si contamos con las fieles promesas del Señor; si tenemos la ayuda constante del Espíritu Santo; y si nuestros propósitos de vida están alineados con los propósitos eternos de Dios; tenemos que creer que Dios es fiel y poderoso para cumplir fielmente todo lo que nos ha prometido.

Cleofas le siguió diciendo a Jesús, que se habían asombrado del testimonio de las mujeres que regresaron del sepulcro diciendo que el cuerpo de Jesús no estaba allí, y que unos ángeles les dijeron que Jesús estaba vivo.

Pedro y Juan fueron a verificar la noticia y efectivamente la tumba estaba vacía, pero a Él no le vieron. (Lucas 24:21-24). Pero para estos discípulos, una tumba vacía no era prueba suficiente de que Jesús estaba vivo.

Notemos que en ningún momento el Señor Jesús los interrumpe. Más bien les permite que compartan sus preocupaciones y dudas con él. Y esperó el momento adecuado para explicarles que era necesario que el Cristo padeciera todas esas cosas que ellos le contaban, y que entrara en su gloria, para que se cumpliese lo que las Escrituras decían de Él. (Lucas 24:26-27).

Y este detalle revela como el Señor está interesado en escuchar atentamente nuestras oraciones y preocupaciones. Acerquémonos con confianza al trono de Dios, porque es allí donde encontraremos misericordia y gracia para el momento en que lo necesitemos. (Hebreos 4:16; cf. 1 Pedro 5:7).

El Señor lamentó que estos dos hombres, como otros muchos más, fueran tan lentos para comprender las profecías referentes al Mesías (Lucas 24:25). No asimilaban la idea de que el Mesías, para ser Salvador, debía primero ser un siervo Sufriente. Debía llevar primero la corona de espinas para luego cargar la corona de gloria. (Isaías 53).

Y el Señor con mucha paciencia les fue citando pasajes de las Escrituras desde el Génesis hasta los profetas, y a medida que los citaba les iba explicando lo que decían de Él (Lucas 24:27). Porque la clave para entender la Biblia es ver a Jesús en cada página. NO es posible ni admisible, un evangelio sin Biblia y sin Cristo. (Gálatas 1:6-10).

Y cuando llegaron a Emaús, Jesús hizo como que iba a seguir, porque no quería que ellos se sintieran obligados a hospedarle en su casa, porque ya había anochecido; sino que prefirió esperar que fueran ellos los que le invitaran. Y así ocurrió. “ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado.” (Lucas 24:29). Pero de seguro que Jesús habría seguido si ellos no le hubieran invitado a quedarse.

Y William Barclay comenta que Dios nos ha dado a nosotros los hombres el regalo más valioso y peligroso del mundo, que es la libertad. La podemos usar para invitar a Cristo a nuestra vida y a nuestro hogar, o la podemos usar para dejar que se aleje de nosotros, y que pase de largo.[4]

Pero para aquellos que ya hemos experimentado el gozo y la bendición de disfrutar la comunión íntima con el Señor, lo más que deseamos es tener su compañía. Por eso le rogamos insistentemente, como lo hicieron aquellos dos discípulos: quédate con nosotros. Esta frase se ha usado en múltiples himnos, y debe ser una oración constante en nuestras vidas, como discípulos de Cristo.

Que Jesús no tenga que reclamarnos como lo hizo con la iglesia de los laodicenses en Apocalipsis 3:20, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”

Esta historia tiene un final feliz, porque el Señor entró a la casa para quedarse con ellos. Y “Cuando estaba a la mesa con ellos, tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos. En ese preciso instante les fue permitido reconocerlo, pero él desapareció.” (Lucas 24:30-31 PDT).

Que precioso es nuestro Señor, primero les abrió las Escrituras y luego les abrió los ojos para que lo reconocieran. No es necesariamente en la mesa de la Cena del Señor donde nos podemos encontrar con Cristo; también puede ser en el camino y durante una comida regular en la mesa en nuestro comedor.

No sabemos qué razones tuvo Jesús para revelarse a estos dos hombres que no eran del grupo de los discípulos que consideramos más importantes. Pero como sabemos, muchas veces, aquellos que nosotros consideramos importantes no siempre lo son, y los creyentes que consideramos menos significativos son muy importantes para el Señor.[5] (1 Corintios 1:26-29).

Lucas cierra la historia, diciéndonos que estos hombres se decían el uno al otro, cómo les ardía el corazón cuando Jesús les explicaba las Escrituras. Y aunque ya era de noche, los dos regresaron a Jerusalén para contarles a los otros discípulos y al resto del grupo de creyentes, lo que les había acontecido en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan. (Lucas 24:33-25).

Es que la mejor y más grande evidencia de que hemos comprendido la Biblia y conocido al Cristo vivo es que tenemos algo emocionante para contarles a otros.

CONCLUSIÓN

No dejemos que el desánimo tome lugar en nuestra vida. Cambiemos nuestra manera de pensar para que cambie nuestra manera de hablar y de vivir.

Disfrutemos la compañía, la amistad y el cuidado del Cristo resucitado, que ya no es un acompañante misterioso que camina a nuestro lado, es nuestro Señor y Salvador eterno.

Seamos testigos valientes para compartir la buena nueva de la salvación con otros.

Que el Espíritu Santo ilumine nuestra mente para que podamos entender las verdades reveladas en la Biblia, verdades que cambiarán nuestra vida para bien.

“El amigo más querido de la tierra no es más que una sombra comparada con Jesús; por eso siempre lo quiero a mi lado”

[1] Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry (p. 1344). Editorial CLIE.

[2] Childers, C. L. (2010). El Evangelio Según Lucas. En Comentario Bíblico Beacon: Mateo hasta Lucas (Tomo 6) (p. 619). Casa Nazarena de Publicaciones.

[3] Wiersbe, W. W. (2005). Valientes en Cristo: Estudio expositivo de Evangelio Según Lucas Capítulos 14–24 (p. 153). Editorial Bautista Independiente.

[4] Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 359). Editorial CLIE.

[5] https://www.escuelabiblica.com/estudios-biblicos-1.php?id=292

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