El verdadero Augusto

Julio Ruiz

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Tiempos difíciles

El verdadero Augusto

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Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Prédica de Hoy: El verdadero Augusto

Predica Cristiana Texto: Lucas 2:1-20

Serie: Certidumbre en tiempos de Incertidumbre

INTRODUCCIÓN

El título de este mensaje es tomado del nombre César Augusto, porque en su significado original la palabra “Augusto” fue acuñada para hablar a un mortal, como: supremo, sublime y majestuoso. De esta manera, el nacimiento de Jesús ocurrido exactamente durante el gobierno de aquel César, el más grande de todos, es una demostración divina para recodarnos al Verdadero Augusto.

Por otro lado, al predicar este mensaje no estamos celebrando la navidad, porque según el calendario todavía distamos unos dos meses y medio eso; lo hacemos para seguir nuestra serie: “Certidumbres
en Tiempos de Incertidumbres
”. Pero no necesitamos celebrar la navidad para hablar del nacimiento del Señor, como tampoco necesitamos esperar semana santa, ni que lleguen los días de la madre o del padre para hablar esas fechas. Se dice que el presente texto es el mejor escrito de Lucas, bajo la inspiración y supervisión del Espíritu Santo.

La manera cómo aparece el relato, su ubicación histórica, reseñando a esos gobernantes romanos con la promulgación del censo, el viaje a Belén de José y María a punto de dar a luz, el nacimiento del bebé puesto en una cuna de paja, la presencia de los pastores, la llegada del ángel y el cántico de una multitud de ellos adorando al recién nacido, hacen que esta historia sea única en su tipo. ¿Y acaso puede haber una historia más encantadora como el nacimiento de Jesús? Entonces, ¿por qué la noticia del Mesías prometido es la más importante que el mundo haya conocido?

Los sucesos finales de nuestra historia están conectados con el nacimiento del bebé de Belén. Cuando el ángel habló de “un Salvador, Cristo el Señor” reveló la verdad más grande jamás antes dicha. Veamos por qué Jesús es el Verdadero Augusto al compararlo con el César de esta historia, revelando una grandeza mayor que la suya.

I. REVELÓ SU GRANDEZA EN UN POBRE NACIMIENTO

a. “Un edicto de parte de Augusto César…” (vers. 1b)

Este pasaje comienza con una fecha muy importante en el nacimiento de Jesús, y nos lleva a esta pregunta. ¿Qué importancia tuvieron esos dos gobernantes en los hechos del nacimiento de Cristo? Las palabras “aconteció aquellos días” no es una referencia a un cuento de hadas, si no a algo que pasó, pero a su vez coincidió con el tiempo profético de Dios. Esta es una historia de dos grandes reyes. Uno de ellos se sienta en el trono como gobernante y emperador de Roma, el mayor poder sobre la faz de la tierra para ese tiempo.

El segundo rey no se sienta en un trono, sino que está acostado en una cuna de paja. Pero ese pequeño rey es el Rey de reyes. Él gobernó sobre el rey de Roma, y sigue gobernando porque es el Rey eterno, y lo hace sobre toda creación ahora, y lo hará en su nueva creación.

Por otro lado, esta historia habla de un decreto terrenal emitido y ejecutado por el emperador de Roma. Y si bien esto obligó a todos a regresar a sus ciudades de origen para registrarse en el censo, y por eso vemos a José caminando con su mujer embaraza (vers. 5), el decreto de César Augusto hizo cumplir un decreto más antiguo, hecho en la eternidad, registrado previamente por Isaías 7:14 y Miqueas 5:2.

b. El nacimiento del verdadero “Augusto”.

Cesar Augusto, llamado Octavio, fue probablemente el más célebre de los emperadores romanos y el segundo en la larga lista de ellos por ser nieto de Julio César. Era el favorito de aquel emperador. Cuando Julio César fue asesinado leyeron su última voluntad, y el senado Romano nombró a Octavio como su principal heredero, dándole el título de César Augusto, que significa “el supremo, sublime, majestuoso”.

Para los judíos ese título era una blasfemia, porque sólo Dios era digno del título de “Augusto”. Pero ni los judíos, ni el mundo de ese momento supieron que el verdadero Augusto estaba en un pesebre, porque no había lugar para Él en la posada.

Augusto Cesar sin saberlo fue usado por Dios para hacer ese censo, y Dios en su única y soberana voluntad permitió el cumplimiento del tiempo exacto, el lugar exacto, la más grande de las profecías jamás conocida. Y la ironía más grande es que mientras César Augusto nació en una cuna de oro, Jesús, el Salvador y Señor del mundo, nació en una cuna de paja. Sin embargo, aunque César Augusto era el más grande rey del imperio, los piecitos que tocaban la paja del pesebre, eran los del rey del universo, el Augusto y soberano Dios.

II. REVELÓ SU GRANDEZA A LOS MÁS OLVIDADOS

a. “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias…” (vers. 8)

Lucas sigue describiendo magistralmente la noche de la navidad. Allá en las llanuras, donde se cuidaba a las ovejas reinaba la quietud. Los pastores dormían en ese silencio, y solo se oía de vez en cuando el balido de alguna oveja; ninguno ruido inquietaba la noche.

Todo estaba tranquilo. Pudiéramos pensar que el mismo Señor se aseguró que ningún lobo molestara a las ovejas en esa noche. Pero, de repente, sin previo aviso, sin ninguna advertencia, sin que ningún mensajero humano saliera a moverlos para despertarlos, un ángel del Señor se paró frente a ellos para darles un mensaje contendido en estas palabras: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO, el Señor(verss. 10-11).

Las paradojas divinas muestran al Mesías naciendo en un lugar apto solo para animales, y luego esa noticia fue dada a conocer primero a los pastores, quienes conocían bien el lugar donde nació el Salvador. A los más olvidados se les dio a conocer primero la noticia.

b. Pero, ¿quiénes eran esos hombres?

Lo que hasta ahora se ha dicho es que esos hombres eranla clase más humilde por cuidar las ovejas que se sacrifican en el templo. Ellos estaban cerca de Belén, y Belén era una ciudad de la tribu de Judá, por lo tanto, esos pastores debieron ser miembros de la tribu de Judá, asignados para esa tarea de cuidar las ovejas para los sacrificios. Pero esos pastores eran consideramos las personas menos dignas para recibir la noticia del ángel.

Eran de baja condición social, por el tipo de trabajo en el campo. Ellos eran considerados impuros por su contacto con los animales. Eran personas con falta de una educación formal, por lo tanto no podían estudiar las Escrituras. Era un trabajo exigente y requería de largas horas afuera. Por último, llevaban sobre si mismos el estigma cultural, al ser vistos como personas incultas y sin refinamientos. Pues fue a ellos a quien el ángel habló del nacimiento del Salvador del mundo.

III. REVELO SU GRANDEZA EN EL DESCENSO DE SU GLORIA

a. “… y la gloria del Señor los rodeó de resplandor…” (vers. 9)

Hubo por mucho tiempo una teofanía conocida como la manifestación visible externa del Dios invisible en el Antiguo Testamento. Pero esta teofanía en la persona del ángel viene acompañada por la llamada Shekinah. La Shekinah era la gloria resplandeciente, refulgente y cegadora de Dios mismo. Cuando esa gloria era visible, la gente ocultaba sus ojos, se sentía abrumada por ella, se arrodillaba ante ella, porque no había nada en la naturaleza que pudiera compararse con la gloria de Dios. Considere este texto.

Aquellos humildes pastores fueron sorprendidos por un ángel del Señor trayendo la Shekinah delante sus ojos. ¿Por qué esa gloria no fue revela a los sacerdotes o a los gobernantes de Jerusalén? ¿Por qué fueron aquellos insignificantes hombres a quienes se les dio a conocer la noticia acompañada de la gloria de Dios? Porque “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios” (1 Corintios 1:17). Hubo muchos años antes del regreso de la gloria de Dios, y ahora es vista nuevamente, pero revelada a humildes pastores. La gloria del César ya ha pasado, pero la Cristo permanece para siempre. Esa es la gloria que resplandecerá.

b. “Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales…” (vers. 13).

Apenas el ángel había hecho su anuncio se vio rodeado de una multitud de ángeles (a lo mejor serafines), cantando de esa gloria ahora manifiesta. Era costumbre invitar a cantores cuando nacía un bebé; mire quienes le cantan al recién nacido de Belén. No es el canto de Zacarías o el de María; son los ángeles quienes traen un coro del cielo diciendo: “Gloria a Dios en las alturas”.

Su traducción seria: “Gloria, augusta, a Dios en las alturas…” siguiendo la idea central del nacimiento de Jesús, como el “Verdadero Augusto”. De esta manera, y aunque el niño nació en la más vergonzosa humillación, el Padre lo honró con música del cielo, en lugar de música terral.

La humillación del nacimiento ha sido equilibrada con la gloria celestial. Aquellas notas angelicales las oyó José y María, y seguramente los humildes pastores, pero la melodía de aquella noche anuncia la paz de lo alto, pero esa paz no era para cualquiera, sino para los “hombres de buena voluntad”. Ese canto lo oiremos otra vez cuando estemos con Él en el cielo (Apocalipsis 15:3).

IV. REVELÓ SU GRANDEZA CUANDO FUE DADO A CONOCER

“Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido…” (vers. 15)

¿Quién puede resistir la gloria de Dios? ¿Quién puede estar de pie ante su resplandor (vers. 9)? Eso les pasó a los pastores. Sin embargo, en medio de su temor se levantaron para a ir a ver al niño de Belén (vers. 12). Cuando ellos escucharon decir que ese niño era el Salvador y Señor, no solo se disipó el temor, sino que un nuevo coraje se activó en ellos, y salieron corriendo, y dejando sus ovejas, fueron a Belén.

Ellos también esperaban por el Mesías, y ahora oyen que nació en Belén. ¿Cuál era la señal? Que el bebé estaría envuelto en una tela barata, no en un trono, sino en un pesebre. Es posible que los pastores se hicieron estas preguntas: “¿Habéis visto al ángel? ¿Habéis oído su orden? ¿Habéis oído a los cielos abiertos y ese coro de ángeles cantando gloria? ¿Qué estamos haciendo aquí parados?

¡Vámonos ahora mismo! ¡Vayamos ahora mismo a Belén! Y este fue el resultado. Ellos fueron y vieron a María y José y al niño acostado, pero no le rindieron homenaje a José, sino al niño dando a conocer “lo que se les había dicho acerca del niño”. El niño fue desde el principio el centro de interés, de adoración y de la evangelización. Porque de acuerdo con esto, los primeros evangelistas fueron unos humildes pastores. La noticia acerca de Jesús no debe ni puede ser cayada.

V. REVELÓ SU GRANDEZA EN EL CORAZÓN MATERNO

Se ha preguntado cuánto tiempo se maravillaron los pastores. Cuánto duró la emoción, cuánto duró su celo y su felicidad por la experiencia, incluyendo su conversión, no lo sabemos. Seguramente en cada navidad lo recordamos. Pero, ¿se ha puesto a pensar en el corazón maternal de María?

Después de lo que dijo, y cantar su “magníficat”, el texto simplemente nos dice que “María guardaba estas cosas meditándolas en su corazón” (vers. 19). ¿Y qué siguió haciendo ella? Ocho días después, cuando llevó al niño al templo para circuncidarlo, y se habla de él, María meditada en su corazón. Cuando ella arropaba a su hijo en la cama, seguramente ella medita en su corazón.

Cuando el niño tenía doce años y confundió a los doctores en el templo, María meditada en su corazón. Y María siguió meditando en su corazón hasta ver a su hijo morir en la cruz. Y ¿cuánto más meditó María? Seguramente lo hizo aquella mañana gloriosa del domingo cuando Él resucitó, ya no en la condición anterior, sino en su estado de gloria, triunfo, y exaltación. Nadie más supo de la grandeza de Jesús como María. Ella lo cantó en su cántico profético. Lo escuchó del ángel Gabriel, lo escuchó de los ángeles en las alturas, lo escuchó de los pastores, lo escuchó de Simeón, y también lo escuchó de Ana.

Pero fue lo dicho por Simón fue su más grande meditación, cuando se él dijo:“Una espada traspasará tu corazón”. María sufrió en su corazón, porque ella supo que su hijo nació para morir. Ella meditó en la grandeza de su hijo, pero fue la madre que tuvo al Cordero de Dios.

CONCLUSIÓN

El ángel les dio la señal a los pastores, una señal profética, diciendo: “hallareis al niño envuelto en pañales” (vers. 12). Lo que hizo al bebé de Belén el Verdadero Augusto fue su misión redentora vista en las palabras “un Salvador, que es CRISTO el Señor” (vers. 11). El niño envuelto en pañales fue su primera atadura. Hubo una segunda atadura cuando sus enemigos lo llevaron amarrado para ser su crucificado. Y la tercera atadura fueron los lienzos y el sudario con los que envolvieron en cuerpo en la tumba.

Veamos esta profecía de esta manera. María quitó las primeras tiras durante toda la infancia de nuestro Salvador y Señor. Los soldados le quitaron las ataduras de sus manos para llevarlo a la cruz, donde daría su vida para nuestra salvación. Pero el domingo de resurrección, el mismo Cristo se quitó las ataduras de su cuerpo, junto al sudario, y se levantó con un cuerpo glorificado, y ahora su ropa celestial es la más blanca y resplandeciente (Marcos 9:3).

Moisés y Elías fueron los hombres más grandes del Antiguo Testamento, pero Jesús se transfiguró en medio de ellos, no con los pañales del pesebre, las ataduras de sus manos, o la ropa de su tumba. El brillo de su ropa reflejaba de su Majestad, su Santidad y su Augusta gloria. Jesús se vistió de miseria, para que tú ahora te vista de su gloria y de su santidad.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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Julio Ruiz
Autor

Julio Ruiz

Pastor en Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen. Otros 9 años los dedicó a pastorear en Vancouver, Canadá y los últimos 9 años en Columbia Baptist Church en su ministerio hispano, donde estuvo hasta agosto del (2015). A partir de octubre del mismo año (2015) comenzó una nueva obra que llegó a constituirse en iglesia el 22 de mayo de 2016 bajo el nombre de Iglesia Bautista Ambiente de Gracia en la ciudad de Burke, Virginia. El pastor Julio es Licenciado en Teología y ha estudiado algunas cursos para su maestría en Canadá. Además de haber sido presidente de la convención bautista venezolana en tres ocasiones, también fue profesor del seminario teológico bautista. El pastor Julio por espacio de unos 18 años publica sus sermones y artículos por estos medios. Es casado con Carmen Almera Ruiz y tiene tres hijas y una nieta: Laura, Oly, Sara e Isabella. Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251-6590.

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