Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Los tres imperativos de Jesús
Lectura Bíblica: Mateo 11:28-30
INTRODUCCIÓN
En el sermón anterior les hablé bajo el título “Una invitación con promesa”. Y me basé en la generosa invitación a salvación, que les hace Cristo a todos los que están trabajados y cargados; ya sea por reglas y estatutos imposibles de cumplir, o por el peso del pecado y la culpa. A todos ellos Jesús les ofrece descanso.
Pero hoy quiero centrar mi reflexión en el llamado que le hace Jesús a los que vienen a Él, para que sirvan en su reino con humildad.
LLEVAD MI YUGO SOBRE VOSOTROS
La primera invitación de Jesús a todos los que están trabajados y cargados, es a salvación. Él promete hacerlos libres de la ley y el pecado, y liberarlos del yugo de esclavitud al que estaban sometidos. Pero ahora los llama a llevar su yugo.
Esta segunda invitación de Jesús aparenta ser contradictoria, ya que un yugo representa trabajo y carga. Pero en este caso, Jesús no está añadiendo carga a sus seguidores, sino que los está invitando al servicio y a la obediencia en su reino.
El yugo que ofrece Jesús, nada tiene que ver con el yugo que imponían los maestros de religión, que aparentaban piedad, pero eran intolerantes ante cualquier violación de la ley y las tradiciones de los ancianos. El propio Jesús dijo de ellos que “…atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”. (Mateo 23:4).
El yugo de Jesús tiene que ver con la invitación que él les hace a sus seguidores, para que acepten sus enseñanzas y vivan conforme a sus principios de vida. Es precioso ver en este llamado, como el Señor nos invita a que nos unamos a Él, a que le permitamos que nos guíe y apoye en nuestro diario caminar. Porque Él quiere caminar junto a nosotros para ayudarnos a llevar nuestras cargas. (Mateo 28:20).
Entonces, llevar el yugo de Cristo implica someterse a su voluntad, entregarle a Él el control total de nuestra vida y de nuestra familia, obedeciendo las demandas de su evangelio, y sirviendo en su reino de forma comprometida.
El apóstol Pablo se sometió al yugo de Cristo, por eso pudo decir: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios…” (Romanos 1:1). En esta declaración Pablo enfatiza su completa sumisión a Cristo, y acepta la total autoridad de Cristo sobre él.
Y APRENDED DE MÍ
Para los rabinos judíos, “tomar el yugo” significaba “ir a la escuela”. De modo que, si aplicamos este sentido a las palabras de Jesús, entonces entendemos que lo que realmente quiso decir el Señor fue: Venid a mi escuela y aprended de mí (Mateo 11:29).
Cuando aceptamos llevar el yugo de Cristo, reconociendo su señorío sobre nuestra vida, debemos permitirle al Espíritu Santo que haga realidad la vida de Cristo en nuestras vidas. Porque en las enseñanzas y principios de vida de Jesús, encontramos una guía segura para vivir una vida plena y significativa.
Aprendemos de Jesús a través de sus palabras y también mediante sus acciones y su vida. Su amor, humildad, compasión, y sacrificio son modelos poderosos para todos aquellos que anhelan vivir como Él vivió. Por lo tanto, aprender de Él significa imitar su mansedumbre, humildad, amor y compasión.
Después de lavarle los pies a sus discípulos el Señor les dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Juan 13:15).
Cuando Pedro anima a la iglesia perseguida del primer siglo, que sufrían injustamente por causa de su fe en Cristo, él los animaba recordándoles que “Cristo mismo sufrió por ustedes, y así les dejó un ejemplo a seguir para que ustedes sigan sus pasos.” (1 Pedro 2:21 PDT).
Jesucristo es el ejemplo supremo de cómo vivir una vida en armonía con la voluntad de Dios. Seguir su ejemplo implica un compromiso profundo con sus enseñanzas y una disposición a vivir con integridad y servicio hacia los demás.
QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN
En la época de Jesús, la mansedumbre y la humildad no eran cualidades valoradas por la sociedad. Sin embargo, Jesús desafió estas normas culturales al presentar estas virtudes como esenciales para aquellos que desean seguir a Dios y obedecer su Palabra.
En contraste a los fariseos y doctores de la ley, que eran soberbios, duros y orgullosos, Jesús se presenta como un Maestro manso y humilde de corazón.
Cuando venimos a la escuela de Cristo, Él nos enseña la más difícil de todas las lecciones; que no es echar fuera demonios, sanar enfermos y hablar en otras lenguas, sino cómo ser mansos y humildes de corazón. Estas dos virtudes del carácter cristiano tienen una importancia vital en el servicio a Dios, porque son las que nos capacitan para llevar el yugo de Cristo y aprender de Él.
Tanto la mansedumbre como la humildad nos permiten tener una relación más profunda y sincera con Dios, porque nos capacitan para reconocer la necesidad que tenemos de su gracia. “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, más al altivo mira de lejos.” (Salmos 138:6).
También la mansedumbre y la humildad nos ayudan a interactuar con las demás personas de manera más compasiva y comprensiva, promoviendo la paz y la unidad en el seno de la familia y la iglesia. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Filipenses 2:3-4).
Al vivir siendo mansos y humildes como Jesús, no sólo seguimos su ejemplo, sino que nuestra vida se convierte en un poderoso sermón objetivo, porque le mostramos al mundo el carácter de Jesús en nosotros. (2 Corintios 3:1-2).
El Evangelio no sólo se comunica con palabras, sino que nuestras acciones y actitudes, validan o invalidan ante los ojos del mundo el mensaje que predicamos. [1] (Santiago 1:22-25).
Y HALLARÉIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS
El resultado de tomar el yugo de Cristo y de ser su discípulo es y hallaréis descanso para vuestras almas. El Señor ratifica el descanso prometido en el versículo 28: “Y yo os haré descansar”.[2]
No se trata del descanso físico o del reposar de la conciencia, sino del reposo del corazón que se encuentra al tomar el yugo de Cristo y aprender de él la mansedumbre y la humildad.
El descanso para nuestras almas se refiere a la paz interior y espiritual que Dios nos brinda en todo tiempo y en cualquier circunstancia. Esta paz supera las dificultades y preocupaciones de la vida diaria. (Filipenses 4:7; 2 Tesalonicenses 3:16).
Cuando seguimos las enseñanzas y el camino de Jesús, y confiamos en su guianza y dirección, seguro que vamos a encontrar descanso del estrés y la ansiedad, que muchas veces vienen asociado a nuestras responsabilidades y desafíos de la vida.
Pero este descanso también implica una relación más profunda y significativa con Dios, que no viene por el interminable esfuerzo infructuoso para obtener salvación por medio de buenas obras (Hebreos 4:1–3, 6, 9–11), sino en la confianza y la fe que tenemos en el sacrificio de Cristo. Es un permanente respiro en la gracia de Dios manifestada en Jesús.[3]
PORQUE MI YUGO ES FÁCIL, Y MI CARGA LIGERA
La palabra fácil viene del griego crestos, que entre sus muchas acepciones, se puede traducir como que encaja bien, en contraste con lo duro y brusco.[4] Una traducción literal del griego diría: “Mi yugo encaja bien”, por eso es fácil de llevar.
Explica W. Barclay que en Palestina se acostumbraba llevar los bueyes al carpintero para que le hicieran el yugo justo a la medida del animal, así se evitaba que le hiciera daño. El yugo se hacía a la medida, como una prenda de vestir, para que le encajara bien al buey.
En este sentido, la vida y misión que Jesús nos da, está diseñada justo a nuestra medida para que nos vaya bien, porque encaja perfectamente con nuestras necesidades y habilidades.[5]
También debemos recordar que en la época de Jesús, los líderes religiosos imponían muchas reglas y cargas pesadas sobre las personas. En cambio, el yugo de Jesús es fácil porque se basa en el amor, la gracia y la relación con Dios, no en una lista interminable de reglas y normas que son imposibles de cumplir.
Jesús nos ofrece una carga ligera que transforma nuestras vidas, brindándonos propósito, esperanza y una relación renovada con Dios. Su gracia es suficiente en todo momento de necesidad.
Esta expresión de Jesús no significa que no habrá problemas, pruebas o dolores en la vida cristiana como he dicho en otras ocasiones. (Juan 16:33). Pero al llevar el yugo de Jesús, eso garantiza que no llevaremos las cargas en solitario, porque Jesús camina junto a nosotros, guiándonos y apoyándonos, y aligerando el peso de esas cargas.[6] (1 Corintios 10:13).
Servir a Jesús en su reino no es una carga esclavizante, sino un privilegio inmerecido, fruto de la gracia y la libertad que sólo se encuentra en la vida en Cristo. Libertad que nos libera de la carga del pecado y nos permite vivir una vida plena y significativa en el Señor.
CONCLUSIONES
Los tres imperativos de Cristo: “Venid a mí”, “llevad mi yugo” y “aprended de mí”, están centrados en su persona, y enfatizan su deseo de que sus seguidores desarrollen una relación personal más cercana con Él. Es una invitación a compartir su camino y sus enseñanzas, viviendo la vida cristiana siguiendo su ejemplo. Estos imperativos nos llaman a transformar nuestro carácter para ser cada vez más como Él.
“Jesús nos invita a la salvación y nos llama a servirle con humildad, recordándonos que todo lo que logramos es por su gracia.”
LLAMADO A SALVACIÓN…
LLAMADO A UN SERVICIO MÁS HUMILDE Y COMPROMETIDO
[1] https://frutodelespiritu.com/lecturas/lectura?slug=reflejando-a-cristo-la-importancia-de-vivir-conforme-a-su-ejemplo-S5M0vWSGU
[2] Hendriksen, W. (2007). Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo (p. 528). Libros Desafío.
[3] MacArthur, J. (1997). Biblia de Estudio MacArthur (Mt 11:29). Thomas Nelson.
[4] Vine, W. E. (1999). En Vine diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo (electronic ed.). Editorial Caribe.
[5] Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 107). Editorial CLIE.
[6] MacDonald, W. (2004). Comentario Bíblico de William MacDonald: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento (p. 549). Editorial CLIE.
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