Nuestra nueva identidad en Cristo

David N. Zamora

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Definiendo mi identidad

Nuestra nueva identidad en Cristo

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Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Nuestra nueva identidad en Cristo

Introducción

En el contexto bíblico, los cambios de nombre representan una nueva identidad o misión que Dios otorga a la persona. Estos cambios están ligados a los planes y propósitos que Dios tiene para quien recibe el nuevo nombre. Es la manera en que Dios revela su propósito y traza un nuevo camino para esa persona.

Cada vez que Dios le hablaba a la persona pronunciando el nuevo nombre que había recibido (nueva identidad o ministerio), le recordaba las implicaciones de su llamado. Este llamado estaba ligado a una promesa divina y a una responsabilidad en el cumplimiento de la tarea que Dios les había asignado.

CAMBIOS DE NOMBRES EN LA BIBLIA

De Abram a Abraham. “Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.” (Génesis 17:5).

Al cambiar su nombre de “padre exaltado” (Abram) a “padre de multitudes” (Abraham), Dios no solo le otorgó una nueva identidad, sino que también le reveló su propósito y misión en la vida.

Este cambio de nombre marcó el inicio de un pacto eterno entre Dios y Abraham (Génesis 17:7), en el cual Abraham sería el padre de una multitud de naciones y reyes[1] (Génesis 17:6).

En un sentido espiritual, sus descendientes son aún más numerosos. La Biblia dice que todos los que pertenecen a Jesucristo, sean judío o gentil, varón o mujer, son “linaje de Abraham, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:29). Abraham es conocido como el padre de la fe para muchas generaciones. (Romanos 4:11,16).

No importa nuestras limitaciones humanas, Dios ve nuestro potencial a través de su plan eterno.

De Sarai a Sara. “Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre.” (Génesis 17:15).

Este cambio de nombre, de “princesa” a “princesa de naciones” o “mujer de alto rango,” confirma los planes y propósitos de Dios para Sara.

A pesar de ser una mujer estéril y anciana, Dios le prometió que sería madre de naciones y que reyes vendrían de ella. La promesa se cumplió a través de Isaac, el hijo de la promesa, lo que demuestra la fidelidad de Dios a sus palabras.

Este es uno de los miles de ejemplo de cómo el Dios de la Biblia puede transformar vidas y cumplir sus promesas, sin importar las circunstancias, porque Él nos llama a propósitos que van más allá de nosotros mismos.

De Jacob a Israel. “Tu nombre no será ya Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” (Génesis 32:28).

Este cambio de nombre ocurre después de un encuentro transformador que tuvo Jacob con Dios mientras se preparaba para encontrarse con su hermano Esaú.

Jacob luchó con un varón, que según el profeta Oseas 12:4, era un ángel. Algunos interpretan que este ángel era el Ángel de Jehová, considerado como una teofanía, o quizás el Cristo pre-encarnado.

Jacob le dijo a este varón: “No te dejaré, si no me bendices”. Fue entonces cuando su nombre cambió de Jacob, que significa “suplantador o engañador,” a Israel, que significa “el que lucha con Dios y vence” o “príncipe de Dios.” (Génesis 32:22-26).

Ahora Jacob ya no es visto como alguien que engaña o suplanta, sino como alguien que ha luchado con Dios y los hombres, y ha vencido. Este nuevo nombre, Israel, refleja su nueva relación con Dios y su papel en la historia del pueblo de Israel.

Es realmente indiscutible que un encuentro genuino con Dios puede transformar nuestras vidas, nuestra familia, y redefinir nuestro propósito y futuro. En Cristo, nuestra vieja naturaleza queda atrás y somos llamados a ser más que vencedores por medio de aquel que nos amó. (Romanos 8:37; 1 Juan 5:4).

De Simón a Pedro. “Jesús le dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).” (Juan 1:42; Cf. Mateo 16:18). Jesús renombra a Simón, que significa “Dios ha escuchado”, por el de Pedro (gr. Petros), que significa “piedra” o “roca”.

Antes de este cambio de nombre, Pedro no era una roca en su carácter, pero Jesús lo moldeó para que cumpliera su llamado. Él representaría un papel clave como líder en la expansión del evangelio y en la construcción de la comunidad cristiana, guiado por el Espíritu Santo.

En el libro de los Hechos, observamos cómo Pedro se convierte en esa figura clave para la expansión y consolidación de la fe cristiana durante los primeros años de la iglesia, cumpliendo así el propósito que Jesús le había encomendado.

Es que, en Cristo, ya no somos definidos por nuestras debilidades, sino por el propósito que Dios tiene para nosotros, y por el poder transformador de su gracia. (Efesios 2:10).

De Saulo a Pablo. El nombre Saulo reflejaba sus raíces judías, mientras que Pablo (Paulus en latín) significa “pequeño” o “humilde”, y representa su ciudadanía romana. (Hechos 13:9).

Este cambio demuestra la disposición de Pablo de conectarse con las culturas no judías y llevar el evangelio a todo el mundo grecorromano. (Hechos 9:15-16).

Saulo de Tarso era un fariseo fervoroso, profundamente comprometido con las tradiciones judías. Era ampliamente reconocido y temido por su implacable persecución de los cristianos. Sin embargo, tras un encuentro con Jesús en su camino hacia Damasco, vivió una transformación profunda que alteró por completo el curso de su vida. Este cambio lo llevó a convertirse en uno de los apóstoles más influyentes del cristianismo, difundiendo el mensaje de Cristo más allá del entorno judío.

Su transformación demuestra el poder de la gracia divina para cambiar vidas: De perseguidor a apóstol. (Gálatas 1:23; Filipenses 3:6; 1 Timoteo 1:13).

NUESTRA NUEVA IDENTIDAD EN CRISTO

El nuevo nombre que recibieron estos personajes bíblicos revela el plan de Dios para ellos y la nueva misión que les asignaba en la vida. Este nuevo nombre estaba relacionado con su carácter, una experiencia, un llamado especial de Dios o una promesa otorgada.

La Biblia nos asegura que cuando venimos a Cristo, nuestra identidad cambia por completo. Aunque nuestro nombre siga siendo el mismo, nuestra identidad se transforma completamente. Ya no somos quienes éramos antes. Cristo nos otorga una nueva identidad, basada en su amor, gracia y redención.

En su carta a los Efesios el apóstol Pablo dice que antes de conocer a Cristo, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Éramos esclavos del pecado, con una identidad rota por la separación de Dios. Nuestra identidad estaba dominada por el pecado y la desesperanza. Estábamos perdidos y desorientados, buscando en el mundo algo que pudiera satisfacer nuestra necesidad más profunda. (Efesios 2:1-3).

Pero al venir a Cristo experimentamos un cambio radical. Dice la Biblia que “somos rescatados de las tinieblas satánicas y trasladados al reino de su Hijo amado, quien compró nuestra libertad con su sangre preciosa y perdonó nuestros pecados.” (Colosenses 1:13-14 NTBAD).

Es glorioso saber que, al ser libertados del poder las tinieblas, el Señor Jesucristo nos da una nueva posición, una nueva esperanza, una nueva dirección, y una nueva identidad.

Si estamos en Cristo, somos “nueva criatura”. Las viejas maneras de pensar, vivir y actuar quedan atrás. El pecado ya no define nuestra identidad, no es quien dicta nuestra acciones y actitudes, porque en Cristo encontramos un nuevo comienzo con nuevas metas y nuevos desafíos. (2 Corintios 5:17).

La transformación que experimentamos en Cristo no es un lavado de cerebro ni una manipulación psicológica. Es un cambio tan profundo en el corazón y en la mente que lleva a quien lo experimenta a vivir para Cristo, sin importar las consecuencias. (Filipenses 3:7-11).

CARACTERÍSTICAS DE NUESTRA NUEVA IDENTIDAD EN CRISTO

Al recibir a Cristo, nuestra nueva identidad se caracteriza por una relación íntima con Dios y tiene una repercusión social significativa.

En Cristo se nos da el derecho de ser llamados hijos de Dios. (Juan 1:12; Efesios 1:5). Y si somos hijos, también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. (Romanos 8:17). Y venimos a formar parte de la familia de Dios (Efesios 2:19). Ya no somos más esclavos del temor, ahora somos hijos de Dios.

La Biblia nos asegura que nuestra nueva identidad en Cristo nos otorga paz con Dios, ya que somos justificados y perdonados por medio de la fe en Cristo (Romanos 5:1). Por lo tanto, no necesitamos cargar más con la culpa del pasado. Hemos sido absueltos y declarados libres del pecado y de la condenación eterna. Nuestra nueva identidad en Cristo nos permite disfrutar del gozo y la paz que alcanzamos en Él. Ya no somos más esclavos del pecado, ahora somos hijos de Dios.

Otra de las características de nuestra nueva identidad en Cristo es que se nos asigna una nueva tarea en la tierra: ser embajadores de Cristo, es decir, representantes de su reino aquí en el mundo. (2 Corintios 5:20).

Un embajador es una persona que vive en otro país, pero es ciudadano de su país de origen. De manera similar, el cristiano vive en el mundo, pero no forma parte de él (Juan 17:14; 1Juan 2:15); participa en la vida y las actividades del mundo, pero es ciudadano del cielo (Filipenses 3:20). Ya no somos más extranjeros; ahora somos embajadores de Cristo.

La nueva identidad que recibimos en Cristo nos distingue del mundo, ya que nuestra vida ahora refleja el carácter de Cristo, visible a través del fruto del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23).

El fruto del Espíritu no es algo que el hombre pueda producir por sus propios esfuerzos. Es el resultado directo de la acción del Espíritu Santo, quien santifica y modela el carácter de Cristo en nuestras vidas. Por eso, forma parte integral de nuestra nueva identidad en Cristo.

CONCLUSIÓN

Así como Dios cambió los nombres de Abram, Sarai, Jacob, Simón y Saulo, Él también nos otorga una nueva identidad en Cristo, que se convierte en el fundamento de nuestra nueva vida como creyentes.

Dejemos atrás el peso de nuestro pasado y disfrutemos la nueva vida como hijos de Dios. Ya no somos definidos por nuestros errores o circunstancias, sino por la gracia y el amor de Dios que nos ha alcanzado. Ahora vivimos como nuevas criaturas, llamadas a reflejar su carácter, cumplir su propósito y caminar en la victoria y plenitud que solo Él puede dar.

La nueva identidad que recibimos en Cristo nos otorga esperanza, propósito y la capacidad de vivir de acuerdo con el plan de Dios para nuestras vidas.

Llamado a la acción a salvación: Si aún no has experimentado esta transformación en Cristo, hoy es el día para recibirle en tu vida.

Llamados a la reflexión: ¿Estás viviendo de acuerdo con lo que Dios ha dicho de ti? Haz un compromiso hoy para seguir creciendo en esa nueva identidad y vivir para su gloria.

[1] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T… (1993–). Comentario bíblico mundo hispano Genesis (1. ed., p. 111). Editorial Mundo Hispano.

© David N. Zamora. Todos los derechos reservados.

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David N. Zamora
Autor

David N. Zamora

Ministro Ordenado de las Asambleas de Dios y Pastor Principal de la Iglesia Misionera de Tampa. Con títulos en Teología y Biblia de EDISUB e ISUM. Casado con Raquel Gonzalez

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