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Las señales distintivas de un hijo de Dios

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Predicas cristianas predica de hoy: Las señales distintivas de un hijo de Dios

Predica cristiana lectura bíblica de hoy: 1 Juan 3:1-24

INTRODUCCIÓN:

Todo hijo pareciera llevar consigo mismo la marca indeleble de un asombroso parecido con su padre. Hay hijos que son iguales a sus padres en su físico, su caminar y en no pocos casos hasta en su carácter. Algunos dicen con frecuencia: “Tienes el mismo carácter de tu padre” o en su defecto, el mismo carácter de tu madre.

Los rasgos congénitos necesariamente nos llevan a una conexión con nuestros progenitores. Tales consideraciones me han pensar que si un hijo se parece a su padre, tanto que algunos hasta los confunden cuando se encuentran con ellos. Los hijos de Dios deberían también tener un parecido a su Progenitor que es Dios. ¿Cómo será eso que un hijo de Dios se parezca a Él?

¿Cuáles serían sus características? Más aún, ¿cómo parecerse a Dios si el es espíritu? Este asunto de compararnos con Dios se hace mucho más cuesta arriba cuando sabemos que somos seres falibles, finitos, pecadores y limitados, frente a un Dios que es todo lo contrario a nosotros, debido a su naturaleza santa y divina.

Entonces, ¿podemos parecernos a Dios? Si somos sus hijos, ¿cuáles serán nuestros rasgos para que nos parezcamos a el? Bueno Juan en el tercer capítulo de su carta nos presenta un cuadro que pudiera describir las características indelebles de un creyente con las que e reflejaría su parentesco con el Dios de los cielos. Veamos cuales son las señales distintivas de un hijo de Dios.

I. UN HIJO DE DIOS HA SIDO CONCEBIDO POR EL AMOR DE DIOS

Una traducción más contemporánea del versículo uno que dice: “!Fijaos que clase de amor nos ha concedido el Padre: que nos llamara hijos de Dios!”.

En la cultura popular la gente se refiere a todos los seres humanos como “hijos de Dios”. Y si bien es cierto que esto tiene su importancia debido a que toda la humanidad proviene de Dios, no todos son hijos de Dios. Alguien definió esto al hablar de una relación paterna y paternal. En el aspecto paterno muchos traen hijos al mundo, pero lo paternal define una relación mucho más intima con el padre. Así es como funciona con Dios.

La humanidad es hija de Dios por ser él el responsable de su creación, pero solo llegamos a tener una relación paternal cuando le conocemos como el salvador. Así que Juan nos habla del privilegio más sublime que jamás el hombre pueda conocer, no solo que nos llame sino que somos hijos de Dios.

Juan reconoce que por esa relación que tenemos con Dios, el mundo no nos conoce. Luego nos dice el versículo 2 que “ahora somos hijos de Dios” con una afirmación muy categórica. Pero note lo que le sucederá a los hijos de Dios cuando Cristo venga.

II. UN HIJO DE DIOS POSEE UNA ESPERANZA PURIFICADORA

Solo los hijos de Dios que tengan una relación paternal podrán, según la última parte del versículo 2, encontrarse cara a cara con Jesucristo cuando regrese en su venida. Para los tales que tienen esa esperanza viva, cada día se purifican. Esta es la esperanza viva que posee un hijo Dios como resultado de la resurrección de Cristo (1 Pe. 1:3).

El hijo de Dios es el único que tiene una esperanza viva.

Su anhelo es ver un día a Dios. Un hijo de Dios va indiscutiblemente a un encuentro con su salvador. Sea que muera y vaya a su presencia, o sea que Cristo venga y sea transformado. No hay manera que un hijo de Dios escape a ese encuentro.

Para eso fue salvado. Así, pues, el saber que al ver al Señor en gloria seré semejante a él me compromete a vivir de tal manera que pueda ser digno de aquella nueva naturaleza que tendré. ¿Por qué Juan dice que esta esperanza purifica a un hijo de Dios?

Hermanos, estamos de camino para ver a Cristo. Imagínese que usted ha tenido la esperanza de ver al presidente de esta nación. Un buen día recibe una llamada de la Casa Blanca porque el Señor presidente quiere verle, ¿cómo se presentaría ante el?

Le aseguro que si no tiene un traje se lo compraría. Procuraría estar en la mejor presentación debido a la alta investidura de un jefe de estado. Bueno, ¿cómo piensa usted que debe ser nuestra espera cuando sabemos que la tierra será visitada por el más alto dignatario del universo? La Biblia nos dice que debemos ponernos la ropa de la santidad para verle (He. 12:14).

III. UN HIJO DE DIOS CONOCE LA NATURALEZA ACTIVA DEL PECADO

A partir de ahora Juan comienza a utilizar una serie de versículos (4-9) con los que describe la naturaleza del pecado de una forma activa y sus consecuencias en la vida del creyente. Un hijo de Dios es la persona que mejor conoce la naturaleza del pecado, pues sabe lo que hace, quien murió para vencerlo y los efectos de vivir practicándolo.

Lo primero que hace es definir la naturaleza del pecado. Juan explícitamente dice que el pecado es “infracción de la ley”. Es quebrantar una ley de una manera consciente. Es obedecer mis instintos antes que obedecer a Dios. Si bien la muerte de Cristo quita el pecado del mundo, el pecado cuando obra en la persona, lo trae otra vez, por lo tanto hace que la obra del Señor no sea efectiva.

Por otra parte, el pecado hace que olvidemos la presencia de Cristo en nosotros y nos dejamos arrastrar por todo lo que él hará una vez que le obedecemos. Juan nos lleva a otra dimensión del pecado cuando nos habla de su origen. Cuando alguien practica el pecado esta revelando que su pertenencia no es divina sino del diablo.

Esto es duro, pero no puede minimizarse. Satanás es el padre del pecado y quien lo practica le tiene como su dueño. Pero Juan no se queda allí. Un hijo de Dios conoce quien ha vencido a Satanás, por lo tanto el creyente puede vencer al pecado.

IV. UN HIJO DE DIOS AMA A SU HERMANO SIN DISTINCIÓN ALGUNA

Ahora Juan nos introduce en un asunto muy serio para hacer una diferencia entre un hijo de Dios y un hijo del diablo. La distinción se da cuando se comete injusticia hacia mi hermano y también mi falta de amor por el. Juan es un abanderado en este tema de amar a los hermanos tal y cual son.

Pone el asunto de amarnos los unos a los otros como un mandamiento, no como una opción. Y como para que este tema quede muy grabado en la mente de sus lectores, nos lleva a una comparación extrema al decir que no seamos como Caín, quien por ser del maligno, mató a su hermano.

A uno le sorprende que Juan ponga como ejemplo el caso de Caín y Abel, el primer crimen de la humanidad. Pero Cristo ya había dado también su veredicto sobre esto de amarnos los unos a los otros.

Cuando hablo de lo que dice el mandamiento “no mataras”, introdujo la interpretación de esa palabra, diciendo que cualquiera que se enoje, o que le diga necio o llame fatuo a su hermano, queda convicto de juicio (Mt. 5:22). Es muy serio este asunto de amar al hermano como una característica distintiva de un hijo de Dios.

Cuando me doy la licencia de hablar mal, de condenar y hasta de mandar al infierno a alguien por quien Cristo murió, me estoy tomando el lugar de Dios quien es el único que juzgara a los suyos y a los no suyos.

V. UN HIJO DE DIOS LLEGA SER ABORRECIDO POR EL MUNDO

El versículo 13 nos da otra característica de un hijo de Dios. Para algunos les parecerá un tanto extraño, pero mi amistad con el Señor creara un conflicto con el mundo, pues como ya hemos dicho anteriormente “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.

Esto, pues, plantea que el mundo nos aborrecerá porque amamos a Cristo. ¿Ha visto como muchos creyentes en este siglo están siendo ejecutados por el odio ciego de otras religiones que no aceptan el cristianismo? Juan nos dice que no debemos extrañarnos si eso sucede.

El mundo nos odiará en la medida que nosotros no nos acoplamos a el y a sus deseos. El mundo nos aborrecerá en la medida que nos esforzamos arrebatarle las almas que están cautivas allí por la obra de Satanás. El mundo nos aborrecerá cuando vea que nuestro estilo de vida esta en línea contraria a sus modas, deseos y valores.

Los creyentes del primer siglo entendieron muy bien lo que Juan esta escribiendo. De hecho, es posible que cuando el escribe estas cartas, así como su Apocalipsis, ya estaría en el destierro por ser aborrecido. Así que esta es una señal distintiva que somos hijos de Dios si el mundo nos aborrece. Cristo también lo había dicho anticipadamente a través del mismo Juan 15:18. Si el mundo le aborrece eso es buena señal.

VI. UN HIJO DE DIOS VIVE PARA BUENAS OBRAS

El versículo 17 es un texto con un llamado profundo. Es un llamado para revisar mi fe, sobre todo como lo presenta Santiago, por aquello que la fe sin obras es muerta. Una señal distintiva de un hijo de Dios es que posee una vida que puede ser compartida. De esta manera podemos ver que el evangelio conduce a los hombres a tener un corazón abierto, pero también una la mano abierta. Los bienes que nos han sido dados no son solo para satisfacer nuestras despensas y suplir para los nuestros.

Juan sabía que después de las puertas de nuestras casas hay muchos necesitados y es con ellos que no debemos cerrar nuestro corazón para dar. Unas de las bienaventuranzas olvidadas y que no están dentro de las que Jesús dijo en su llamado “Sermón del monte”, nos la ha presentado Pablo en Hechos 20:35 cuando dijo que el hombre bienaventurado no es el que recibe sino el que da.

El texto pareciera darnos otro mensaje, pues da la impresión que los que tienen bienes en este mundo son los que tienen que compartir para los necesitados. Pero la verdad bíblica es la misma. Nadie es tan pobre que no tenga nada para ayudar a otro que es mas pobre que el. Vea el caso de los macedonios (1 Cor. 8 y 9). El más grande ejemplo de dar es Dios, quien no solo nos creo sino que dio a Hijo para salvarnos. . La vida cristiana tiene su esencia en el compartir, esa es la razón de la pregunta del v. 17, 18. Compartamos con otros a Cristo.

VII. UN HIJO DE DIOS PERMANECE POR SER MORADA DEL DIOS TRINO

Este capítulo no podía terminar mejor. Vea los últimos versículos 23 y 24. Este capítulo no podía terminar mejor. Vea los últimos versículos 23 y 24. Lo primero que Juan destaca es que creamos en el nombre de Jesucristo. Lo que hace salvo a un hijo de Dios es su fe en el nombre de Cristo.

Su nombre significa salvación, perdón, consolación, provisión y vida eterna. Juan enfatiza que creer en ese nombre es un mandamiento si queremos ser salvos. Los apóstoles dijeron que “no hay otro nombre dado a los hombres” en que podamos ser salvos. Pero además de Cristo, Juan nos dice que al guardar los mandamientos la presencia del Dios Padre también esta con nosotros y es eso lo que nos hará permanecer hasta el final.

El auténtico hijo de Dios no va y viene, sino que permanece. Y la promesa no es solo que el hijo permanece por su propia cuenta en Dios, sino que es Dios quien se asegura de permanecer en el para darle su seguridad. Nadie podrá explicar de una manera científica la presencia del Hijo, del Padre y del Espíritu.

Una operación de corazón abierto no hará visible la presencia de la Divinidad en el creyente. Pero eso es tan real como saber que respiro para mi supervivencia. Al final del texto Juan completa toda la idea para decirnos que nosotros si sabemos que permanecemos en Dios por el Espíritu que nos ha dado.

¿Qué privilegio tiene un hijo de Dios? 

Él es morada del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que yo sepa a nadie más se le ha conferido esta distinción del cielo. Semejante privilegio debe conducir al creyente a vivir como tal, como un hijo de Dios, a través de una vida santa y apartada para Él. Pero para quien no es un hijo de Dios aquí tenemos un llamado para serlo.

CONCLUSIÓN:

En su libro, Juan nos lleva a un texto con el cual concluyó este mensaje. Allí nos dice: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12, 13).

Un hijo de Dios tiene un origen completamente divino. Ha sido creado por exclusividad de Dios por medio de Jesucristo. Y por esta distinción que se nos otorga somos llamados a vivir como lo que realmente somos. Que estas señales nos distingan frente al mundo que no conoce a Dios, pero que tengamos la pasión para que otros tengan nuestra naturaleza, la de hijos de Dios.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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1 comentario en «Las señales distintivas de un hijo de Dios»

  1. Predica sencilla y entendible, practica para todo cristiano, además una buena enseñanza para desde el que inicia en los caminos del Señor hasta el más avanzado en cuanto a estudios se refiere. Gracias pastor y bendiciones

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