Estudios Biblicos
Estudios Biblicos Prédica de Hoy: La fe como fruto
INTRODUCCIÓN
En la lección pasada analizamos sobre la fe que salva. Es esa fe puesta por Dios sobre todos nosotros, con el fin de llevarnos a la salvación; porque no quiere que ninguno se pierda; sino que todos procedamos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Vimos también que es el hombre el que tiene el libre albedrío para dejar que esa fe afecte su mente, sentimientos y se decida por Cristo y sea salvo.
Una vez que ha tomado la decisión por Cristo, este es totalmente perdonado y comienza a pasar por un proceso de crecimiento y maduración hasta llegar a la imagen de un varón perfecto conforme a Cristo. Pero algo pasa con este tipo de fe, igualmente con las otras dos, y es que debe crecer.
La fe que salva, es como una semilla que necesita caer en buena tierra para crecer y multiplicarse. Por eso se entiende perfectamente la orden del Apóstol Pedro en el pasaje que estamos estudiando de 2 Pedro 1:5 “Añadid a vuestra Fe Virtud”, no se puede quedar tal cuál como cuando es recibida, sino tiene que crecer.
LA FE COMO FRUTO.
El segundo tipo de fe la encontramos en Gálatas 5:22 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, Bondad, Fe”.
En la Biblia, la palabra griega traducida como “fe” es “pistis”, que también puede traducirse como “fidelidad” (Nueva Versión Internacional). De hecho, según Zondervan NIV Bible Commentary, su significado en Gálatas 5:22 apunta más hacia el de “confianza o seguridad” (comentario de Gálatas 5:22).
La definición bíblica más clara de “pistis” se encuentra en Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Por lo visto, la fe como fruto del Espíritu se traduce mejor como fidelidad. En Romanos 1:17 hallamos una cita que hace el apóstol Pablo de Habacuc 2:4. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”.
Este texto en hebreo tiene definitivamente el sentido de “fidelidad”. Pero debemos recordar que en el Nuevo Testamento jamás se habla de la fe como una actitud mental solamente. Siempre se da la idea de fidelidad y obediencia a Dios.
En Gálatas 5: 19-23 (Leer), se hace un contraste bien marcado entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Esto es también una prueba más de que la fe como fruto es esencialmente la fidelidad del cristiano.
La Biblia también nos dice que, como sucedió con Abraham, nuestra fe se desarrolla a medida que comprobamos la fidelidad de Dios a sus promesas y usamos el poder que nos ha dado por medio del Espíritu Santo para obedecerle y acercarnos a Él (Romanos 4:18-22). Ser fiel a Dios implica confiar y creer plenamente en Él y todo lo que promete.
Además, en Hebreos 1 —comúnmente conocido como el “capítulo de la fe”— leemos que “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (vers. 3). La fe nos confirma la existencia y amor de nuestro Creador y nos impide creer que la vida humana es producto del azar.
Pero la fe verdadera va mucho más allá de creer en algo; como dice Pablo, es un camino de vida: “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).
En Tito 1:9, Pablo también nos enseña que la fe implica lealtad, pues una de las cualidades necesarias en un ministro es ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”; es decir, ser leal a las enseñanzas de la palabra de Dios.
En otras palabras, el fruto del Espíritu de la fe implica confiar plenamente en Dios y permanecer fiel a Él y sus doctrinas.
¿Por qué quiere Dios que le demostremos lealtad?
Hoy en día, la lealtad no es una cualidad común. El mundo está lleno de versiones diferentes de cristianismo, todas afirmando que son fieles a Dios y sus doctrinas pero dispuestas a tergiversar la verdad bíblica según lo que más les convenga. Y, a nivel personal, la infidelidad y deslealtad están simplemente fuera de control. Sin duda Cristo sabía lo que decía cuando preguntó si al venir “el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).
Afortunadamente, Dios no ha dejado de ser fiel a su pueblo ni de esperar fidelidad por parte de ellos. Tal como sucede con todo el fruto del Espíritu, Dios hace su parte y espera reciprocidad.
Lamentaciones 3:22-23 nos recuerda que solo “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. ¿Seremos tan fieles y leales a Él como Él a nosotros?
Mostrarnos fieles a Dios es la única manera de demostrarle cuánto confiamos en Él y cuán comprometidos estamos con su camino. Como dice Santiago 2:17-20, “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”.
Nuestra fidelidad —o falta de ella— inevitablemente influirá en la manera en que amamos a Dios y a otras personas y cuán leales seremos tanto a nuestro Creador como a nuestro prójimo y la sana doctrina.
Buenos ejemplos de fe.
Hebreos 11 menciona a Abraham y Sara como ejemplos de fidelidad por sus muchos actos de fe. Abraham se puso en las manos de Dios y dejó su hogar sin saber a dónde iba, habitó en tierra extraña con su esposa y esperó pacientemente en las promesas de Dios.
Por su parte, Sara confió en la promesa que Dios le había hecho y recibió fuerza para dar a luz aun siendo de edad muy avanzada. Además, cuando Dios le ordenó a Abraham sacrificar a su único hijo, él estuvo dispuesto a hacerlo porque confiaba plenamente en el poder de Dios para resucitarlo.
Sin importar la época en que vivamos, el ejemplo de fe de Abraham y Sara nos enseña importantes lecciones de compromiso, fidelidad a Dios y la necesidad de actuar por convicción aun cuando la evidencia física indique lo contrario.
Aunque su fe no siempre fue perfecta, Abraham y Sara supieron poner a Dios primero y Él los bendijo abundantemente. Dar la espalda a todo lo que Dios no aprueba e ir hacia adelante confiando solo en sus promesas como Abraham lo hizo, es realmente una prueba de fe.
Malos ejemplos.
Sin embargo, Abraham y Sara también cometieron errores que debemos evitar. Su historia (Génesis 12 al 24) en realidad fue lo que llamaríamos una “travesía de fe“. Hubo ocasiones en que ambos tuvieron problemas para aceptar lo que Dios les había dicho y confiar en sus promesas. (Pero con el tiempo volvían a afirmar su convicción de que Dios tenía el poder para hacer lo que decía y lo haría.)
Por ejemplo, Abraham, desconfió de la protección de Dios y mintió diciendo que Sara era su hermana en dos ocasiones (Génesis 12:11-20; 20:2-13).
Y, no creyendo que podría darle un hijo a Abraham, Sara insistió en usar a su sierva Agar para dar a luz al hijo de la promesa, lo cual generó grandes conflictos y sufrimiento —especialmente cuando nació Isaac, el verdadero hijo de la promesa (Génesis 16:1-15). De hecho, ambos se rieron cuando Dios les dijo que tendrían un hijo (Génesis 17:17; 18:12). A pesar de su fidelidad en líneas generales, es obvio que tenían importantes lecciones de fe que aprender.
A veces, las cosas que Dios nos pide o dice en la Biblia pueden parecernos físicamente imposibles y demasiado difíciles de creer, probablemente porque muchas de ellas (como tener un hijo a la edad de Sara) lo son.
Sin embargo, debemos recordar que nada es imposible con la intervención y ayuda de Dios. A Abraham y Sara les faltó fe para creer en esto, pero aun así Dios fue fiel y, eventualmente, ellos también lo fueron.
Alimenta tu fe.
Como podemos hacer que crezca la semilla de la fe que viene como fruto del Espíritu Santo.
Al leer la Palabra de Dios, o al estudiar la Biblia, recibes una medida de fe de Dios Romanos 10:17 dice: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo”.
La fe no proviene principalmente al orar, al suplicar o ayunar, sino Romanos 10:17 sería solo una sugerencia. La Biblia nos exhorta “orar siempre”, así que la actitud para orar será esencial, pero la fe proviene por el oír y luego por aplicar la Palabra de Dios.
Deberás continuar leyendo y estudiando la Palabra de Dios para que tu fe crezca. En 2 Tesalonicenses 1:3 dice: “tu fe se acrecienta cada vez más” viviendo conforme a las promesas de Dios en la Biblia.
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