No nos cansemos de hacer el bien

Julio Ruiz

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Bosquejos Biblicos - Defendamos nuestra fe

No nos cansemos de hacer el bien

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Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: No nos cansemos de hacer el bien

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Gálatas 6:6-10

INTRODUCCIÓN:

Es natural cansarse en la vida. Nos cansamos de hablar, de llorar, de reír, de esperar, de creer y soportar. El cansancio es explicable. Esto forma parte de la vida desde que nacemos hasta que morimos. Usted se va a la cama en la noche porque está cansado. Así que es natural el cansancio físico, pero también nos cansamos en nuestras emociones. Un día usted no se cansará más porque Dios le dará un cuerpo nuevo en la resurrección de los muertos.

¿Se ha cansado de tolerar el carácter de una persona? ¿Se ha cansado estar dando siempre y no recibir? Seguramente que sí. Sin embargo, la Biblia nos dice que hay algo de lo que no debemos cansarnos; eso es, de hacer el bien.

Es cierto que hay personas cuyas actitudes producen un deseo de no seguir ayudándoles, y hasta sentimos que estamos perdiendo el tiempo, pero una y otra vez la Biblia nos exhorta a no abandonar esta tarea porque nos sentimos cansados. Así que hacer el bien es un mandato de parte de Dios. Es una tarea para cada creyente.

Es cierto que la maldad de muchos pareciera cerrar nuestros deseos de obrar bien y de labrar la dicha ajena, pero el mandato del texto de hoy es que no nos cansemos de hacer el bien. Cánsese de otra cosa, pero no de hacer el bien.  El llamado de este texto es para que cuidemos nuestro corazón de modo que no se cierre o se enfríe por la maldad de los otros.

La semana pasada hablamos de llevar las cargas los uno a los otros y cumplir así la ley de Cristo. Pues el mensaje de hoy es la manera práctica de hacer realidad lo que oímos. Dios nos de las fuerzas para no cansarnos de hacer el bien.   Conozcamos la naturaleza de este llamado. Por qué cumplir con este mandamiento.

I. LOS BENEFICIADOS DE LO QUE HACEMOS

a. Hagamos bien a todos (verss. 9-10a).

Esta expresión pareciera ser extraña cuando lo que vemos es una tendencia continua de hacer el mal. Me llama la atención que previo al diluvio, la frase que dominó aquel escenario, y por lo que vino después la destrucción de la humanidad era esta: Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5). Pero hacer el bien es una orden bíblica. Esto no es una opción.

La primera oración que elevamos al Señor después de adorarlo y glorificarlo debiera ir en esta dirección. Mi oración no puede ser siempre que Dios me haga bien, sino a quien puedo yo hacerle bien. El sabio Salomón nos dice: “No niegues el bien a quien se le debe, cuando esté en tu mano el hacerlo” (Proverbios 3:27).

Y nuestro Señor Jesucristo nos dice que hagamos el bien, incluyendo a nuestros enemigos (Lucas 6:35). Interesante que cuando él alimentó a los cinco mil, seguramente había buenos y malos, y no le negó el pan al hambriento. El no hacer el bien pareciera lo más fácil, pero hacerlo es una de las características del fruto del Espíritu.

b. Hagamos bien a los de la familia de la fe (vers. 10).

Este texto nos habla de un orden de prioridad. La familia de Dios tiene que ver con la iglesia donde me reúno. Son ellos los que deben ser objeto de mi consideración, misericordia y benevolencia. Esto es el mismo principio que opera para la familia. Debo primero proveer para mi familia, ellos son mis amados y esperan de mi cuidado y protección.

De la iglesia primitiva se decía que no había ningún necesitado. El interés de todos era suplir las necesidades de cada uno. El amor cristiano tiene esta característica. Feliz la iglesia que se preocupa por su gente. Nada la hace más cerca del corazón de Dios que esto. Es significativo en el texto las palabras “según tengamos la oportunidad”.

Esto quiere decir que siempre habrá una oportunidad de hacer el bien. Las oportunidades para hacer el mal están a la vuelta de la esquina. Pero el cristiano es alguien que espera y busca la oportunidad de hacer el bien. Un cristiano egoísta, que solo vive para sus intereses, que no incluye a alguien para hacerle bien en especial a sus hermanos, ha perdido el rumbo de su fe y es peor que un incrédulo (1 Timoteo 5:8).

c. Hagamos bien a los que nos enseñan la palabra (vers. 6).

Algo estaba pasando en la iglesia a los gálatas por la que Pablo les está recordando estas cosas. Cuando él habla de hacer el bien, además de mencionar a la iglesia del Señor, habla de hacerlo con los obreros que se dedican a la palabra. Algunos piensan que los judaizantes se encargaron de sembrar cizañas entre ellos, en el sentido de criticar a los obreros que les pastoreaban y ahora Pablo se ha da dado cuenta de un posible descuido en su primer compromiso.

El asunto de sostener a los que predicamos la palabra es un tema tan bíblico como cualquier otro. En el Antiguo Testamento, la tribu de Leví fue asignada para las labores del ministerio sacerdotal, y a ellos como encargados de todo el tabernáculo, se les estableció como ley su total mantenimiento. Cuando Cristo envió a los 70 para hacer la obra misionera, él habló de la importancia del sostenimiento.

Fue el mismo Cristo que dijo que el obrero es digno de su salario (Lucas 10:7). Pablo lo afirmó cuando se refirió a la siembra del evangelio (1 Corintios 9:11). La iglesia que ama a su pastor sentirá mucho gozo en sostenerlo dignamente porque él fue llamado para esta encomiable tarea. La iglesia debe hacerlo partícipe de toda cosa buena.

II. LA SIEMBRA DE LO QUE HACEMOS

a. Dios no puede ser burlado (vers. 7).

Pablo introduce un pensamiento que al momento pudiera ser visto como fuera del contexto del tema que está tratando, pero no es así. “No os engañéis” es una advertencia para aquellos que pretenden vivir un estilo de vida sin compromisos, sin entrega y sin preocupación por hacer el bien. El que no hace el bien terminará haciendo el mal.

Así que el presente texto es una respuesta a aquellos que en lugar de hacer lo arriba mencionado, obran egoístamente y buscan solo sus propios beneficios. ¿Quién es aquel que pretende burlarse de Dios? Por un lado, están aquellos que piensan que tienen una vida piadosa pero su corazón dice otra cosa. Es la persona que se vanagloria con su religión.

Ningún hombre puede vanagloriarse delante de Dios ni burlarse. Y la razón es porque la Biblia dice que Dios sabe todas las cosas del hombre, las que piensa y las que hace (Salmos 139:16; Hebreos 4:13). El creyente es alguien en quien mora el Espíritu Santo. Ese ha sido el tema dominante del capítulo cinco, por lo tanto, nadie que viva el fruto del Espíritu se engañará así mismo y pretenderá burlarse de Dios en este asunto de hacer el bien.

b. Lo que se siembre eso se cosecha (verss. 7b-8).

El principio de la naturaleza se rige por el tipo de siembra que se hace. Hasta ahora no se ha conocido el fenómeno de un fruto distinto al que se siembra. De allí que cada sembrador decide qué clase de cosecha va a tener. Nadie puede sembrar mangos esperando cosechar manzanas. Somos el resultado de la siembra que hacemos.

El asunto de la siembra en la vida del creyente posee una de las lecciones más grandes que determinan la vida que llevaremos. Esto es así, primeramente, porque hay dos campos donde el creyente hace su siembra: el terreno de la carne y el terreno del Espíritu.

La siembra de la carne genera corrupción, mientras que la siembra del Espíritu cosecha la vida eterna. Es algo así como la siembra entre pedregales y la siembra en buena tierra. Por otro lado, el principio de la siembra sigue su curso. Pablo habla a los Corintios de la importancia de la siembra. Su resumen de este principio lo presenta así: El que siembra escasamente, escasamente segará y que siembra generosamente, generosamente segará (2 Corintios 9:6).

El sembrar para el Espíritu y el sembrar generosamente es la auténtica siembra del bien. Esta siembra nos libra del egoísmo y nos sumerge en el gozo del dar. Hay creyentes que siembran escasamente y después se quejan de Dios. Que no nos cansemos de hacerlo.

III. LA ESPERANZA DE LO QUE HACEMOS

a. El principio de la espera (vers. 9b).

Una de las cosas que no dijimos arriba es que la cosecha tiene su tiempo. Es cierto que hay cosechas que las “apuran”, pero nunca los resultados son iguales. La auténtica cosecha requiere del tiempo exacto. Por supuesto que esto demanda nuestra más absoluta paciencia. El principio de la espera de este texto tiene que ver con las promesas divinas.

El asunto más grande de nuestro amado Dios es el cumplimiento de sus promesas. Este texto lo confirma. Mis amados, el tiempo que gastemos en estar presente en la iglesia, estudiar la Biblia, orar y proclamar el reino Dios tiene su recompensa.

El tiempo que invertimos en ayudar a otros, en esmerarnos por acercarnos y visitar al necesitado, vale la pena; llegará el tiempo de la recompensa. Me gusta pensar que Dios nunca se adelanta o se atrasa; siempre actúa justo a tiempo y cumple su palabra en lo que se refiere a nuestro bien.

Necesitamos desarrollar en el asunto de hacer el bien la paciencia de Dios. Necesitamos ser enseñados que no es cuando yo quiero que pasen las cosas, sino cuando llegue el cumplimiento del tiempo. En esto es bueno recordar la promesa de Hebreos 6:10.

b. El principio de no desmayar (vers. 9c).

El texto nos dice que los resultados finales del planteamiento de Pablo tienen una condición: si no desmayamos. Una de las cosas que está muy latente en el asunto de hacer el bien es la presencia del desánimo. La tendencia es a desmayar, sobre todo cuando no vemos los resultados que esperamos en los demás.

¿No es cierto que nos cansamos de batallar y al final terminamos colgando la toalla y dejando todo atrás? A veces llegamos a la conclusión y decimos: Estoy cansado de servir y no ver resultados. Estoy cansado de tener que soportar a mi hermano que piensa que es el único que necesita de ayuda. Nos cansamos de batallar en un matrimonio que no funciona.

Los padres se cansan de los hijos y los hijos de los padres. Usted se cansa de tener un jefe que le trata mal y no valora su trabajo. En fin, nos cansamos y no seguimos. Pero el texto lo que me dice es que no me canse de hacer el bien porque al final habrá una recompensa. Juan Wesley dijo una vez: el cristiano está llamado a hacer todo el bien que pueda, a todas las personas que pueda, de todas las maneras que pueda, todo el tiempo que pueda.

CONCLUSIÓN:

Uno de los textos que más impacta mi vida lo dijo Pablo a los Corintios en el capítulo donde defiende su ministerio frente a los falsos apóstoles. Esto fue lo que dijo: Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos (2 Corintios 12:15).

Hacer bien sin cansarse es sentir un gran placer, de igual manera lo será gastar nuestros propios recursos, gastarnos a nosotros mismos y estar preparado para que al final de todo tenga que decir como Pablo, aunque amándoos más, sea amado menos. Pero que bueno es saber, como bien lo sabía Pablo, que al hacer el bien es el mejor sacrificio que elevamos hacia el cielo.

El asunto es que si aún haciendo el bien no veo soy decepcionado, debo creer en la promesa y la bendición de Hebreos 13:16. Por lo tanto, no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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Julio Ruiz
Autor

Julio Ruiz

Pastor en Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen. Otros 9 años los dedicó a pastorear en Vancouver, Canadá y los últimos 9 años en Columbia Baptist Church en su ministerio hispano, donde estuvo hasta agosto del (2015). A partir de octubre del mismo año (2015) comenzó una nueva obra que llegó a constituirse en iglesia el 22 de mayo de 2016 bajo el nombre de Iglesia Bautista Ambiente de Gracia en la ciudad de Burke, Virginia. El pastor Julio es Licenciado en Teología y ha estudiado algunas cursos para su maestría en Canadá. Además de haber sido presidente de la convención bautista venezolana en tres ocasiones, también fue profesor del seminario teológico bautista. El pastor Julio por espacio de unos 18 años publica sus sermones y artículos por estos medios. Es casado con Carmen Almera Ruiz y tiene tres hijas y una nieta: Laura, Oly, Sara e Isabella. Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251-6590.

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