La oración

IV. ORACIÓN PARA VIVIR CON UN AGRADECIMIENTO GOZOSO

a. Gratitud por la herencia de la que somos aptos (vers. 12)

Comenzamos diciendo que la salvación no es solo el haber sido perdonados de nuestros pecados, sino el saber de lo que ahora somos herederos. Me temo que la gran mayoría de los creyentes siguen en la orilla de su salvación porque solo se han conformados con una parte, sin haber entrado en el anchuroso mar de todo lo que Dios ha provisto para ellos.

Hay una riqueza de una herencia eterna e infinita, inigualada por cualquier otra cosa. El creyente por la falta de conocer a Dios ignora de lo que es poseedor. Cuando conocimos al Señor a través del evangelio ciertamente Dios nos perdonó por la sangre de su Hijo, pero a su vez nos hizo parte de sus tesoros reservados para los que le aman.

Es por eso por lo que vemos que la herencia que nos espera es comparada con una perla de gran precio (Mateo 13:44-46), de igual manera esa herencia es comparada a un banquete real (Mateo 22:2-14) y también con una fiesta de boda (Marcos2:9).

Y claro está que anhelamos disfrutar de esa herencia ahora mismo debido a nuestras limitaciones, sin embargo, esto nos está reservado en el cielo, firmado con la sangre del mismo testador. Por todo esto sostenemos un agradecimiento gozo frente a esa espera.

b. Gratitud por la liberación efectuada (vers. 13)

De todo lo que hemos dicho hasta acá en relación con la oración que no debe parar y unirnos a Pablo en esta gratitud gozosa, lo que aparece en este texto es la cumbre de todo lo que hemos dicho. Note usted lo que está leyendo. Vea el contraste de dos vidas.

Antes éramos esclavos y vivíamos en tinieblas. ¿Cuáles eran esas tinieblas? Las tinieblas son aquel estado de separación de Dios e ignorancia de Él en donde solo hay un vacío total. Pero note lo que pasó. De ese reino de las tinieblas fuimos trasladados al reino del amado Hijo. ¿Cómo sucedió esto?

Pues nuestro amado salvador entró a ese mundo de tinieblas dominado por el pecado, Satanás y el mundo, y conquistó para nosotros la eterna salvación. Jesucristo se enfrentó a los más grandes poderes que nos mantenían esclavizados y cuando todo lo había vencido, dijo: “Consumado es”.

Pablo va a decirnos en el próximo capítulo que Cristo, al enfrentarse a esos poderes para lograr nuestra liberación, despojó a los principados y a las potestades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15). ¡Somos libres! ¡Gracias, amado Cristo!

CONCLUSIÓN:

La oración no es una opción para un creyente. Tampoco es un rezo de una serie de palabras ya trilladas que repetimos sin que haya algo nuevo cuando oramos. Tampoco es un saludo al Señor cuando nos levantamos y un despedirnos de él cuando nos acostamos.

La oración de acuerdo con lo que Pablo nos ha dicho acá tiene dos palabras que deben ser su esencia: “siempre” y “no ceso”. El tipo de oración de este pasaje tiene propósito, tiene sentido, tiene dirección; es por así decirlo: la oración que no debe parar. ¿Cuál es esa oración?

Es aquella que demanda conocer la voluntad de Dios y estar llenos de su conocimiento, pues al saber de qué se trata descubriremos que esta será siempre la mejor manera de tomar nuestras propias decisiones.

Pero también esa oración, que no debe parar, es la que se hace para que vivamos agradando al Señor en todo, llevando siempre frutos en toda buena obra. Hay una tendencia tan humana de querer agradar a la carne, al orgullo, al intelecto y a los demás.

Pero que distinto fue la vida de nuestro Señor y de un Pablo que vivieron solo para agradar a Dios, aunque esto les costó sus propias vidas.

Además, la oración que nunca debe parar es aquella que demanda ser fortalecido en el espíritu para hacer realidad lo anterior y finalmente la que hacemos con gratitud porque fuimos trasladados del reino de las tinieblas al del amado Hijo.

¿Qué tanto de esto tienen mis oraciones delante del Señor?

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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