III. LA PREEMINENCIA VISTA SOBRE SU IGLESIA
a. La supremacía de Cristo – Él es la cabeza de la iglesia (vers. 18)
Pablo nos presenta a Cristo en este pasaje como la Cabeza de todo, en especial sobre la creación y ahora sobre la iglesia. El primer pensamiento que viene a nuestra mente cuando leemos esta declaración es que no hay nadie en la tierra a quien le pertenezca esta distinción.
Ningún hombre puede ser la cabeza de la iglesia. Esto solo es posible en la persona de Cristo. Él es la cabeza de la iglesia universal, de la iglesia como Esposa de Cristo y, sobre todo, él es la cabeza de la iglesia local. Con esto confirmamos que la autoridad de la iglesia no reside en un pontífice, una jerarquía, un sínodo, un pastor, un apóstol, los ancianos o los diáconos de ella.
Mis hermanos, la contundencia de las palabras de Pablo debiera ser la base y el propósito de todo lo que hacemos dentro de nuestro compañerismo cristiano. Cristo debe ser en todo preeminente.
La iglesia no es simplemente una organización compuesta por hombres, aunque todos seamos miembros de ella, sino que su origen es divino y por lo tanto su gobierno principal es el de Cristo como su cabeza.
Por lo tanto, si Cristo es la cabeza del cuerpo, entonces todos nosotros nos debemos a esa cabeza en obediencia, amor y consagración a ella también.
b. La supremacía de Cristo – “El primogénito entre los muertos”
Lo que Pablo nos plantea es que ¡Cristo debe reinar en la iglesia! Él debe ser su vida y su razón de ser. La idea de primogénito que fue expuesta sobre la creación, ahora se presenta en relación con su resurrección. Jesús venció la muerte tan temida al tercer día resucitando para vivir para siempre.
Ahora él vive y reina para siempre. Cristo es la vida de la iglesia. Por lo tanto, la iglesia debería buscar constantemente que Cristo sea visto, que sea proclamado, que sea oído, que los hombres lo conozcan para que sea su salvador también. Con este título el Señor se lo reveló a Juan en la isla de Patmos (Apocalipsis 1:5).
La resurrección está íntimamente ligada a Jesús como cabeza de la iglesia. La resurrección no tiene ningún paralelo porque desde entonces no ha habido ninguna otra resurrección que haya ocurrido de esta manera, de alguien que resucitó para no morir otra vez. Las resurrecciones que vemos en la Biblia, todos esos hombres y mujeres volvieron a morir.
Pero la resurrección de Cristo se levanta por encima para revelarnos que ella es el corazón de toda la vida cristiana. Pablo afirmó que si Cristo no resucitó vana es nuestra fe. Esto le hace estar por encima de todo con su preeminencia.
CONCLUSIÓN
Tres cosas hemos dicho que hacen a Jesús un ser supremo. Por un lado, él es la imagen del Dios invisible. Ahora sabemos como es Dios. No hay otro como él. Ninguna otra imagen podrá representarlo.
Con esto afirmados que él existió en la eternidad pasada y continuará en la eternidad futura. Y con respecto a que él es el creador de todo, una de las cosas que hace ahora, además de ser nuestro intercesor eterno, es mantener unida a esa creación.
Pero el día llegará cuando la dejará libre porque su contenido será destruido para dar lugar a los cielos y la tierra nuevos donde vamos a vivir.
Jesucristo recreará todo tal como lo hizo la primera vez, pero con la diferencia que en esa nueva creación no permitirá ningún pecado en ella. En esa supremacía Jesucristo también es la cabeza de la iglesia.
Todo miembro debería estar presto para consagra a ella sus talentos, dones, tiempo y sus diezmos y ofrendas. Si Cristo es la cabeza de la iglesia, el reto más grande que tenemos es que vivamos sin mancha y contaminación de este mundo. Solo de así caminaremos de una manera digna agradando a Él, nuestro Creador, Redentor y Sustentador.
© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
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