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La visita de la misericordia

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Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Prédica de Hoy: La visita de la misericordia

Texto Bíblico: Lucas 1:67-79

Tema: Certidumbre en medio de la Incertidumbre

INTRODUCCIÓN

La primera observación que hacemos al segundo cántico de Zacarías es la manera cómo destaca el tema del perdón de los pecados, siendo esto una de las pruebas más extraordinarias de la entrañable misericordia de nuestro Dios, de allí el título de este mensaje. Es verdad que Zacarias estuvo mudo por nueve meses, pero una vez suelta su lengua, comenzó el llamado “benedictus”, tan parecido al canto de María y a los del Antiguo Testamento (1 Samuel 2:1-10).

El énfasis del canto es que no es posible la salvación si no hay perdón de pecados, porque si Dios tuviera que perdonarnos basándose en su justicia, todos estaríamos perdidos, por eso fue necesario la intervención de su misericordia.

Como lo expresó Spurgeon en un sermón sobre este texto: “Él es tan misericordioso que no le agrada condenar a los culpables, sino que los observa con ansiosa atención para ver cómo puede apartar su ira y restaurarlos a su favor. Solo por esta razón hay remisión de pecados”. No hay absolutamente ningún mérito en nosotros para ser perdonados, sino una expectación de condena eterna.

Por mucho tiempo Israel vivió con la esperanza de una redención de sus opresores, y ciertamente Lucas nos refiere en este capítulo la llegada de ese Salvador para redención de su pueblo, hablando previamente de Juan, quien le preparó el camino.

Pero no fue, por cierto, a través de un mesías liderando un gran ejército para matar y liberar de la opresión política, sino a un Mesías quien murió para salvar. Zacarias nos habla de una visita encarnada en la misericordia de Dios. Conozcamos la naturaleza de esa visita.

I. ES UNA VISITA HECHA EN LA PERSONA DEL SEÑOR

a. “Que ha visitado y redimido a su pueblo…” (vers. 68)

Dios desde la antigüedad nos visitaba con frecuencia, e Israel fue testigo de esa presencia con sus distintas manifestaciones, pero ahora Él mismo nos ha visitado. La pregunta que pronto surge es ¿éramos dignos de una visita personal del Dios tres veces santo? El salmista dijo esto: “Señor, ¿qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”

Así es, el hombre en su condición pecadora y depravada es reo de condenación, sin embargo “porque de tal manera amó Dios al mundo”, Él hizo su visita a través de la encarnación de Jesucristo. Dios previamente había hablado y nos visitó, pero en estos “postreros tiempos” nos visitó en Jesucristo (Hebreos 1:1-2).

Que importante es saber que lo tuvimos por 33 años, y aquella visita fue para salvación. Dios hizo esto por su grande única e incomparable misericordia. La visita de Dios consistió en tomar un cuerpo; eso de por si fue la humillación más grande. Un rey puede visitar a sus gobernados, pero jamás descenderán para vivir como algunos de ellos. Dios nos visitó como bebé, pero luego se hizo hombre, y vivió entre nosotros, con nuestra propia naturaleza.

b. “Y nos levantó un poderoso Salvador…” (vers. 69)

Note que no solo fue un “Salvador”, si no “un poderoso Salvador” ¿Quién fue ese poderoso Salvador? Fue alguien quien tomó nuestros pecados y llevó nuestras debilidades. Esto habla de habitar en un cuerpo sujeto a un constante padecimiento. La de Dios no fue una visita cualquiera, sino la de alguien quien “anduvo haciendo el bien”.

Fue alguien quien a pesar de tener una naturaleza sin pecados, vistió a todos los hombres con sus pecados, y hasta tocó lo intocable, como el caso de los leprosos, prostitutas, muertos, samaritanos, etc. Su identificación fue tal que no le importó ser igual a Dios para haberse aferrado a eso, sino que despojó a sí mismo, y de esa manera se identificó con todos los hombres, y ninguno estuvo lejos de su alcance (Filipenses 2:5-11).

Obsérvelo hablando y alcanzando a la mujer samaritana de dudosa reputación en su sociedad. Mírelo convenciendo de nacer de nuevo a un intérprete de la ley como Nicodemo. Véalo tocando a los leprosos marginados por su condición. Parafraseando lo dicho por Adán se podía decir que Jesús fue hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne. Ese poderoso Salvador descendió hasta nuestra pobre condición para librarnos de ella.

c. “Para hacer misericordia con nuestros padres…” (vers. 72)

Toda esta visita de “lo alto la Aurora” ha sido en la misericordia divina, y la llegada de Jesús es la expresión más representativa de este atributo divino. Esa misericordia para con los padres se hizo tan real, tan cercana, tan nuestra, llegando a morar en nosotros a pesar de nuestras tantas provocaciones y rebeliones.

Zacarias cantó por revelación del Espíritu Santo el cumplimiento de la esperanza de sus antepasados en la persona de Cristo. Y aunque Zacarias habla de Juan, como “profeta del Altísimo”, su trabajo sería preparar el camino para el más grande Visitante del cielo.

Qué bueno es contar ahora con Jesucristo. Ahora con esa visita cercana podemos disfrutar de su comunión y presencia. Su presencia nos consuela cuando estamos deprimidos en espíritu, o agobiados por preocupaciones por las cargas diarias, o aun cuando tenemos que llorar por esas pérdidas que laceran el corazón con tristezas sin consuelo.

Concluimos que esta visita de la misericordia de Dios ha revelado su más tierno corazón es lo más grande que nos haya pasado. Los “padres” a quienes fue hecha esa promesa desearon ver estos días, y después de más de dos mil años nosotros disfrutamos esa misericordia venida del cielo.

II. ES UNA VISITA HECHA PARA CUMPLETAR EL PACTO

a. “Y acordarse de su santo pacto…” (vers. 72b)

La luz del antiguo pacto brilló de una manera tenue, sin la fuerza del pacto venidero. La promesa dada a Abraham siguió a través de los patriarcas, los reyes, los profetas hasta llegar a su total resplandor, como la aurora que va en continuo ascenso. Cuando Cristo vino cumplió todas las demandas del antiguo pacto, y nos introdujo en el resplandor del nuevo.

Qué es el nuevo pacto sino el amanecer resplandeciente de la aurora matutina traída por el Señor. Fue tan grande y excelsa aquella gloria, con la cual descendió el Señor, que Juan nos dice: “y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).

Esto es también como lo dijo Spurgeon comentando este concepto: “Dios no nos ha visitado como una lámpara, que podría bastar para alegrar nuestra oscuridad, pero no podría transformarla en día”. Jesús vino como la luz del mundo, y ella ha brillado todos los rincones de la tierra. Su luz es más poderosa que mil soles puestos juntos. Creo que el mejor concepto para definir su visita una “misericordia resplandeciente” es la aurora misma que va en aumento en la medida mientras el día avanza (Proverbios 4:18). Jesús nació como una luz pequeña, pero Él es “el sol de justicia”.

b. “Que, librados… sin temor le serviríamos” (vers. 74)

Zacarias sigue su canto profético y ahora vislumbra el día de la liberación de Dios en su visita a través del Hijo en quien tendría todo su contentamiento. Ser librados del enemigo, para luego servirle al Señor sin temor, es lo que Pablo más adelante hablaría acerca del poder del evangelio que consiste en ser traslado del reino de las tinieblas al del amado Hijo.

Y esa obra de liberación, trayendo luz a aquellos ciegos y esclavizados por Satanás y el pecado, es lo hecho por Jesucristo con su muerte expiatoria. Con esto afirmamos esta gloriosa verdad: cuando el Señor entra en un corazón lleno de tinieblas, la luz que vino al mundo brilla sobre los ojos ciegos, y sobre el corazón entenebrecido. Pero esa liberación contiene un doble propósito: servir al Señor sin temor a los enemigos de los cuales antes estaba esclavizado, y el otro es para andar “en santidad y en justicia delante de él” (vers. 75).

Todo esto nos indica que el fin de nuestra salvación es traer gloria a Dios. El Señor redime su pueblo para que por gratitud pueda servirle, pero hacerlo en santidad. Observe usted lo que hace la salvación: trae liberación, luego nos lleva a al servicio, para que vivamos en santidad.

c. “Porque irás delante… para preparar sus caminos” (vers. 76b)

Zacarías en su canto profetizó del Salvador levantado a través del hijo de María, pero también supo que dentro del cumplimiento del pacto hecho a Abraham, había una profecía respecto al allanador del camino para la llegada del Salvador. Zacarías habla de su hijo como “profeta del Altísimo”, y es el mismo Jesús que después calificó a Juan, diciendo: “entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan” (Lucas 7:28).

De esta manera, Juan el Bautista es la figura más importante en el Nuevo Testamento después de Jesús. Él fue la voz que clamó en el desierto después de 400 años de silencio. Él tuvo la tarea de preparar al pueblo para el Mesías venidero, pero a su vez anunciar la inminencia del reino de Dios, lo cual hizo en su primera predicación (Mateo 3:1-3).

A través de su ministerio de predicación y bautismo en el desierto, Juan preparó los corazones para el ministerio de Jesús y condenó a las autoridades religiosas por su hipocresía y dureza de corazón. Él vino para revivir el ministerio profético de Elías y cumplió la profecía de Malaquías e Isaías quienes anunciaban su llegada, previo al ministerio Jesús (Isaías 40:3; Malaquías 3:1)

III. ES UNA VISITA HECHA DEBIDO A NUESTRA MISERIA

a. “Para perdón de sus pecados…” (vers. 77b)

    Zacarias sigue su cántico profético para anunciar la llegada del el único que podría perdonar pecados. La verdad del evangelio es que “cuando éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos”; pero además, la Palabra de Dios añade que, “Dios muestra su amor por nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros”.

    El hombre por su condición perdida y su naturaleza perversa no solo es indigno delante de un Dios santo, sino merecedor del mismo infierno. Su pecado creo ese estado de miseria y está destituido de la gloria de Dios. Por lo tanto, la visita de Cristo tuvo el propósito de despojarse a sí mismo, hecho “semejante a los hombres”, y estando en tal condición “se humilló a sí mismo”.

    Y esa humillación fue para entrar a nuestra miserable condición; allí donde el pecado abundó con poder, dominio y señorío. Y fue viviendo en ese estado sin esperanza donde se nos dio a conocer la tierna misericordia de Dios. Interesante que este cántico profético Zacarias canta de la misericordia divina como Su más grande demostración para compadecerse de nuestra humildad, producida por nuestra miseria. Zacarías habla de haberse levantado un “poderoso Salvador”.

    b. “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios…” (vers. 78)

    Después del pecado de Adán, Dios no ha visto nada bueno en nosotros. Antes del diluvio Él vio que “todos los designios del corazón del hombre eran hacia lo malo” (Génesis 6:5). Y el corazón del hombre no ha cambiado, sigue igual, por esta razón Dios decidió hacernos una visita por Su “entrañable misericordia”.

    Permítame ponderar esto. Si ya ser visitado por la misericordia es un gran alivio, debido a nuestro estado de miseria, imagínese ser visitado por “la entrañable misericordia de Dios”. ¿Qué significa esto? Significa compasión profunda de Dios a través de una empatía hacia sus hijos, entendiendo sus necesidades.

    Significa amor incondicional, porque no hay nada bueno en nosotros para ese amor. Significa paciencia y tolerancia, porque le fallamos, le ofendemos, y nos alejamos de su Él, aunque Él no nos abandona. Zacarias nos muestra esa “entrañable misericordia” diciendo que Jesús ha venido a nosotros: “para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte” (vers. 79). Si Jesús no hubiera venido para brillar sobre nuestra miseria, estaríamos eternamente perdidos.

    IV. ES UNA VISITA HECHA PARA LOGRAR NUESTRA PAZ

    Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (vers. 79)

    La profecía de Isaías 9:1-2 nos recuerda la llegada del tiempo cuando se acabaría la oscuridad “para la que ahora está en angustia”, y para el pueblo que andaba en tinieblas, vería “gran luz”. ¿Y por qué el profeta afirmaba esta verdad? Por la llegada de aquel quien traería luz a nuestra oscuridad. El poderoso Salvador del cual Zacarias habla, y canta, Isaías lo había calificado como el bebé de los cinco nombres (vers. 6).

    Juan el Bautista preparó el camino, pero como no podíamos alcanzar ese camino, Jesucristo nos visitó para conducirnos por un camino lleno de luz, camino de esperanza, y camino de paz. Las tinieblas y sombra de muerte indica una situación de peligro, temor y desesperanza; un estado de perdición (Colosenses 1:13).

    Pero las palabras “encaminar nuestros pies por camino de paz” nos muestra la obra interventora del Salvador, no solo en ayudarnos a salir de las tinieblas, pero sobre todo, para enderezar nuestros pasos y conducirnos por el camino de paz.

    Este ha sido el más grande resultado de haber sido visitado por la misericordia venida desde “lo alto de la aurora”. Jesús se nos revela como “el camino”, y además de ser un camino de fe, esperanza y amor, es un camino de paz. Nada es más alentador como el saber que ahora nuestros pies andan por “camino de paz”, pero la paz dada Jesús.

    CONCLUSIÓN

    Hablando de la visita de la misericordia del canto de Zacarías, una aplicación de ella lo tenemos con el ejemplo de David y Jonatán, el hijo de Saúl.

    El amor de David por su amigo Jonatán se puso de manifiesto cuando David preguntó: “¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?” (2 Samuel 9:1); y en efecto David tuvo misericordia con Mefiboset, un hijo minusválido de Jonatán, quien quedó en esa condición cuando la nodriza, al salir huyendo con él debido por el asedio de la casa de Saúl, tropezó y cayó quedando paralitico.

    La costumbre del nuevo rey era acabar con toda la dinastía anterior, pero David (un tipo de Cristo), en lugar de aplicar la ley y la justicia, aplicó la gracia y la misericordia, de esta manera invitó a traer a su propia mesa a un hombre lisiado y menospreciado, por ser nieto de Saul, y formó parte del banquete del rey, junto con todos sus hijos; eso es misericordia.

    En el canto de Zacarias el destaca dos maneras de la “visita de la misericordia”. En uno habla de la visita “de la aurora” (vers. 78), y en el otro habla de una visita para la redención. Jesucristo es la encarnación de esa “aurora”.

    © Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
    Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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    Julio Ruiz Pastor
    Pastor de la Iglesia Bautista Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen.

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