Cuando el Barco se Dirige a la Tormenta

1. El ancla de la presencia v. 23.

La percepción que uno tiene de este pasaje es que hay 275 personas aterrorizadas. El rugir de las olas; el  ataque inclemente del viento, junto con mucha lluvia; el movimiento del viejo barco, sonándole todo su caparazón, había hecho que aquello pareciera una escena  de terror, donde se oyen gritos y se ve una ansiedad continua. Pero allí está un hombre sereno,  con una gran paz en la tormenta. Ese hombre ya había echado una de sus poderosas anclas en  el mar: la de la comunión con su Señor. Por lo tanto, si la presencia del Señor forma parte inseparable de nuestras vidas, aún un “Euroclidón” será una breve brisa.

2. El ancla del buen ánimo v. 25.

Una tormenta repentina es la más grande prueba para saber cuál es el tamaño de nuestra fe en Dios. Se ha dado cuenta que ni el capitán del barco, ni los que dirigían las velas, ni el centurión pudieron  animar aquella congregación llena de pánico. Y es que la situación era  tan angustiante que tenían catorce días sin comer  (v. 33). ¿Y cómo podían comer en medio de tanta zozobra? Hay pruebas que nos quitan el apetito. Por otro lado, nadie sabía de los dioses de los que iban en la nave, pero el Dios de Pablo, quien habla y responde, es aquel en quien se puede  confiar. Y es esa confianza en  Dios la que trae paz en la tormenta.

3. El ancla de la gratitud v. 35.

Una cosa interesante de las tormentas que Dios permite que sucedan, es asegurarnos que el pan que hay en el barco no perezca. Si bien es cierto que ya en la nave no quedaba nada que no fuera echado en el mar, Dios se aseguró no solo de salvar las vidas, pero también alimentarlas. Fue así como Pablo, con la autoridad que Dios le había dado, y sin avergonzarse de orar en presencia de una congregación de paganos, hizo una oración de gratitud al Padre por la comida, y a juzgar por los resultados, fue una tremenda bendición para todos v. 38. La gratitud es un ancla que sostiene nuestra débil embarcación. Nada nos ayudará más a vencer las pruebas que en medio de ellas apartemos tiempo para agradecerle a Dios por todo.

4. El ancla del plan de Dios v.  24.

Hay algo que queda muy claro en este viaje  accidentado. Si bien es cierto que hay un barco que navega hacia la tormenta, por la mala decisión de los que dirigen, el que tiene el control final de todo es Dios. Cuando Pablo estuvo en Jerusalén este mismo “ángel de Dios” le había dicho también que no  temiera, pues así como había testificado en Jerusalén, era necesario que  también lo hiciera en Roma  Entonces, ¿cuál va a ser el resultado de la tormenta? “Que el Señor cumplirá su propósito en mi”, como dijo el salmista. ¿Era la voluntad de Dios que el barco saltara después de la advertencia de Pablo? ¡No! Pero la soberanía de Dios al final tornó todas las cosas para bien. Las decisiones humanas no cambian los designios divinos. Pablo llegaría finalmente a Roma. Los planes de Dios no los altera nada.

IV. AÚN SI EL BARCO ES GOLPEADO EN LA TORMENTA SUS PIEZAS SERVIRÁN PARA SALVARNOS

1. No podemos abandonar el barco v. 31. 

Siempre que nos golpea  una tormenta, la reacción humana es querer huir del momento. El viento huracanado había hecho su trabajo en la “nave alejandrina” v. 6.  La desesperación por alcanzar tierra mantenía a toda la población en vilo. Pero cuando los marineros pretendían abandonar el barco, Pablo salió al encuentro con estas palabras: “Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros”.Pablo como el nuevo capitán del barco ahora ha dado un “golpe de autoridad”. Él sabe de la importancia de permanecer juntos en el barco para ser salvos. El asunto es que no podemos abandonar lo que Dios ha comenzado. La tendencia de muchos creyentes es huir ante el primer problema.  Pero no podemos dejar la cobertura de la iglesia de Dios (simbolizada por el barco),  para  ahogarnos en el mar de problemas que nos rodean.  Las tormentas no cesarán porque abandonamos el barco. La tormenta continuará hasta que se disminuye su furia, pero Dios nos llevará hasta la orilla de la salvación.

2. “…parte en tablas, parte en cosas de la nave” v. 44.

A Lucas no se le escapó ningún detalle  de este naufragio. Ningún tripulante, como lo había dicho Pablo, se perdió. Al final, y aunque el barco fue  golpeado por la tormenta, cualquier parte de su cuerpo sirvió para la salvación de todos. ¿No es esto maravilloso? Era necesario permanecer juntos para ser salvos.  Pablo había dado una contundente advertencia (v. 31). Es una advertencia para aquellos  que no quieren estar en la iglesia. Es bien cierto que la iglesia es golpeada por fuertes vientos, y hasta en ocasiones ha sido “partida” (divisiones), pero el llamado es a no abandonarla cuando ha sido atacada por la tormenta.  Dios hizo la provisión de la salvación en la persona de su Hijo Cristo, pero ha dejado a su iglesia para que todos nos congreguemos, donde encontramos “bendición y vida eterna”.

CONCLUSIÓN:

Uno de los textos más tristes de la Biblia aparece en esta historia: “Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos” v. 20. ¿Qué hace apreciado hermano cuando las estrellas se desvanecen de su noche y cuando no aparece el sol de sus días? ¿Está en alguna oscuridad abrumadora deseando que llegue  el día?

Si usted creó la tormenta, y está tratando de escapar en un pequeño bote salvavidas, no siga adelante. Y si la tormenta ha sido permitida por Dios, entonces sepa que el “ángel de Dios” va con usted en el “barco que se dirige a la tormenta”. Usted no está solo si le ha confiado a Dios su vida. Al final de la tormenta no perecerá, sino que llegará seguro a la otra orilla de la vida. Esa es la promesa de esta historia.

1 comentario en «Cuando el Barco se Dirige a la Tormenta»

Deja un comentario