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La Compasión del Señor

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Mensajes Cristianos Predica de Hoy: La Compasión del Señor

Mensaje Cristiano Lectura Bíblica: Mateo 9:36-38

Introducción

Queridas hermanas en Cristo, hoy deseo compartir con todas ustedes un mensaje de esperanza y fe basado en las palabras de nuestro amado Señor Jesucristo. Como esposa de un pastor cristiano, he sido testigo de la compasión inquebrantable de Cristo en innumerables ocasiones.

Y hoy, quiero que todas nosotras reflexionemos sobre el pasaje de Mateo 9:36-38, donde encontramos un retrato claro de la compasión de nuestro Salvador. Ahora, profundicemos en el primer punto de reflexión.

I. La Compasión del Señor

En este pasaje, se nos dice que Jesús, al ver a las multitudes, “tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas, como ovejas sin pastor.” (vers. 36). Imagina por un momento a ese Jesús compasivo que mira hacia ti, conociendo tus luchas y preocupaciones. No importa cuán abrumada te sientas, Él comprende y siente compasión por ti.

La compasión del Señor no es superficial; es profunda y genuina. Él no solo ve nuestras necesidades externas, sino que comprende nuestro dolor interior. Como mujeres, a menudo enfrentamos presiones y desafíos únicos en la vida, pero el Señor siempre está dispuesto a extendernos Su amor y comprensión.

Recordemos también las palabras de Isaías 41:10: “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia.

II. La Cosecha Abundante

En el mismo versículo, el Señor nos habla de una “cosecha abundante” y nos dice que “la mies es mucha, pero los obreros pocos.” (vers. 37) Esto nos recuerda que, a pesar de nuestras luchas individuales, hay un mundo entero que necesita experimentar la compasión de Cristo.

Como mujeres cristianas, somos llamadas a ser obreras en esta cosecha abundante. El Señor nos insta a orar para que Dios envíe más obreros a la cosecha. Esto significa que nuestras vidas pueden ser instrumentos de amor y compasión, compartiendo el mensaje de esperanza que encontramos en Cristo con quienes nos rodean.

Podemos tomar inspiración de 1 Pedro 4:10: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

A medida que reflexionamos sobre la compasión del Señor y Su llamado a ser obreras en la cosecha, encontramos un vínculo poderoso con nuestra esperanza en Cristo. Así que siguiendo el llamado del Señor a ser obreras en la cosecha, ahora profundicemos en nuestra esperanza en Cristo.

III. La Esperanza en Cristo

La compasión del Señor nos brinda esperanza. Saber que nuestro Salvador nos entiende y se preocupa por nuestras vidas nos llena de confianza. Cuando enfrentamos momentos de angustia o incertidumbre, podemos mirar al Señor como nuestra fuente de fortaleza y esperanza.

En momentos de desafío, recordemos las palabras del Señor en Mateo 11:28-29: “Venid a mí todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar… Hallaréis descanso para vuestras almas.” En Cristo encontramos consuelo y descanso para nuestras almas.

Además, 2 Corintios 1:3-4 nos recuerda: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación.

Conclusión

Queridas hermanas, en este día, les insto a refugiarse en la compasión del Señor. A medida que reflexionamos sobre estos versículos que hemos explorado hoy, recordemos que en Él encontramos la esperanza que anhelamos. Pero no guardemos esta esperanza para nosotras mismas; compartámosla con un mundo que necesita conocer el amor de Cristo.

Oremos juntas por más obreras en la cosecha, para que el mensaje de compasión y esperanza del Señor llegue a cada corazón necesitado. Sigamos el ejemplo de nuestro Salvador y seamos portadoras de Su amor en nuestro día a día. Que Su compasión nos guíe y Su esperanza nos fortalezca.

En el nombre de Jesús, amén.

© Hilda T. Hernández. Todos los derechos reservados.

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