Dando la gloria a Dios

Esto pareció desconcertar a un hombre que se encontraba en la fila de atrás, y dándole una palmadita a Jesús le preguntó: ¿A qué equipo va usted? ¿Yo? Respondió Jesús, ¡Ah! Yo animo a los dos equipos, aunque no apoyo a ninguno, sencillamente disfruto el juego y participo de los triunfos de las personas. Y por si no me conoces yo soy Jesús, a quien una vez fanáticos religiosos me crucificaron.

La copa está donde debe estar, salud para el pueblo brasileño, y aunque salieron para Corea con pronósticos no muy alentadores, nadie les pudo ganar. Quizás se debió a que pudo más la humildad y la sencillez, que los alardes de grandeza. Me gustó mucho países que nunca habían figurado, ni tan siquiera asistido a un mundial, esta vez estuvieron presentes y algunos sorprendieron llegando a las semifinales.

Un mundo diferente si le diera toda la gloria a Dios

Que diferente sería nuestro mundo y nuestras comunidades si tuviéramos como parte de la cultura y de las costumbres darle la honra y gloria a Dios por los logros alcanzados. Si fuéramos capaces de fomentar la humildad y la gratitud, reconociendo que Dios es el autor y dador de toda buena dádiva.

Si pudiéramos enseñar a las nuevas generaciones que ninguna sociedad engreída permanece para siempre y que solamente de Dios el reino eterno es inconmovible. Darle la gloria a Dios es beneficiarnos a nosotros mismos, pues en ese reconocimiento que alcanzamos altura y dignidad.

Conclusión

No pudieron ser más apropiadas las palabras del salmista cuando solía decir:

Bendice alma mía a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, sana tus dolencias, rescata del hoyo tu vida y te corona de favores y misericordia”.

Fomentar el agradecimiento y la humildad en nuestra vida siempre traerá grandes dividendos.

¡Honor al que honor se merece! ¡Que gane el mejor! Son expresiones comunes y bien acertadas, sin embargo debemos siempre recordar que cualquier gloria humana es carácter transitorio, y que solamente Dios es Digno de toda honra, alabanza y adoración.

Necesitamos acondicionar intencionalmente nuestras mentes para permitir que la grandeza de Dios y sus maravillosos atributos morales y naturales nos impresionen para siempre, a fin de que continuamente demos a Dios alabanza, gloria y honor.

© César Orlando Ayala. Todos los derechos reservados.

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