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El otro zapatero

Reflexiones Cristianas

Baje ese día las gradas de aquel Mercado en la colonia Kennedy, mientras buscaba algunas frutas y verduras, me llamó la atención aquel local y me asomé a ver y preguntar sobre lo que hacían, y tuve el privilegio de poder conocer a las personas en ese interior.

Allí fue donde conocí a un joven emprendedor, y jovial, me llevaba solo un par de años pero lucia joven como yo y allí comenzó una amistad con José.

Me comencé a interesar en algunos zapatos y le dije que yo estaba sin dinero y que estudiaba medicina.

José se sorprendió que yo estudiara medicina y le expliqué que estaba en lo que yo en verdad amaba. Esa carrera era lo que más amaba después de Dios y mi madre por esos días.

Las visitas a mi amigo José fueron más frecuentes y pronto se me ocurrió algo en la mente, pues hacían excelentes zapatos. Y fue allí donde el me dio la oportunidad de poder llevar a Credito un par de zapatos y así comenzó ese pequeño negocio en donde yo llevaba zapatos de mujer a las personas que estaban en contacto conmigo, y algunas compañeras y amigas y mi hermana me ayudaban a venderlo en ese grupo de damas, pues las mujeres necesitaban zapatos, entonces yo consideré que ellas podrían adquirirlos.

Después de ese primer par de zapatos reconozco que vi diferente los problemas económicos y eso me ayudaba en algo y mucho a sufragar los enormes gastos que generaba la capital.

Le comenté a José que estaba muy agradecido por esa oportunidad, pues él había hecho algo grande al darme a crédito ese primer par de zapatos y yo le pague y luego el crédito se aumentó pero como me dijo él esa vez: El que paga un par paga 100, el que es fiel en lo poco, lo será en lo mucho.

Nunca olvidare esas palabras y además nos hicimos amigos de gimnasio donde tiempo atrás lo había tratado.

Veo hacia atrás en el tiempo aquellas personas que nos han abierto siempre las puertas y me pongo a pensar: somos seres sociales.

Algunas personas adineradas no pueden gozar de este beneficio que da la sociabilidad, pues sus rostros enojados y vidas atadas a una agenda y dinero por hacer les hace sencillamente” aisladas”.

José siempre un gran emprendedor de quien aprendí eso, su vida me impactó y pude ver su noble corazón y su conciencia social y espiritual, vino a los pies de Jesús, y recuerdo a su hermana que siempre que yo llegaba me recibía con la palabra de Dios en su boca. una persona muy entusiasta a quien tiempo después acompañe a mi amigo José a verle en la cama de un hospital y ella a pesar de su enfermedad nunca dejó de proclamar a ese Dios vivo y verdadero del cual un día yo me entregue también por aquellos años del Mercado.

Escribo esta pequeña anécdota porque se vino a mi mente este otro amigo zapatero quien fue el primero quien me enseñó a vender zapatos y luego en el 97 conocí al otro zapatero quien me ayudó a reparar mis zapatos.

He analizado la vida y me doy cuenta que Jesús dijo: “sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas“. Marcos 6:9

Los zapatos nos aíslan de la tierra y nos dan comodidad al caminar por diferentes caminos. Los zapatos nos enseñan que solo se puede usar uno a la vez, y así es la vida que nos enseña una cosa a la vez, mientras estás en escasez, es eso escasez, pero esa escasez es una escuela que nos ayuda a pensar sobre lo necesario y abundancia y al llegarlas a tener entonces les valoras pero nunca idolatrarles como cosa a qué aferrarse, pues son estados que vienen de arriba para poder llenarse de sabiduría.

No te olvides tu nunca quien te ha saciado el hambre o tus necesidades en algún momento de tu vida, y ve a aquella persona y dile muchas gracias.

Si, yo se que ahora que estás en opulencia o eminencia ya lo has olvidado pero esta historia es para que medites y reconozcas que Dios te puso personas para saciar tu hambre material.  Y si alguien sacio nuestra hambre espiritual es digno aún de mayor bendición.

Dedicado a mi amigo José Ángel un buen amigo y un buen hermano en la fe.

© Dr Mauricio Loredo. Todos los derechos reservados.

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