Humildad y mansedumbre

(b) La humildad cristiana se produce cuando nos colocamos al lado de Cristo.

Mientras nos comparemos con otros como nosotros, puede que no salgamos mal librados de la comparación. Es cuando nos comparamos con la perfección cuando vemos nuestro fracaso.

Uno puede considerarse muy buen pianista hasta que oye a alguno de los grandes intérpretes del mundo. Uno puede considerarse un buen ajedrecista hasta que se compare con cualquiera de los grandes maestros. Uno puede creerse un buen investigador hasta que conozca la vida de los grandes descubridores. Uno puede creerse un buen predicador hasta que escuche a uno de los príncipes del púlpito.

La propia satisfacción depende del nivel con el que nos comparemos. Si nos comparamos con nuestros semejantes, puede que nos demos por satisfechos. Pero el modelo cristiano es Jesucristo, y Dios nos demanda la perfección; y al colocarnos bajo esa estatura no nos queda lugar para el orgullo.

La medida de Cristo

El apóstol Pablo dice hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, a un varón perfecto a la estatura de la plenitud de Cristo.

La mansedumbre

Efesios 4:1-3 (continuación)

La segunda de las grandes virtudes cristianas es la que la versión Reina-Valera llama mansedumbre, y que hemos traducido por amabilidad o cortesía.

Una persona mansa es una persona amable, usted sabe que es ser amable. ¿Ha pensado en eso?.

Una persona mansa es una persona fácil de amar, es fácil de tratar, es fácil de convivir con ella. Es amable. No solo ama a las personas sino que las personas tienden a amarle también.

La palabra mansedumbre tiene dos connotaciones

1. Se define mansedumbre como el término medio entre el exceso de ira y la total incapacidad para sentirla. El hombre que es manso es el que siempre se indigna en el momento adecuado, cuando es debido, y nunca cuando no tiene motivo.

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