El Último Encuentro

1. Aquí vemos el desafío v. 20a.

Después que Elías oyó el llamado de Dios fue directamente a la villa de Nabot donde estaba un intruso disfrutando de una ganancia mal habida. Ya era notorio que entre estos dos hombres no había ningún tipo de amor. Aunque había pasado mucho tiempo sin verse, era obvio que no podía haber relación entre “la luz las tinieblas”, o entre “Cristo y Belial”. Pero, paradójicamente, Elías llegó a ser el único amigo que Acab tuvo. ¿Cómo se explica esto? Bueno, que Elías hizo todo lo posible para enseñar a este malvado rey la forma correcta de vivir. Pero, ¿quién era el real enemigo de Acab? Si el rey quería encontrar a un enemigo tenía que buscarlo en su propia casa. En efecto, Jezabel era la fuente de sus reales problemas v. 25. De ninguna manera Elías era su enemigo. Note la pregunta del rey: “¿Me has hallado, enemigo mío?”. No puede ser un enemigo aquel que vive y trae un mensaje de Dios. Esta verdad no ha cambiado. Los hombres que viven en el pecado como parte de sus vidas, al encontrarse con el mensaje que despierta su conciencia, tendrá un rechazo. Los que traemos la palabra del Señor no podemos ser tu enemigo. La palabra de Dios es salvación para tu alma.

2. Aquí vemos una confrontación v. 20b.

El hombre de Dios no es un boxeador. En todo caso, su misión es enfrentar el pecado en su propia dimensión. Acab sabía que sus pecados habían expuesto la ira y el juicio de Dios. Así que frente a la pregunta que daba por sentado que Elías era su enemigo, esta fue la respuesta del profeta: “Te he encontrado, porque te has vendido a hacer lo malo delante de Jehová”. La confrontación de un profeta contra un rey era normal. Años atrás lo había hecho Natán con el rey David, cuando le dijo: “Tú eres el hombre”. No sabemos si Acab racionalizó lo que hizo diciendo que la responsable era Jezabel, pero la confrontación que Elías hace expone al malvado rey con su propia culpa. ¿Por qué razón Nabot está muerto? Nabot está muerto porque Acab era un codicioso. Nabot ha muerto porque Acab no tenía control sobre su esposa. Nabot ha muerto porque Acab no tenía ningún respeto por la Palabra clara de Dios. Pero sobre todo, Nabot está muerto porque Acab fue vendido al pecado. Cuando se vive en el pecado cualquier maldad será ejecuta. Así que no sirve de nada justificar el pecado. El pecado debe ser confrontado antes que nos destruya permanentemente.

3. Aquí vemos una condenación v. 21-26.

En términos muy precisos, Elías entrega el mensaje del juicio de Dios a Acab. Lo que el rey oyó fue devastador. Vea que Elías dice de una manera inequívoca no sólo lo que le va a pasar al rey, sino también a su familia y a su reino por causa de sus pecados. Por seguro que este no fue un mensaje muy popular, pero fue el mensaje de parte de Dios que tenía que entregar. Así vemos que la primera parte del mensaje se dirige al rey mismo. Ahora el martillo de Dios golpeará la cabeza del rey Acab y su familia. Pero sobre todo, el martillo de Dios caería con toda intensidad sobre la malvada esposa v. 23. Las palabras que escuchó Acab tuvieron que penetrarles muy hondamente: “Barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab”. Este castigo habla de perpetuidad. He aquí una de las tristes consecuencias cuando dejamos que el pecado forme parte de nuestra vida. La familia sufre mucho por el pecado de los padres. Esta historia nos habla de la paciencia que Dios tiene para los hombres. Pero también que llegará el día cuando ella se agota y luego viene el juicio divino.

III. EN ESTE ÚLTIMO ENCUENTRO DESCUBRIMOS TODAVÍA LA MISERICORDIA DE DIOS

1. “Y sucedió que cuando Acab oyó estas palabras… anduvo humillado” v. 27.

¿Pudo arrepentirse un hombre como Acab? ¿Pudo alcanzarle la misericordia divina? En las anteriores ocasiones cuando Acab tuvo encuentros con Elías, su corazón se mantuvo cerrado y en rechazo a la voz divina. Note el cambio súbito que ahora se opera. Las palabras de Elías fueron tan duras que quedó sin posibilidades, y ahora sabe que tiene que arrepentirse o perecerá de acuerdo a la sentencia divina. Vea cómo un sólo versículo le da un viraje total a la vida de este malvado rey. Hay varios verbos que describen las acciones de su arrepentimiento: Rasgar el vestido, poner cilicio en su carne, ayudar, dormir en cilio y andar humillado. Bien pudiera decirse que eso fue una apariencia de piedad, pero al final es Dios quien califica su quebrantamiento cuando hizo la pregunta a Elías: “¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí?” v. 29. El arrepentimiento no es una palabra popular en los púlpitos modernos. Hay temor de usarla. Pero esta es la palabra a la que debiéramos darle más atención, pues la sentencia bíblica es clara: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 10:3, 5). Sin arrepentimiento no hay perdón.

2. “Pues por cuanto se ha humillado delante de mí…” v. 29b.

Es sabido que cuando hay un cambio de corazón en el hombre, también hay un cambio la ejecución del juicio divino. Es un gran descanso saber que el Juez Divino no es igual a los jueces terrenales. Si alguien ha cometido un crimen le aseguro que habrá una sola sentencia: la prisión y el pago de largos años en la cárcel. ¿Qué pasa con el Señor? Que aún cuando no da por inocente al que haga lo malo, si mira a un corazón que se arrepiente. De modo, pues, que si bien es cierto que el juicio de Dios siempre vendrá, como sucederá con Acab, el humillarse delante de él le dará un giro a alguna sentencia inmediata. Esta es la gran verdad de la palabra. El rey David había escrito previamente: “El corazón contrito y humillado no desprecias tu, oh Dios” (Sal.51:17). Aún el hombre más perverso del mundo puede ser objeto del amor divino. Solo tiene que arrepentirse. Si alguien merecía pagar el precio por la maldad, era ese rey malvado llamado Acab. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)…” (Ef. 2:4-5)

CONCLUSIÓN:

Elías tuvo su último encuentro con el malvado Acab. Aquella era la última advertencia. La paciencia de Dios había llegado a un punto final. El juicio contra el rey fue y su esposa fue decretado. Pero, ¿pudiera alguien decir que es demasiado malo para Dios le perdone? Esto parece ser la conclusión de algunos. Hay creyentes que han perdido el gozo de la salvación y una nueva vida en Cristo, y concluyen, diciendo: “Mi vida es muy mala, Dios no me aceptaría, no puedo cambiar”.

La trampa de Satanás y el propósito del pecado es hacernos ver que no hay remedio ni salida para nuestra condición. Pero, ¿hay un pecador demasiado perdido para que el Señor no le salve? La presente historia nos muestra que aún el hombre más perverso, representado en Acab, puede ser objeto de la misericordia de Dios. El que era sumamente malo, al término de su vida, recibió un indulto del Señor. Esto no es nuevo. Cuando el Señor moría había un hombre muy perverso a su lado que estaba pagando por las maldades hechas, pero justo en ese momento clamó por misericordia y llegó a ser el primer fruto de la cruz. Para que se dé esto Dios espera que nos arrepintamos. Esa es la condición. ¿Cuál decisión tomará usted hoy?

Rev. Julio Ruiz, pastor
Columbia Batist Church
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