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Serie de 10 Predicas Cristianas de los Atributos de Dios

La Biblia es nuestro manantial de sabiduría y nutrición para el alma. Por eso, hemos planeado una serie de 10 predicas cristianas poderosas acerca de los atributos de Dios que te guiarán y alentarán en aspectos vitales de tu vida. A medida que profundizamos en las Escrituras, descubrimos más tesoros que enriquecen nuestra fe y nos dan ánimo.

Predica Sobre la Santidad

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Animar a los creyentes a vivir en santidad

Texto base: Éxodo 15:11; Isaías 6:1-8

INTRODUCCIÓN

Hablar de los atributos de Dios pudiera ser uno de los desafíos más grandes para un predicador. Porque como dice Pablo: “¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” (Romanos 11:34-35). Es muy difícil hacer esto, porque estamos tratando de describir a Dios. Y eso no es fácil, porque somos seres finitos tratando con un Dios infinito. ¿De qué estamos hablando cuando traemos el tema de los atributos de Dios?

Los atributos de Dios son aquellas características que hacen a Dios distinto a todo lo creado, incluyendo a los humanos. Todos los atributos de Dios se han clasificado en comunicables e incomunicables. Los atributos incomunicables son aquellos donde no pueden ser transferidos a alguna criatura, como su eternidad, omnisciencia, trascendencia etc.

No hay nada de su eternidad que Él pueda pasarla a nosotros.

Mientras que los atributos comunicables son aquellos donde Dios comparte algunas cosas de lo que Él es con nosotros, como su amor, fidelidad, misericordia y santidad, entre otros. Dios es, pues, un ser inmortal, inalterable, incomparable, inigualable y perfecto, inescrutable, insondable. Entre todos esos atributos, el de su santidad es el más grande. Es lo que lo hace estar separado de toda corrupción moral y es hostil a ella.

Hablar de este atributo de Dios es como alguien lo ha clasificado: “el atributo de los atributos”. Con este primer mensaje vamos a ver que humanamente hablando nos gustan algunos atributos más que otros. Y este de la santidad de Dios no es muy popular. No nos gusta escuchar los atributos de su justicia, su ira, su poder, etc., sino de su amor, bondad o misericordia.

Queremos escuchar siempre mensajes de aliento, positivos, sin estrés, pero aquellos donde debo tomar algunas decisiones drásticas, tales como este de la santidad con sus demandas, no me siento animado a oírlo. Sin embargo, este es el atributo que más debo poner atención, “porque sin santidad, nadie verá el Señor”. Entonces, veamos la naturaleza de este atributo. Consideremos cuán serio es comenzar el año hablando de esto. Que la santidad sea nuestra búsqueda en este año.

I. LA SANTIDAD ES EL ATRIBUTO QUE REPITE TRES VECES

a. “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo…” (Isaías 6:3).

Alguien llegó a la conclusión que esta declaración es un resumen de todo el Antiguo Testamento. En el marco de esta sublime declaración vemos una triple visión del profeta: la visión de la gloria de Dios, la visión de su propia condición y la visión de lo que sería su misión. Una visión de la gloria de Dios, oyendo que Él es tres veces santo, no puede dejar al hombre igual. Aquella visión debió ser la del Cristo preencarnado, porque nadie puede ver a Dios y vivir (Éxodo 33:20).

Fue proclamada por los serafines, los seres celestiales quienes al parecer adoran la gloria eterna de Dios. Esta frase repetida tres veces es una absoluta referencia a la santidad de Dios; pero ¿qué es lo que esto significa? La santidad de Dios se refiere a que Él está “apartado” o es distinto de toda la creación, y especialmente lo que respecta al pecado.

Para la lengua hebrea, repetir una palabra tres veces consecutivas tenía un valor muy importante por ser esto un estado absoluto. No hay ningún atributo repetido de esta manera. Por ejemplo, no vemos una declaración de “amor, amor, amor”. Esto nos confirma por qué la santidad es el atributo más excelso y sublime de la gloria de Dios.

b. “No cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo…” (Apocalipsis 4:8).

Ahora la experiencia de Isaías también la tuvo Juan. La referencia es a los cuatro seres vivientes con las mismas características de las seis alas, pero con ojos por todas partes. Otra diferencia es que esos seres (serafines o querubines) no cesan; o sea, no paran de decir siempre la misma alabanza.

El puritano Steven Charnock, un autor famoso por escribir cientos de páginas acerca de los atributos de Dios, ha dicho que, sin la santidad de Dios, estas serían las características: “Su paciencia sería una indulgencia para pecar, su misericordia sería como un cariño, su ira sería una locura, su poder una tiranía, y su sabiduría una astucia indigna”.

Cuando hablamos de la santidad de Dios, pronto descubrimos con qué clase de personas lidiamos, porque este es el atributo más odiado de todos. Y la razón es porque Dios a través de esto nos confronta con nuestros pecados e iniquidades.

Cuando estos ángeles, cuya función permanente es exaltar la gloria de Dios, hacen su trabajo todo el tiempo, revelan el carácter sagrado de Dios, y por qué Él odia tanto el pecado. La santidad es lo que separa a Dios del resto de todo lo creado, por eso es proclamado de esta manera.

c. Hay un santo Hijo y un Santo Espíritu.

El canto y el reconocimiento constante de los serafines es para el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En el mismo Apocalipsis 3:7, Jesucristo se define como Santo y Verdadero. Santidad es el término usado por el Señor Jesús para referirse a sí mismo. En el capítulo 14 de Juan, Jesús hace la mejor revelación del trabajo de la Santa Trinidad. Jesús va a la cruz y luego irá al cielo. Pero antes de eso les dice a los entristecidos discípulos (v. 1-2) que no los dejaría huérfanos (v. 18).

En los versículos previos (16-17) hace el anuncio de su nueva venida, pero en la persona del Espíritu Santo. Ese Espíritu, además de ser santo, también lo llama “Espíritu de Verdad”. Pero además sería el Consolador, a quien el Padre estaría enviando “en mi nombre”. De esta manera, Jesús no lo llama Espíritu de amor sino Espíritu Santo.

Así tenemos que Jesús en un mismo capítulo habla del Padre enviando al Espíritu Santo, y Jesucristo regresando al Padre. ¡Qué pasaje tan sublime para describirnos el trabajo de la Santa Trinidad! Con esto concluimos que Jesucristo también es el Santo de Israel. Dios es glorioso en su Santidad. El Padre, el Hijo, el Espíritu Santo es de igual manera el espíritu infinito y eterno, pero revelado en Cristo.

II. LA SANTIDAD ES EL ATRIBUTO QUE DESCRIBE A DIOS

a. Frente a los ídolos él se presenta como el Santo (Isaías 40:25).

En este pasaje el profeta Isaías habla de los ídolos de fabricación casera como vanos e inútiles, y es frente a esto cuando surge la pregunta del profeta: “¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo”. Estas son las palabras de Dios. Él mismo se está describiendo. El profeta Isaías fue quien entendió más este concepto, y habla hasta 22 veces de Dios como el Santo de Israel.

En este mismo sentido, si le preguntamos a Dios: “¿Quién eres?” seguramente va a decir: “Yo soy el Santo”. Usted no va a leer algunas veces: “Yo soy el que ama, sino yo soy el Santo”. El atributo de la santidad describe la esencia del carácter de Dios. Ha sido considerado como la belleza de su carácter o la armonía de sus atributos. Les aseguro que ningún ídolo hecho por los hombres puede describir su belleza.

Es más, todos los ídolos son feos, porque en la mente de quienes lo hacen no hay la intención de la belleza, sino lo grotesco y hasta vulgar. Un ídolo no tiene nada de santidad, pero cuando hablamos de Dios, Isaías lo describe como” santo, santo, santo” (Isaías 6:3).

b. Frente al pecado de su pueblo Él es un Dios santo (Oseas 11:9).

Este es uno de los grandes pasajes de la profecía de Oseas y habla de la lucha que tuvo Dios por el perdón de su pueblo pecador. Con el versículo 9 vemos la decisión de Dios de no ejecutar el ardor de su ira, sin que el profeta lo explique cómo lo hará, sino hasta llegar a Romanos 3, donde Pablo se refiere al el Hijo de Dios como la propiciación por nuestros pecados, y mediante la fe en su sangre aprendemos cómo Dios puede pasar por alto el pecado.

La única manera de entender lo dicho por Oseas respecto a Dios, no ejecutando su ira contra el pecado, es porque con el sacrificio de Cristo, Dios aplacó su ira. Hemos dicho que un Dios tres veces santo no puede ver el pecado y no condenarlo, esa es la explicación de su ira.

Sin embargo, la única manera cómo Dios se vuelve sus hijos, en lugar de destruirlos, es cuando ve a su Hijo muriendo por nuestros pecados, y es allí cuando se vuelve al pecador es cuando ve a su Hijo muriendo por nuestros pecados, y es allí cuando se vuelve al pecador en su condición y exclama con estas preguntas tan llenas de misericordias: ¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? V. 8. La única manera cómo esto no sucede es cuando el hombre se vuelve a Dios a través de Jesús.

c. Frente a todo lo demás Él está separado.

La palabra que se usa para referirse a Dios como un ser santo, y su santidad es “qodesh”, para definir su total separación del resto de lo creado. Esto quiere decir que Dios es único en su clase, no tiene parecido; en otras palabras, no hay un ser como Dios. Nadie es más alto, más grande, ni más santo como Dios.

Otra palabra para hablar de la santidad de Dios es “qadash”. Eso habla de su pureza, de un ser sagrado y santo. Dios es sagrado y moralmente puro en su esencia, llegando a ser totalmente separado de lo demás en toda su existencia. Por esta razón el salmista nos anima a adorar a Dios en la hermosura de su santidad (Salmos 96:9). Mis amados, según esta definición, este es el atributo al cual todo hijo de Dios debe prestar la mayor atención.

En este sentido debemos saber que Dios odia y aborrece todo tipo de pecados en nuestras vidas, porque su santidad no es compatible con nada que se llame pecado en nosotros. Un ejemplo de ver la seriedad de Dios en torno a este atributo de su santidad fue cuando expulsó a Satanás del cielo y después a Adán y a Eva del mismo paraíso. Con la santidad de Dios vemos que Él no admite ningún pecado en su presencia; en todo caso se aleja de donde él esté.

III. LA SANTIDAD ES LA RESPONSABILIDAD DE LOS SANTOS

a. “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16).

Estoy consciente que cuando tratamos este tema de la santidad como el atributo de los atributos de Dios, y luego somos confrontados con textos como este pronto nos sentimos tocados, juzgados y hasta sucios al ver nuestra condición humana, y sobre todo, nuestra condición pecaminosa. Pero si queremos conocer a Dios y relacionarnos con él, este es el camino.

Nuestra visión de Dios nunca irá más allá de ser algo trivializado, a menos que tomemos muy serio este imperativo bíblico. He escuchado estos días un tema acerca de la santidad de Dios y me ha llamó la atención esta frase: “Los creyentes corremos el peligro de reducir a Dios a una divinidad manejable, que yo pueda manipular, engañar; y que pueda convertir a ese Dios en mi mente de alguien que siempre está dispuesto a perdonarme de una manera tan superficial, hasta el punto de decir: yo puedo pecar porque Dios siempre me perdonará, porque ese es su trabajo” (sermón de Miguel Núñez).

Este es un serio peligro y esta pudiera ser la característica de esta generación. Pero el texto me demanda ser santo porque Dios es santo. La santidad es el camino más exigente para vivir una vida cristiana transparente.

b. La santidad de Dios debe quemar mi impureza (Isaías 6:6-7).

El asunto más importante de la visión de Isaías no solo fue ver al Señor en ese estado de gloria, sino verse así mismo como un hombre pecador, verse a sí mismo con una nueva luz. Cuando nos vemos a nosotros mismos a la luz de la gloria y santidad de Dios, es allí cuando nos damos cuenta cuán lejos hemos caído de esa maravillosa imagen.

Cuando nos encontramos frente a este atributo divino, vemos nuestra propia contaminación, y entonces gemimos como Isaías: “¡Ay de mí! que soy muerto…”. Pero eso no siempre sucede. La verdad es que nos hemos vuelto tan insensibles y religiosas en la adoración de su santidad. Podemos llegar a la casa de Dios, hablamos, nos saludamos, nos sentamos, y ahora revisamos en el celular, pero no hay una expectación de algo que va a suceder en el culto.

¿Cuál fue la experiencia de Isaías en la casa del Señor? Vio a Dios, y vio su pecado; y fue en ese reconocimiento de su indignidad que voló un serafín con un carbón encendido y tocó sus labios impuros, con el que se sintió limpio de su pecado, para luego aceptar la comisión, y poder decir: “Heme aquí, envíame a mí” v. 8. La santidad de Dios tiene que sacudir todo nuestro ser.

Aplicación

La santidad de Dios me confronta con mis pensamientos ¿son ellos puros? Me confronta con mis palabras ¿son corrompidas? Me confronta con lo que veo ¿hay codicia en mis ojos? Me confronta como me visto ¿me visto para el Señor o para que vean mi cuerpo? Me confronta con lo que hago ¿glorifica a Dios lo que hago? Y me confronta con mi devoción ¿adoro de corazón la santidad de Dios? ¿Es esto lo que más busco y anhelo en vida?

CONCLUSIÓN

La santidad de Dios es el atributo más relevante en todas las Escrituras. Desde el principio de la creación vemos a un Dios santo. Antes de llegar a Génesis 3, tenemos a Dios con su criatura Adán y Eva en una total santidad (Génesis 2).

Y cuando seguimos leyendo la Biblia al final vemos el descenso de la santa ciudad donde viviremos (Apocalipsis 21:11-14). Tan grande es la santidad de Dios que cuando Él se topa con el pecado lo destruye. Dios mató a los hijos de Aarón, porque ellos ofrecieron fuego extraño en el altar de su santidad.

Mató a los hijos del sacerdote Elí por sus pecados, y Dios casi destruye a su propio Hijo, cuando él llevó nuestros pecados, poniéndolos sobre sus hombros cuando deberíamos ser nosotros. Por esta razón debemos alejarnos de todos esos pecados por los que Jesús pagó en la cruz del calvario.

Si somos hijos de Dios, la santidad no es una opción, sino una necesidad y una obligación. No en vano la palabra de Dios nos dice: “Sed santo, porque yo soy santo”. Nosotros no podemos ser santos como Dios es santo, pero si podemos vivir en santidad porque el Espíritu Santo vive en nosotros. Amén.

Predica Sobre la Fidelidad de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Destacar la permanente fidelidad de Dios

Texto base: 2 Timoteo 2:11-13

INTRODUCCIÓN

La fidelidad de Dios es nuestro segundo sermón dentro de la serie los atributos comunicables. ¿En qué consiste la fidelidad de Dios? Su más cercana definición sería que Dios es constante y leal, fiel en guardar sus promesas e inmutable en su naturaleza ética. La fidelidad de Dios es vista en su fiabilidad, porque Él actuará siempre de acuerdo con la naturaleza de Su carácter y de acuerdo con las promesas hechas.

Como alguien lo ha expresado: “Él es la fuente y el estándar de perfecta lealtad y confiabilidad”. Sin esta cualidad Él no sería Dios. Fue este atributo lo que sostuvo a Israel como pueblo escogido, porque si alguien le dio razones a Dios para borrarlos de la tierra fue Israel; esa es la única explicación de Deuteronomio 7:9. Y es Jeremías quien nos habla de las razones de por qué no fueron consumidos (Lamentaciones 3:22-23).

La fidelidad de Dios sigue a través del Nuevo Testamento, confirmada en Jesucristo como el Dios que nunca cambia. Así lo expresa Hebreos 13:8: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. De todo esto afirmamos que fidelidad de Dios es permanente, aunque tenga su relación con los demás atributos. De esta manera, la fidelidad de Dios es aquello que sostiene nuestra confianza en todas sus seguras promesas. Si la fidelidad de Dios es permanente, de qué manera deberíamos verla en nuestras vidas.

I. VISTA EN SUS GLORIOSAS PERFECCIONES

a. Dios cumple lo que Él promete (Salmos 36:5).

Hablando de esas gloriosas perfecciones, la fidelidad de Dios es como el vestido con el cual luce su carácter. Qué distinto somos nosotros. Con una facilidad natural no siempre cumplimos lo prometido, y pareciera hasta que justificamos nuestras infidelidades. Pero cuán grande y diferente es Dios, porque la fidelidad de Él es ensalzada en términos de sus dimensiones ilimitadas, por lo menos eso es lo que dice el texto de Lamentaciones 3:22.

Hablando de esa belleza de fidelidad, el salmista dice: “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes” (Salmos 36:5). Este atributo nos dice que, si Dios decidió hacer algo, nada ni nadie podrá detenerlo. Esto mismo lo dice Daniel “… y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35), y también Isaías lo dice: “Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? (Isaías 14:27).

Jeremías nos recuerda a un Dios renovando todos los días sus misericordias y su fidelidad. Dios no tiene una comida recalentada para dárnosla al día siguiente. Hay algunas comidas que después de recalentadas saben mejor, pero esto no aplica para con Dios, porque lo de él es todo nuevo.

b. Sin la fidelidad de Dios los demás atributos están sin efectos.

Ante esto, algunos teólogos piensan que la fidelidad de Dios es más que uno de sus atributos, porque pareciera que en ella convergen todos los demás atributos de Dios. Cómo explican esto los estudiosos del carácter de Dios. Por ejemplo, si Dios no fuera omnipotente, Él no podría hacer aquellas cosas donde yo necesito de su poder interventor. Pero Él lo hace, porque es fiel y Él no puede “negarse a sí mismo”.

Y esto aplica para el resto de sus atributos como su omnisciencia o su omnipresencia. Por cuanto Dios conoce todas las cosas, su fidelidad lo lleva a suplir todo lo que haga falta según “sus riquezas en gloria” como lo afirma Pablo. Y esto también aplica a el hecho de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, según el pasaje de la gran comisión.

El escritor Robert Reymond en su libro “La Nueva Teología de la Fe” describe la fidelidad de Dios de la siguiente manera: “Debido a que es éticamente confiable, Dios es fiel al pacto, es decir, existe una equivalencia precisa entre lo que dice que hará y lo que realmente hace”. Todo lo que Dios ha determinado hacer, lo hará, sin cambiar de parecer. Eso es fidelidad.

II. VISTAS EN EL CUMPLIMIENTO DE SUS PROMESAS

a. Porque Él es inmutable (Malaquías 6:3).

Dios no puede cambiar sin dejar de ser Dios. Es como lo dice el salmista “Desde el seno de la aurora tienes tú el rocío de tu juventud” (Salmos 110:3). Santiago nos dice que en Dios no hay ni siquiera “una sombra de variación” (Santiago 1:17). La pregunta que pronto surge en nuestras mentes es ¿por qué Dios permanece fiel con un pueblo que le es infiel? ¿Por qué Dios permanece fiel con nosotros si le fallamos tanto?

Porque Él es fiel a sus promesas. Él se ha comprometido así mismo con su carácter de perdonarnos y ayudarnos hasta llevarnos a su propio cielo. La verdad de Malaquías 6:3 es que, por cuanto Dios no cambia, por esa razón no “hemos sido consumidos”.

El domingo pasado hablábamos de Oseas 11, y una de las preguntas hechas por Dios y escritas por el profeta dice: “¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel?… No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre…” (Oseas 11:8-9). Todo lo que Dios hace lo hace desde su propio ser intento. Nadie le da algún consejo para hacer algo distinto (Romanos 11).

b. Porque así han sido desde el principio (Número 23:19).

La verdad de este texto se cumple a través de todas las Escrituras. Veámoslo de esta manera, Dios sacó a Abraham de Ur de los caldeos y le prometió hacer de él una gran nación (Génesis 12:2). Abraham y Sara eran ancianos (100 y 90 años) cuando Dios les dio la promesa de tener el hijo por medio de quien vendría la “gran nación”.

Esa promesa siguió a través de Jacob, y fue a través de sus hijos cómo se cumpliría esa promesa cuando descendieron a Egipto. Cuatrocientos años después Israel fue una gran nación, y para cuando se dio el éxodo se habla de una nación compuesta por unos dos millones de personas. Luego vemos cómo la fidelidad de Dios se hizo presente en el liderazgo de Moisés y en Josué hasta verlas cumplidas de acuerdo con Josué 21:45.

La promesa siguió a través de los jueces, los reyes y después los profetas. Y fue Isaías, el más grande de los profetas mesiánicos, quien habló de un salvador en la persona del Mesías venidero, tanto en su llegada (Isaías 9:1-2, 6), y en su muerte (Isaías 53). Y esa promesa ya cumplida nos fue confirmada por el Padre al entregar al Hijo todo el poder y dominio, hasta estar completos en él (Colosenses 2:9-10).

III. VISTA A PESAR DE MI INFIDELIDAD

a. La primera infidelidad después de la libertad (Éxodo 32:1-14).

Este es uno de los pasajes más insólitos del Antiguo Testamento. Israel había visto una de las hazañas más gloriosas de Dios sobre los dioses y la vida del faraón de Egipto. Ellos vieron como Dios usó diez plagas para doblegar el poderío egipcio y salir como la nación más victoriosa de esclavitud alguna sobre la tierra, pues duraron unos 430 años como esclavos.

Pero una vez libres, y viendo que Moisés duraba mucho en la montaña del Sinaí donde Dios le estaba dando las leyes por medio de las cuales ellos se iban a regir, alguien propuso la idea de hacer un ídolo (becerro de oro) para que les guiara hasta la Canaán porque ellos no habían visto a Moisés por mucho tiempo, y su argumento fue: “no sabemos qué le haya acontecido” v.1.

Y entre lo insólito de esta historia aparece Aarón, el portavoz de Moisés, el hombre más cercano a Moisés y quien vio de cerca el poder de Dios descender, porque fue a través de la autoridad a través de su vara cómo Dios obraba en medio de ellos, prestándose para hacer aquel ídolo abominable, y hasta permitir los sacrificios de Israel delante de ese dios. Esta gran infidelidad despertó la ira de Dios a tal punto de querer acabar con Israel. Pero fue por la oportuna intercesión de Moisés que ellos no fueron consumidos (11-14).

b. Nosotros no somos distintos a Israel (2 Timoteo 2:1).

Esta palabra da por sentado dos verdades que fluyen en todas las Escrituras: la fidelidad de Dios y nuestra infidelidad. Cuando pensamos en Dios, nada nos llena de más seguridad y confianza como el saber que Dios es fiel. Pero cuando pensamos en nosotros llegamos a ser la antítesis de Dios, porque somos infieles por naturaleza.

Por cierto, cuando pensamos en la palabra “infidelidad” a menudo la asociamos con un desliz marital en la pareja. Pero la infidelidad va más allá de esto. Entonces, ¿cuándo, dónde y cómo somos infieles? Es fácil dejarse llevar por las preocupaciones y situaciones que nos tocan vivir. Uno de los textos que más nos toca cuando al hablar de nuestra fidelidad a Dios dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo…” (1 Juan 2:15).

Si las cosas del mundo son las que más anhela mi corazón, y son ellas donde más me muevo en lugar de agradar a Dios, estoy siendo infiel. La otra parte del texto es muy contundente, cuando dice: “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.

Jesucristo debe ser mi primer amor, pero si amo más al mundo que a él, entonces soy infiel. También somos infieles cuando dejo de congregarme, en el uso de mis dones y talentos, y en mi lealtad para sostenerla. Que Dios nos ayude para no serle infiel.

IV. VISTA EN EL EJEMPLO DE AUTÉNTICOS CREYENTES

a. Podemos ser fieles, aunque sea rechazo (Génesis 39:22-24).

Jacob tuvo 12 hijos y casi todos fueron infieles. Sin embargo, José adornó su vida con total fidelidad. Fue fiel hablándole a su padre del mal comportamiento de sus hermanos. Permaneció fiel cuando fue vendido por ellos a Potifar, pues no se reveló contra esto. Continuó siendo fiel en toda la casa de Potifar cuando él lo tuvo como su mayordomo, y cuando su esposa quiso seducirlo, dejando en sus manos la ropa.

Le fue fiel cuando estuvo preso en la cárcel, hasta el punto de ser puesto como director de la cárcel. Fue fiel en la interpretación de los sueños del Faraón, dando la correcta interpretación de los años de abundancia y los años de hambre. Continuó siendo fiel cuando el Faraón lo llevó a la grandeza, sin que ese cargo lo llevara a la gloria persona.

Se mantuvo fiel en colectar todos los cereales durante los años de abundancia, y después cuando le tocó administrar toda abundancia en los tiempos de escasez. Fue fiel en compadecerse de la casa de su padre, trayéndole a la Egipto con toda su demás familia. Mantuvo su fidelidad estando ante sus hermanos, y no tomar venganza de ellos.

Se mantuvo fiel hasta su muerte, tanto así que Israel, después de 400 años, llevó su cuerpo embalsamado a la tierra prometida. José es un ejemplo que si se puede ser fiel a pesar de la adversidad. Fue fiel a su familia, a su integridad moral y al trabajo al cual fue llamado.

b. Podemos ser fieles en medio de las pruebas (Rut 1:18).

La historia de Rut es como un faro en la noche oscura del periodo de los jueces, y créame que fue oscura, porque según Jueces 21:25, la frase distintiva era: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”. Sin embargo, qué pasó después. Pues que Rut aparece como un modelo de virtud, y de una fidelidad incuestionable frente a otros que no fueron tan fieles.

Rut

Ella siendo moabita, provenía del incesto de Lot con sus hijas, y siendo Moab un gran enemigo de Israel, no le importó su trasfondo para casarse con un judío, hijo de Alimelec y Noemí, y después de muerto su esposo decidió seguir a Noemí, aunque su suegra le rogó insistentemente regresar a su tierra y con sus padres.

Y es frente a esto que encontramos en el libro de Rut 1:16-18 las palabras más hermosas, acerca de la fidelidad que se conozcan hasta ahora, dichas por una extranjera.

¿Hasta dónde llegó la fidelidad? ¿Cuál fue el resultado de haber seguido al Dios y al pueblo de Noemi? Que Dios la bendijo dándole por marido a Booz, el judío soltero más codiciado de Belén con quien tendría un hijo llamado Obed, padre de Isaí, padre de David, y de quien vendría después la línea mesiánica.

CONCLUSIÓN

Leamos juntos el texto con el que inicie este mensaje, 2 Timoteo 2:11-13. “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo”. Hay cuatro “si” en este texto y en todos vemos la permanencia de la fidelidad de Dios. Dios es fiel al decirnos que al final viviremos con Él.

Dios es fiel al decirnos que al final reinaremos con Él. Pero vea esta advertencia, Dios será fiel en negarnos, si nosotros también le negáramos. Pero ahora vea el cuarto “si”: “si fuéramos infieles, Él permanece fiel”, y cuál es la razón de su fidelidad, porque “Él no puede negarse a sí mismo”. La fidelidad es un atributo absoluto de Dios, mientras que la fidelidad nuestra es frágil y relativa.

Sin embargo, el llamado de este texto no es a considerar nuestra infidelidad como una opción permanente, si no por cuando la fidelidad de Dios permanente, nuestro deseo debiera ser no deshonrar su fidelidad. ¿No nos parece extraño que Dios les dijera a los dos siervos de la parábola de los talentos: “ven buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré?”. Así obra siempre Dios.

Predica Sobre el Amor de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Motivar a loa creyentes a una vida de obediencia y devoción a Dios

Texto base: Juan 3:16

INTRODUCCIÓN

Seguimos con nuestro tercer mensaje de los atributos comunicables de Dios al hablar del amor. Para este único e inigualable tema vamos a usar a Juan 3:16. Este texto es el más amado, mimado, memorizado y leído de todos los amantes de las Escrituras. No hay un texto en toda la Biblia que resuma la verdad del evangelio como este. De hecho, se dice que Juan 3:16 es una Biblia en miniatura.

Y se justifica la deferencia por este texto debido al mundo de teología encontrado en tan pocas palabras, y el más grande de los sacrificios, en la más sublime e inexplicable entrega del Dios del universo a favor de los pecadores. Mis amados, si la humanidad logrará entender y aceptar el contenido y el mensaje de este solo versículo, lograría descubrir la razón por la cual Dios te tiene en esta vida.

El Amor mas grande

Voy a tratar de desempaquetar las verdades sencillas y a la vez profundas de este pasaje, con el firme propósito de lograr ser abrazados por el contenido dejado por Juan en este incomparable pasaje de su libro.

Estoy consciente de mis limitaciones físicas, emocionales y hasta espirituales para exponer la belleza y la magnitud de estas 29 palabras contenidas en un solo verso. Un texto del Antiguo Testamento que adorna la belleza de este texto de Juan es el de Jeremías 31:3: “…con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.

Presentar este atributo divino es revelar todo lo que Dios es, porque “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Ciertamente hemos dicho que la santidad y la fidelidad son atributos intrínsecos con los que Dios revela su carácter, pero hablar de su amor es como tocar su propio corazón, y es allí donde Juan 3:16 pareciera tener su explicación. Veamos por qué el amor es el más grande de los atributos divinos según la visión de este texto.

I. PORQUE HAY UN DIOS QUE AMA DE TAL MANERA

“Porque de tal manera amó Dios…”.

La primera cosa que nos sorprende de este inagotable texto es el verbo “amó”. Si la Biblia dijera: “De tal manera estimó, apreció, se compadeció, protegió, ayudó… al mundo”, eso tendría un gran sentido, porque provenía del corazón de Dios, pero no fue así. Yo creo que nadie estaría en desacuerdo en afirmar que el amor es la virtud más apreciada en el hombre. ¿Quién no desea ser amado? ¿Sabe usted lo que produce en la vida de otro cuando escucha las palabras “te amo?”.

Pero el problema con nuestro amor es que siempre será limitado e imperfecto, por lo tanto, nosotros no amamos perfectamente. Sin embargo, ese no es el caso de Dios. Él es perfecto en todas sus perfecciones, y el amor es el atributo que lo conduce a amar “de tal manera”.

Esta declaración revela a un Dios sin límites en todas sus capacidades. El profeta Isaías habla con un lenguaje poético y figurado de la grandeza de Dios al poner el agua de los océanos en el hueco de Su mano, y hasta tomar la medida del Universo con Su palmo.

También dice el profeta que Dios conoce por nombre a cada una de las estrellas y las cuenta una por una (Isaías 40:26). De esa medida es el amor de Dios. Su amor no se acaba como les pasa a algunas parejas, que no siguen porque se les acabó el amor. Pero el verdadero amor, de acuerdo con la Palabra, “nunca deja de ser”.

II. PORQUE HAY UN MUNDO AMADO POR DIOS

“… amó Dios al mundo…”.

El objeto del amor de Dios fue el “mundo”. ¿Pero cuál mundo? Si pensáramos en esta declaración como una referencia a una cantidad de personas, estaríamos limitando a Dios, porque su amor excede a cualquier número que tengamos en mente. ¿Sabe usted cuántas personas han nacido desde el principio del mundo? El “mundo” de este texto al parecer va más allá de un conglomerado número de personas.

Si pensamos más bien en el mundo caído, cuando Adán y Eva pecaron a tal punto que Dios desde ese mismo momento comenzó a cubrir su desnudez, pareciera entonces que es a ese tipo de mundo al que Dios amó “de tal manera”. Dios es omnisciente, pero también es soberano, ambos atributos hablan de su eterno conocimiento y de su exclusiva decisión.

Y en este sentido, y de acuerdo con el contexto del presente pasaje, si la decisión de salvarse dependiera de uno mismo, nadie sería salvo. Nadie puede nacer de nuevo por sí mismo; ese es el planteamiento del v. 8 de Juan 3. El nuevo nacimiento es una obra soberana del Espíritu, porque ningún ser humano tiene la voluntad de creer o recibir a Cristo. Increíblemente todos los seres humanos nacen aborreciendo la luz (v. 18-20). El mundo del cual habla Juan es un mundo que aborrece a Jesús. Y es a ese mundo al cual Dios ama y desea salvar.

III. PORQUE JESUCRISTO ES LA OFRENDA DE SU AMOR

“…que ha dado a su Hijo unigénito”.

El amor no es asunto de palabras, es una demostración de hechos. Eso fue lo que Dios hizo. Considere este extraordinario asunto. Dios no solo nos dio la tierra donde habitar, una viva para vivir, una familia al cual pertenecer, sino que nos dio a su Hijo. Nos dio al Mesías en la persona de su Hijo para morir por nuestros pecados y después vivir con él para siempre (Romanos 5:8).

Por eso, “el que tiene al Hijo de Dios tiene la vida”. Una de las cosas que ni siquiera en la eternidad entenderemos es saber cuánto nos amó Dios al momento de entregar a su Hijo. Algunos escritores antiguos decían que, desde el mismo nacimiento, toda la misión de Jesús hasta su muerte fue la de aplacar la rabia del Padre contra la humanidad pecadora.

¿Cómo explicar esto? ¿Quién mató a Jesús? ¿Los romanos? ¿Los judíos? ¿El populacho que decía crucifícale, crucifícale? Entonces, ¿quién mató a Jesús? Vamos a verlo en este ejemplo. Abraham tuvo el hijo de la promesa en su vejez. Siendo un muchacho (algunos calculan entre 18 a 20 años), Dios le pidió que lo ofreciera en sacrificio; y Abraham, en obediencia, fue a la montaña de Moriah a sacrificarlo, y justo cuando levantó el cuchillo, una voz del cielo lo detuvo (Génesis 22).

Pero luego Dios sí le permitió sacrificar un cordero trabado en el zarzal. Ese cordero representaba a Jesús después. Abraham no mató a su hijo, pero Dios sí mató al Suyo, entregándolo por nosotros.

IV. PORQUE NADIE ESTÁ EXCLUIDO DE ESE AMOR

“… para que todo aquel…

¿Para quién es la invitación? “Para todo aquel”. Esto significa que a Dios no le importa tu condición social, familiar o económica. Para Dios todos cuentan. Cuentan los blancos, los negros, hispanos, americanos, altos, bajos, indios, mulatos, intelectuales o analfabetos; a Él no le importa los años que tengas y el tipo de vida que hayas tenido. “Todo aquel”, es todo aquel. Es cierto que nadie puede salvarse por sí mismo, pero todos tenemos un papel que desempeñar en nuestra salvación.

Dios espera que creamos en él; si eso no se da, no habrá salvación. Esta es su expectativa debido al gran sacrificio efectuado. Este texto nos dice que el amor de Dios vence todas las barreras y todos los prejuicios. No hay ninguna discriminación en el amor de Dios.

El amor de Dios no te rechaza, independientemente de lo que hayas hecho. El amor de Dios es tan serio que te acepta así tú has blasfemado contra él. Había dos ladrones muriendo al lado de Jesús, y dice el texto que ambos le injuriaban: “Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” (Mateo 27:44). Ninguna persona escapa al amor de Dios. La oportunidad es para “todo aquel en él crea”. La promesa de la palabra de Dios no excluye a nadie, pues todos los que vengan a él ninguno será echado fuera (Juan 6:37).

V. PORQUE HAY UN SOLO MEDIO DE ALCANZAR ESE AMOR

“… todo aquel que en él cree…”.

¿Qué vemos en esta declaración? Que, si bien Dios hace un llamado universal, y esto tiene que ver con las palabras previas (todo aquel), esto se convierte en un llamado personal. Esto habla de una salvación individual. Pero a su vez, esto habla de la única manera cómo podemos ser salvos. No podemos entrar al cielo a menos que vengamos primero a Cristo. Uno de los grandes textos reveladores de la Palabra, nos dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

La condición para ser salvo es que tu creas, pero creer en Cristo. Esto es tan importante mencionarlo, porque algunos han condicionado su entrada al cielo por el solo hecho de tener fe. Pero la pregunta seguirá siendo ¿fe en qué? Algunos hablan de la fe que mueve la montaña. Pero no es la fe, sino el Señor quien puede mover una montaña. La fe debe ser en Cristo, y en nadie más.

Nicodemo había identificado a Jesús como un maestro venido del cielo, pero Jesús detuvo a ese otro maestro de la ley, y lo confronta acerca de nacer de nuevo (v. 8). Y el v. 18 pone el asunto más cuesta arriba si no creemos en Cristo. De acuerdo con esto, o somos salvos si creemos o somos condenados si no creemos en Cristo. El “creer” en la Biblia significa “recibir” (Juan 1:12).

VI. PORQUE HAY UN GLORIOSO RESULTADO DE ESTE AMOR

“… tenga vida eterna”.

Dios ha creado un gran futuro para ti y para mí. El hombre fue creado para la eternidad. Dios quiere que vivamos en su presencia para siempre. Cuando ponemos nuestra fe en Jesús, nuestros pecados son perdonados, y Dios nos da la vida eterna. La vida eterna es nuestro presente y futuro, y Dios ya hizo ese arreglo para todos a través de Cristo (Efesios 2:4-6).

La vida eterna es el resultado glorioso de su gran amor por nosotros. Pero en este mismo texto se dan dos posibilidades respecto al tema de la vida eterna, según los versículos 17 al 21. Por un lado, se nos afirma el propósito de Dios al enviar a su Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo. Por otro lado, quien no crea (reciba a Cristo y con eso su nuevo nacimiento), está condenado v. 18.

¿Y por qué vendrá esa condenación? No es por la decisión divina, sino porque “los hombres amaron más las tinieblas que la luz…” v. 19. La Biblia una y otra vez nos dice que la vida eterna está en el Hijo; eso lo afirma Juan 3: 37 de este mismo texto.

Otro texto que el mismo Jesús nos dejó está en Juan 17:3. La vida eterna más que verla en términos de infinitud, o algo sin límites de días o de años, debe verse en términos de comunión con el Padre para siempre. Jesús nos enseñó que la vida eterna debemos medirla en función de la relación, más allá del tiempo.

CONCLUSIÓN

Cuando hablamos del amor como uno de los más grandes atributos de Dios, y usamos Juan 3:16, debemos ubicarnos en su contexto inmediato del v. 14. Esa referencia a la serpiente levantada en el desierto es un episodio sucedido en Número 21. ¿Qué había pasado? Los israelitas pecaron, murmurando contra Dios y Moisés, y quejándose de tener “fastidio de este pan tan liviano” v. 5; y fue frente a este insulto, porque se quejaron del Maná enviado por Dios, que Dios en lugar de Maná les envió serpientes ardientes y murió mucha gente de Israel v. 6.

Pero Moisés clamó a Dios, y Él le ordenó hacer una serpiente de bronce y ponerla en un hasta, “y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” v. 9. Pero ¿por qué eso se aplica a Cristo? ¿Por qué hablar de una serpiente en este pasaje del amor? Porque de la misma manera que Moisés levantó esa serpiente en un hasta, Dios también levantaría a su Hijo en una cruz “para que todo aquel que en el cree no se pierda más tenga vida eterna” v. 15. Pero ¿por qué una serpiente fue relacionada con Cristo?

¿Por qué no fue levantado un cordero? ¿No tendría esto más sentido? Que sepamos, la serpiente fue maldita en el Edén, y llegó a ser un animal inmundo para los judíos. Y este es el misterio del amor de Dios, porque Jesucristo se hizo maldición por nosotros, aceptando la terrible ira de Dios por nuestra salvación (Gálatas 3:13).

Cristo fue maldito por Dios para que nosotros alcanzáramos la justicia de Dios en Él. He aquí la expresión más grande de amor jamás hecha, y jamás conocida. Si alguien se va al infierno no podrá culpar a Dios, porque “de tal manera” Dios lo ha amado. Reciba ese amor hoy.

Predica Sobre la Misericordia

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Ayudar a los creyentes a entender la Misericordia de Dios

Texto base: Nehemías 9:30-31

INTRODUCCIÓN

Creo que no hay un libro en la Biblia tan lleno de acción como el libro de Jonás. Alguien ha calificado esa historia como a un “Hombre en Fuga”. Y su huida se relaciona con la misericordia de Dios. Jonás huye a Tarsis, cuando fue llamado para ir a predicar a Nínive, comprando un pasaje para ir en dirección opuesta. Esta osadía de Jonás le merece el título: “el profeta desobediente, dormilón, indiferente e insensible”.

Un vistazo a sus cuatro capítulos nos muestra una gran aventura cuando se levanta una gran tormenta, y los marineros del barco resultan ser más temerosos de Dios que el profeta mismo. Es una historia con suspenso, porque surge la pregunta ¿cuál será el destino de Nínive?, especialmente cuando Jonás se enoja hasta la muerte porque Dios no la destruye. Pero hay algo aún más insólito en el libro y es el imaginarse a un hombre en el vientre un gran pez.

El asunto incomprensible del profeta fue que la salvación no podía salir de las fronteras de Israel. Esto lo hizo un hombre lleno de prejuicios, y con una sed de destrucción por aquella ciudad a la que fue enviado a predicar, y quien ni siquiera por haber estado tres días en el estómago de un pez cambió, aun cuando oró des allí a Dios (Jonás 2:1-2).

Y fue después de esta oración, cuando el pez lo vomitó en tierra, y a lo mejor asustado y mal oliente a pescado, que predicó en Nínive un mensaje de ocho palabras, diciendo: “de aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (3:4-5).

Ante esto, la ciudad se arrepintió (v. 10), y entonces Jonás se apesadumbró y se enojó (4:1), porque Dios no hizo lo que él quería con su sermón. Mis amados, el libro Jonás es el más claro ejemplo de la misericordia de Dios, el cuarto atributo de esta serie. Abordemos este tema de la misericordia como el atributo más necesario para la vida.

I. LAS MISERICORDIAS DE DIOS SON SU MÁS GRANDE RIQUEZA

La revista “Forbes” la encargada de dar a conocer cada año a las personas más ricas del mundo, siguieron mostrando a Elon Musk, como la persona más rica, con un aumento de casi el 17% en el precio de las acciones de Tesla durante noviembre, llevando a su la fortuna a aumentar en 28,000 millones de dólares, para llegar a la pequeña cantidad de 245,000 millones de dólares. ¿Pero es esta persona la más rica del mundo? ¡No!

La persona más rica del mundo es Dios, porque el mismo dijo: “mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos”. Les aseguro que la revista “Forbes” jamás va a publicar las riquezas de Dios. Porque ¿quién podrá calcular sus riquezas materiales si las vemos en función de su creación? ¿Cuánto será el precio de los mares, ríos, montañas, llanos, astros, estrellas, galaxias, y un largo etcétera?

Sin embargo, dentro de las insondables e inagotables riquezas de Dios, la riqueza de sus misericordias, se constituyen en la cumbre de toda su grandeza de acuerdo con Efesios 2:4-8. Este debería ser el texto más grande de toda la Biblia. ¿Puede usted leerlo con calma y ver su alcance, profundidad y el ilimitado deseo de Dios con su misericordia? Observe nuestra perdición: Muertos en delitos y pecados.

Observe la compasión de Dios: el gran amor con que nos amó. Observe nuestra asociación: vida juntamente con Cristo. Y observe ahora nuestro privilegio: resucitados y sentados en lugares celestiales ahora mismo. Esto solo es posible porque “Dios es rico en misericordia”.

II. LAS MISERICORDIAS DE DIOS GARANTIZAN LA SALVACIÓN

Las misericordias de Dios tienen una incidencia directa en nuestra salvación, y advirtiéndonos que, si no fuera por ellas, nadie podía ser salvo. En la carta de Pablo dirigida a Tito nos ha dejado un texto cuyo propósito es contrastar la condición perdida del hombre, y lo que finalmente ha hecho Dios para alcanzarnos con su única y pura misericordia.

En efecto Tito 3:3-7 es la visión de la corrupción del pecado en el hombre, pero a su vez es la visión más cercana de varios atributos de Dios envueltos en nuestra salvación. Observemos la corrupción del corazón del hombre, como somos antes de llegar a Cristo: “insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” v. 3.

Quizá usted se esté preguntando ¿pero era yo tan malo como se me describe aquí? Pues alguna de esas categorías me identificaba a mí. Ahora vea cómo Dios ha obrado para salvarnos: Manifestó su bondad y su amor por todos los hombres, mandando a un Salvador; nos salvó no tomando en cuenta nuestras obras, sino por sus misericordias; nos salvó por la intervención del Espíritu a través de la regeneración y renovación, derramando todo eso abundantemente en nosotros por medio del Salvador Jesucristo. ¿Y cuál fue el propósito de todo esto?

La justificación por su gracia y ser heredero de la esperanza de la vida eterna. Si esto no es misericordia, entonces qué es misericordia.

III. LAS MISERICORDIAS DE DIOS DETIENEN LA DESTRUCCIÓN

Lamentaciones 3:22-23 es otro de los grandes textos muy citados por los hijos de Dios, sobre todo cuando sienten las carencias de la vida misma o están inseguros acerca de una decisión para ser tomada.

Sin embargo, lo que muchos no saben es que el profeta Jeremías escribió Lamentaciones en una época de profundo dolor y luto nacional, después que la hermosa y gran ciudad de Jerusalén cayera en manos del imperio babilónico en el año 586 a. C.

Paradójicamente el libro describe una gran angustia, pero a su vez una gran esperanza escrita de una manera poética. De esta manera, el tema del libro es el juicio divino, mezclado con la compasión de su pueblo.

Si bien el profeta se lamenta, llora y es notoria su angustia al ver esos tiempos muy oscuros, a su vez levanta su esperanza al saber que Dios es fiel y no desechará a su pueblo jamás. Bien sabía Jeremías que Israel le dio muchas razones para haber sido sumido por su ira. Israel se empeñó en provocar la ira de Dios para ser consumidos, pero en lugar de aplicar su ira, aplicó su misericordia, porque en efecto, y como lo dice Nehemías “tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste” (Nehemías 9:17).

Según la Biblia, la misericordia es cuando Dios retiene el justo castigo, y Dios, en lugar del castigo a Israel, dejando un remanente, el texto dice que Dios renueva para ellos sus misericordias “porque nuevas son cada mañana, grande es tu fidelidad”.

Esto nos recuerda que las misericordias de Dios hacia nosotros no tienen fecha de caducidad, pues son perpetuas (de allí la palabra “nunca”), y estarán frescas y disponibles para ser usadas cada día. Las misericordias de Dios nos previenen de ser destruidos, pero en lugar de eso ellas están siempre presentes. Bendito sea nuestro Dios.

Aplicación: La ira de Dios al ponerse al lado de sus misericordias, se nos recuerda que son lentas de acuerdo con Salmo 86:15; 103:8; 145:8. En Joel 2:13 tenemos el mismo recordatorio, pero el profeta en lugar de hablar de “lento”, utiliza la palabra “tardo” y añade: “y que se duele del castigo”. La Nueva Traducción Viviente habla de esa última parte, diciendo: “Está deseoso de desistir y no de castigar”. Le damos razones a Dios para ejecutar su ira constantemente, pero todavía no lo hace, porque su amor y misericordia es inagotable.

IV. HAY UN TRONO DE GRACIA LLENO DE MISERICORDIAS

Cuando uno lee la historia de muchos tronos terrenales, donde se sientan reyes y gobernantes, no siempre han sido lugares donde la gente encuentra misericordia; es más, es de muchos de esos tronos donde se dan las sentencias de muerte; y esa es la simbología del trono: autoridad y poder, mientras que la gracia expresa simpatía y comprensión. Y si alguien ostentaba poder y simpatía a la vez era Cristo. Esto pudiera ser la mejor explicación de Hebreos 4:12.

La referencia a ese trono es hecha en relación con el propiciatorio del arca del pacto. El contexto inmediato nos habla del sacrificio de Jesús quien abrió el camino a través del velo (la cortina de separación el lugar santo del lugar santífico), y ahora es nuestro gran sumo sacerdote que se compadece de nuestras debilidades, y nos invita a “mantener firme nuestra confesión” de la salvación. La obra de Jesús nos permite llegar a ese trono, y hacerlo “confiadamente”.

Ese no es un trono de juicio o el “trono blanco”. Es un trono de gracia donde encontramos el oportuno socorro. Es el trono de la más completa confianza y seguridad respecto a nuestra pobre condición. El temor más grande al acercarnos allí sería por el castigo de la ira de Dios. Siempre el temor por haber hecho algo malo despierta esta inquietud, pero no debemos temer a la ira de Dios porque ya Cristo ha expió nuestros pecados, y eso hizo aplacar la ira de Dios, dejándonos el camino abierto a ese trono desde donde se despacha la gracia en abundancia, y desde donde podemos alcanzar la misericordia.

Aplicación

Un trono de gracia repleto de misericordias. Eso como que es “mucho con demasiado”, para ponerlo en un lenguaje coloquial. Ahora el texto además de contener estos dos atributos comunicables nos presenta una invitación. Y es una invitación sencillamente llena de ternura, compasión y de certeza: “Acerquémonos confiadamente”. Es una invitación para orar, confiadamente, creer confiadamente y confiar confiadamente. No hay temor para acercarnos allí.

V. LAS MISERICORDIAS DE DIOS INVITAN A LA CONSAGRACIÓN

El llamado de Romanos 12:1 es que, por cuanto las misericordias de Dios son “nuevas cada mañana”, “son más altas que los cielos”, “llenan el trono de Dios”, y son el “contenedor de la ira de Dios” debemos asegurarnos de presentarle a Dios, no un sacrificio muerto como los sacrificios antiguos, sino “un sacrificio vivo”. El llamado a la consagración de nuestras vidas a Dios por cualquiera de sus atributos ya es de por sí un llamado a dar lo mejor de nosotros, pero hacerlo por las misericordias de Dios es la mayor demanda para la consagración cristiana.

El comentarista Harrison ha dicho: “En comparación con el hecho de que los paganos están prontos a sacrificar para obtener misericordia, la fe bíblica enseña que la misericordia divina provee el fundamento del sacrificio como una respuesta apropiada.” ¿Y cuáles han sido esas misericordias otorgadas en nuestras vidas que nos invitan a la más completa consagración de nuestras vidas?

A través de nuestra fe en Cristo hemos sido justificados (Romanos 5:1-3). A través de las misericordias de Dios y su Hijo Cristo, hemos sido adoptados como hijos de Dios. A través de las misericordias de Dios ahora estamos bajo la gracia, y no más bajo la ley. Pero aún hay más, fue por la misericordia de Dios que ahora tenemos el don del Espíritu, siendo elegidos en Dios, con la certeza de una gloria venidera, y la seguridad de no estar jamás separados del Dios clemente y amoroso. ¿Puede usted pensar en algo mayor para consagrarse al Señor?

CONCLUSIÓN

Volvemos otra vez al libro de Jonás para ver como en ningún otro en la Biblia el atributo de la misericordia de Dios. Nínive era una ciudad pagana, llena de idolatría y extremadamente pecadora, pero la misericordia de Dios es más grande que su pecado, y es por esas misericordias que Dios le envió a un profeta para salvarla. La ciudad está bajo el juicio divino, pero por las misericordias de Dios no había sido destruida. ¿Cómo hizo Dios todo esto?

Jonás desobedeció a Dios, y tan pronto hizo esto fue arrojado por la borda en medio de una tormenta. La misericordia de Dios se ve cuando Dios tenía preparado “un gran pez”. ¿Cómo seguimos viendo la misericordia de Dios? Pues que Jonás había muerto, o de asfixia o triturado por los dientes del pez; pero Dios mostró su misericordia al permitir que el mismo pez le salvara la vida. Misericordia significa que, teniendo la posibilidad de castigar a alguien como Jonás, Dios no lo mate, sino que le concede otra oportunidad.

Misericordia significa que Dios en lugar de destruir a Nínive, como predicó Jonás durante 40 días, los perdonó a todos, tanto así que el mismo Cristo habla de esta Nínive arrepentida (Mateo 12:41). Misericordia significa que a Dios le importan las personas (4:11), más allá de su pueblo, lo que Jonás no creía, y su pregunta lo confirma: “¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra?” (4:1). Y es aquí cuando Jonás, al ver que Dios perdonó a Nínive, declaró la más grande verdad de todo este libro (Jonás 4:2).

Predica Sobre la justicia de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Animar a los creyentes a entender justicia de Dios

Texto base: Deuteronomio 32:4; Salmos 89:14; 116:5

INTRODUCCIÓN

Cuando hablamos de la justicia de Dios nos referimos a ella cómo el instrumento mediante el cual Él trabaja con todos sus demás atributos comunicables, tales como su santidad, fidelidad y misericordia. Y la aplicación de esa justicia divina es notoria cuando Dios ejerce su santidad. Por su naturaleza santa, Dios está alejado del pecado, y para quitar el pecado de su presencia Dios necesitó aplicar su justicia. ¿Cómo entendemos todo esto?

No hubo ningún sacrificio para satisfacer la justicia de Dios en el pasado, porque todos eran imperfectos. Por lo tanto, Dios necesitaba un sacrificio aceptable para satisfacer su justicia, y es allí donde entra el tema de la cruz. Somos muy dados a quejarnos de las injusticias de la vida, y los más osados se quejan de las injusticias de Dios. Pero si hubo alguien que debió quejarse de la injusticia, fue Jesús.

¿Por qué razón? Porque Jesús es el único hombre inocente a quien Dios ha castigado. La justicia humana castiga a inocentes, pero ¿cómo explicar a un Dios justo castigando a un inocente? Bueno, es aquí donde nuestros pensamientos de la teología se agotan. El Dr. R. S. Sproul ha dicho que la cruz es el ejemplo más horrible, pero a la vez el más hermoso de la ira de Dios. Es el acto más justo, pero a la vez el más lleno de gracia en la historia jamás conocida.

Y termina diciendo: “si Jesús no hubiese estado dispuesto a tomar sobre sí los pecados del mundo, Dios hubiera sido más que injusto, y hasta diabólico en castigar a Jesús”. De esta manera, cuando Jesús decidió voluntariamente llevar nuestros pecados se hizo maldito delante del Padre, porque Dios derramó su ira santa sobre su Hijo santo, como si él fuera una escoria ante los mismos ojos de Dios.

Paradójicamente, fue en ese acto cuando la justicia de Dios se manifestó perfectamente, pues a través de ella Él logró nuestra salvación. Así pues, la aplicación de la justicia de Dios es la única manera cómo se puede entender los demás atributos. Esto nos llevará a la conclusión que la justicia de Dios será terrible para algunos, pero una bendición para otros. Veamos de qué se trata.

I. LA JUSTICIA DE DIOS ES JUSTICIA PERFECTA

Así declara Deuteronomio 32:4. Cuando hablamos de la justicia divina hay dos asuntos dominantes. Uno es de carácter teológico, porque esa justicia no está sujeta a ningún tipo de corrupción como la justicia de los hombres, la cual debiera ser guía, luz y esperanza para nuestra gente. Pero el otro aspecto es la opinión humana acerca de la justicia de Dios. Es común escuchar a la gente preguntarse ¿cómo puede un Dios de amor permitir que esto pase?

En la mente de muchos hay un Dios “hecho a su medida”, quien debe responder sólo a ciertos atributos, sobre todo a aquellos como el del amor y la misericordia. Para algunos, la justicia y la ira de Dios no son agradables. Pero aquí es donde decimos: si Dios no fuera justo, entonces no sería Dios. La justicia de Dios es perfecta. Dios hace juicios perfectos. Él no necesita de abogados delante de su presencia para dictar su propio fallo.

La justicia de Dios no es insensible, ni se parcializa al momento de dictar una sentencia. En sus documentos probatorios, o reprobatorios, no se consignan falsos veredictos. Él no es como los jueces humanos que, debido a la corrupción misma de la justicia, condenan al inocente y liberan a los culpables. Dios castiga a los culpables, y hace justicia al inocente. Esto quiere decir que Dios es supremamente equitativo.

La justicia de Dios no es caprichosa, antojadiza; Él no es un Dios malhumorado y cambiante constantemente como nosotros. El juzga según la verdad sin importar a la persona que está siendo juzgada. Esto lo indicó el salmista, cuando dijo: “Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmos 89:14). ¡Qué manera de describir la justicia y el juicio de Dios!

II. LA JUSTICIA DE DIOS VISTA EN SUS DEMÁS ATRIBUTOS

Romanos 1:18 no fue dicho en el Antiguo Testamento, sino en el Nuevo Testamento, y esto debe ser tomado en cuenta a la hora de analizar la justicia de Dios, porque nosotros tenemos una idea equivocada cuando hablamos de justicia. En efecto, es una visión totalmente distinta a la hora de pensar cómo Dios debería actuar de acuerdo con mi propio pensamiento. ¿De qué estamos hablando?

Que cuando calificamos a quien debe aplicarse la justicia no lo hacemos pensando en nosotros, sino en los demás. Así pues, queremos que la justicia sea aplicada a los políticos corruptos, a los delincuentes, a los abusadores, y a todos aquellos quienes practican la injusticia. Si alguien nos hace algo malo deseamos que esa persona reciba su merecido. Y es allí cuando viene el conflicto, porque Dios debiera complacernos al hacer justicia contra los demás, más no con nosotros.

Nuestro problema con la justicia de Dios es un asunto de querer tener a un Dios hecho a nuestra medida. El argumento de algunos es que si Dios es amor cómo va a actuar con su ira, o si es un Dios justo, por qué no actúa con justicia cuando vemos la injusticia. Pero la verdad bíblica es que la ira y el amor de Dios van juntos. El problema para algunos al pensar en la ira de Dios es verlo como si Él viviera en rabia ciega.

Este pensamiento, inconscientemente nos hace clasificar los atributos de Dios, quedándonos con los menos rigurosos, como su amor, misericordia, fidelidad y su bondad. Pero la verdad es otra: Dios te ama, pero Él no es un “abuelito” que te consiente en todo. Su justicia, amor y su ira van juntos. Esos atributos son inseparables (Salmos 116:5). Su santidad, fidelidad y misericordia necesitan de su justicia.

III. LA JUSTICIA DE DIOS BUSCA UNA FE DEMOSTRADA

Es bueno recordar que la palabra “justicia” aparece 370 veces en la Biblia y la palabra “justo” 221 veces. De esta manera, el atributo de la justicia de Dios es uno de los que más habla la Biblia, pero a su vez es uno de los más ignorados. La primera vez que aparece la palabra es en Génesis 15:6 aplicada a Abram en respuesta a su fe.

Al final de la Biblia, en Apocalipsis 22:11, se hablará otra vez de la justicia de Dios como el requerimiento para presentarse delante de Dios; eso es, que los justos sigan practicando la justicia, y que los inmundos sigan en su inmundicia todavía. Este tema de la justicia de Dios es tratado por Pablo en Romano, la carta usada por Dios para la conversión de Lutero. Martin Lutero descubrió, como cualquier pecador, que “no hay justo ni aun uno” (Romanos 3:9-12).

También descubrió que el hombre después de pecar quedó bajo juicio y una sentencia de muerte, pero sobre todo Lutero descubrió, leyendo a Romanos que “el justo vivirá por la fe” (Romanos 1:17). El apóstol Pablo y Martin Lutero, aferrados a las obras para salvarse, buscaron el camino de la fe para salvación, reconociendo que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Porque si no es así ¿qué diremos al estar en su presencia?

¿Habrá alguna manera de sobornar al juez de los cielos? ¿Habrá un abogado delante de él para ganarle su juicio? ¿Podremos escapar cuando estemos en su estrado? ¿Podrán nuestras obras salvarnos? Pero, aunque estamos bajo condenación eterna, de acuerdo al texto de Romanos, la gracia derramada en la persona de Cristo, y nuestra fe puesta en él, nos justifica, y ya no estaremos más bajo condenación.

IV. LA JUSTICIA DE DIOS ANTE LA SÚPLICA HUMANA

La justicia de Dios no viene sobre el pecador y su miseria, sin antes darle la oportunidad del arrepentimiento. Ese fue el caso de los habitantes de Sodoma. Esa ciudad se describe como pervertida y pecadora en gran manera (Génesis 18:20). Y es en base a ese conocimiento previo que Dios involucra a su siervo Abraham sobre su decisión, preguntándose: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer…? v. 17.

Como el juicio de Dios estaba determinado contra la ciudad, y antes que el ángel se fuera a cumplir la orden, el texto dice: “pero Abraham estaba aún delante de Jehová” v. 22. El clamor de los habitantes de la ciudad subió ante la presencia de Dios, y ahora Él va a actuar conforme a su perfecta justicia, revelando a Abraham su juicio acerca de la ciudad. Cuando Abraham oyó la sentencia condenatoria sobre Sodoma, preguntó al Señor: “¿Destruirás también al justo con el impío?” v. 23.

Y en su apelación ante Dios de no destruir a la ciudad si hubiera justos en la ciudad fue más allá, diciendo: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? v. 25. El resto del texto es una disminución de la intercesión de Abraham hasta preguntar por diez justos; y Dios respondió lo mismo: “No la destruiré, respondió, por amor a los diez”.

¿Por qué Dios llegó hasta lo último en esta intercesión de Abraham? Para demostrarnos que Él es justo, y antes de destruir al pecador Él concede otra oportunidad. Más adelante el apóstol Pedro va a resumir todo lo hecho por Abraham, y la obra de Dios a favor del pecador según 2 Pedro 3:9. El pecador no podrá decir que Dios es injusto si rechazó Su paciencia y su invitación para ser salvo. Si no hay justificación por la fe en Cristo, la justicia de Dios será al final implacable.

V. LA JUSTICIA DE DIOS EN LOS GALARDONES

Hebreos 6:10 es uno de mis textos favoritos. La primera revelación del texto es la del carácter de Dios al decirnos que él “no es injusto”. Ya hemos dicho que la justicia de Dios es perfecta. En la contundente declaración de Deuteronomio 32:4, Dios se nos revela como la Roca inconmovible, el Dios de la obra perfecta, el Dios de los caminos rectos, el Dios sin ninguna iniquidad, justo y recto.

De esta manera, al conectar la justicia de Dios, y la premiación del trabajo hecho nos produce un gran consuelo. Por lo tanto, Él no es injusto a la hora de galardonar a sus hijos. También esto nos asegura que la justicia de Dios no sólo no “olvida” nuestra obra, sino que se acordará trayendo su recompensa. Una de las cosas asombrosas del libro de Apocalipsis es recordarnos que cuando Cristo venga, su propósito no solo será levantarnos para estar con él lo cual ya eso será demasiado, sino el hecho de traer consigo sus galardones (Apocalipsis 22:2).

Él no olvida el trabajo de amor hecho para su causa y su reino. Pero como la justicia de Dios exige un juicio exacto, todo trabajo hecho para Él recibirá su recompensa. El texto dice: “habiendo servido a los santos, y sirviéndoles aún”. Esto significa una recompensa para los que ya sirvieron y otra para los nuevos servidores.

Este asunto de las recompensas es tan serio que fue el mismo Cristo quien previamente había dicho: “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mateo 10:42). La justicia de Dios se toma muy en serio el trabajo hecho para Él. Yo no sé cuáles serán estos galardones que Jesús traerá cuando venga en su gloria, pero esperarlo y recibirlo personalmente, será la mayor recompensa.

CONCLUSIÓN

En la historia de Inglaterra hay un incidente que ilustra el ideal de la justicia imparcial de Dios. Un siervo del Príncipe de Gales cometió un delito, y a pesar de la influencia del príncipe el siervo fue sentenciado. Enojado, el príncipe entró en el tribunal y exigió al magistrado liberar al prisionero. El magistrado en jefe, Gascoigne, aconsejó al príncipe llevar su petición a su padre, el Rey Enrique IV, quién quizás perdonaría al prisionero.

El joven príncipe, furioso porque el magistrado no le obedecía trató de arrebatarle al prisionero al alcalde y llevárselo. El magistrado en ese momento se puso en pie y con voz severa demandó al príncipe obediencia a la ley y que pusiera mejor ejemplo a sus súbditos. Luego sentenció al príncipe por contumacia. El joven príncipe reconoció la afrenta hecha contra la corte y sumiso fue a la prisión.

Cuando las noticias llegaron al Rey Enrique IV, este exclamó “Bienaventurado el rey que tiene a un magistrado poseído del valor para administrar imparcialmente las leyes; y aún más, feliz es el rey cuyo hijo se somete a su justo castigo por haberlas ofendido”.

La justicia de Dios es justa, imparcial y sin la influencia para ser corrompida. Cuando así sucede, se cumplen las palabras de Isaías: “Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre.” Isaías 32:17. La justicia de Dios será buena para los buenos y buena para los malos.

Predica Sobre la ira de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: La revelación de la ira divina

Texto base: Romanos 1:18

INTRODUCCIÓN

De todos los atributos de Dios este es el menos popular. Pero, curiosamente, la Biblia habla más de la ira de Dios que del amor de Dios. No es un sermón favorito de algunos predicadores, aunque es parte del carácter de Dios. Los temas más predicados son los del amor, misericordia, fidelidad, o perdón de Dios.

La justicia, la ira, la soberanía y la santidad de Dios son temas considerados ofensivos, porque no cabe en la mente del hombre la idea de un Dios airado. Pero este atributo es tan importante, como los demás, porque todos están equilibrados perfectamente en Dios. Todos son iguales, y todos son necesarios, y la ira de Dios es uno de ellos. Si Dios no se enojara, no sería Dios. ¿Qué significa esto?

Que Dios es perfecto en amor, pero también es perfecto en su ira. Textos como el Salmos 2:4-5; 106:40 y Nahún 1:2-3 lo confirman. Pero ¿cuál es la diferencia entre la ira de Dios y la del hombre? Que la ira del hombre no es perfecta, sino más bien originada por el pecado; mientras que la ira de Dios es santa. Por otro lado, en la ira del hombre no obra la justicia de Dios, pero en la ira de Dios se cumple perfectamente su justicia.

Pero también, respeto a su ira, la Biblia dice que Él es lento para la ira (pero no sin ira), y grande en misericordia. ¿Qué tal usted? ¿Es usted lento para la ira? Cuando Dios le pidió a Moisés subir al monte del Sinaí para renovar el pacto, después de haber quebrado las primeras tablas, y al llevar las nuevas para ser escritas, el Señor ese día proclamó su nombre como lento para la ira y grande en misericordia (Éxodo 34:5-7). Nuestro punto de vista de la ira de Dios es que es lenta, santa y revelada, ese es nuestro tema.

I. ESTE TEXTO REVELA LA NATURALEZA DE LA IRA

“Porque la ira de Dios…”.

Para algunos este texto pareciera no encajar en un capítulo donde se habla primero del poder del evangelio y luego que el “justo vivirá por la fe” (v. 16-17). Sin embargo, el evangelio estaría incompleto si no se hablara de la ira de Dios. Por lo general, cuando hablamos con alguien del evangelio utilizamos los primeros versos, pero casi nunca usamos Romanos 1:18. No le hablamos a la gente de la ira de Dios como santa y divina.

¿Cuál es la diferencia entre la naturaleza de la ira de Dios y la nuestra? La ira de Dios es perfecta, más la nuestra responde a alguna ofenda. Nuestra ira está llena de maldad, mas no podemos pensar que la ira de Dios sea igual a la nuestra. El odio del hombre es hacia otro hombre, sobre todo cuando ve alguna injusticia hecha. En el caso de Dios, la única cosa odiada por Él es el pecado. Así como su amor es puro (Juan 3:16), también su ira es pura (Juan 3:36).

Su ira es tan perfecta como su santidad. Dios no podrá ser santo si él no reaccionara a la maldad. Habacuc dice que Él es “muy limpio de ojo para ver el mal” (Habacuc 1:13). Dios está enojado contra el pecado, por lo tanto, está enojado con quien está cometiendo pecado (Salmo 2:12).

En la medida que nos vamos pareciendo a Dios deberíamos también sentir enojo contra el pecado. Un ejemplo de la ira santa de Dios lo manifestó Cristo cuando al entrar a Jerusalén, su primera acción fue la de limpiar el templo. Según la cronología respecto a sus últimos días, antes de ir a la cruz, aquel acto fue su primera aparición en público. A propósito, ¿no es extraño comenzar un ministerio haciendo lo que Jesús hizo? Nuestras predicaciones no siempre comenzarían limpiando el templo.

II. ESTE TEXTO REVELA EL TIEMPO DE LA IRA

“Porque la ira de Dios se revela”.

La palabra “apocalipsis” significa revelación. Esto quiere decir que la ira de Dios nunca estuvo escondida, u oculta. La ira de Dios está constantemente revelada. Ha sido visible a toda la humanidad desde la misma creación. Bien podemos decir que la ira de Dios se ha hecho presente desde el cielo mismo cuando expulsó a Satanás al no tolerar su rebelión junto con los demás ángeles. ¿Se imagina cómo debió ser la ira de Dios al ver a una de sus más hermosas criaturas rebelándose contra Él?

Pero ahora veamos el huerto del Edén. Dios hizo en ese lugar a un ser llamado hombre, la “corona de su creación”. En Génesis 2, Adán vio la revelación del atributo del amor y gloria de Dios muy cercanos. Sin embargo, allí mismo también vio el atributo de su ira cuando el hombre al pecar fue echado del paraíso.

El resultado de esa ira fue la maldición de la tierra. Pero Su ira no se detuvo allí. Dios siguió airado contra el pecado al ver la maldad de los hombres tan continua (Génesis 6), decidiendo acabar con esa humanidad pecadora.

Su ira después siguió cuando los hombres le desafiaron construyendo la torre de Babel (Génesis 11), luego en la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra (Génesis 19) , también fue vista con las 10 plagas de Egipto (Éxodo 8-12), en el monte Sinaí (Éxodo 32-33), durante el tiempo de Israel en el desierto (Números 32:13), hasta llegar a la cruz, donde se dio la cumbre de su enojo. De esta manera, fue la muerte de su propio Hijo lo único que la aplacó su ira contra el pecado.

Y mientras Cristo regresa otra vez, la ira santa de Dios está siendo retenida, y aunque Él sigue viendo la maldad, y deja prosperar a los hombres en sus pecados, la copa de su ira está siendo llenada. En Apocalipsis 16:1-21 tenemos el derramamiento de las “siete copas de la ira de Dios”. Ese va a ser el acto final de la revelación de la ira de Dios. Que Dios nos libre de su ira santa.

III. ESTE TEXTO REVELA EL LUGAR DE DONDE SALE LA IRA

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo…”.

Este es el lugar de donde viene la ira, su origen, su fuente. Es una ira que viene del cielo, porque el cielo establece el orden moral, y es de ese trono donde se desprende Su ira. Por cierto, hay un trono de gracia, pero también hay un trono de su ira. Uno de los atributos incomunicables de Dios es su omnipresencia, y esto le permite estar en todas partes. Pero este texto nos habla del lugar desde donde Dios contempla lo que pasa en la tierra.

Esto muestra cuán envuelto está Dios en las cosas de este mundo, y desde allí manifiesta su desagrado con el hombre con lo que hace con su vida. Fue del cielo de donde Dios envió a un salvador, y con esto cumplió la justicia del cual también hemos hablado.

Ahora el texto habla del lugar desde donde su ira es revelada. Vamos a verlo de esta manera. Dios nos ha dejado sus leyes morales, y cuando los hombres no viven bajo ellas recibirán sus consecuencias. Tome en cuenta, por ejemplo, las leyes dejadas para vivir una vida ordenada, sana y de bienestar.

Todas las leyes impuestas, sean para mi salud, mis relaciones, el tránsito, o las leyes para preservar el mundo mismo, han sido dejadas para que a los buenos les vaya bien y a los malos le vaya mal. ¿Por qué existen las cárceles? Porque alguien ha hecho lo malo y debe ser castigado. Pero esas leyes morales son apenas una sombra de una realidad mayor.

Dios ha creado el infierno, no para el hombre, sino para Satanás; sin embargo, si el hombre rechaza su amor revelado en Cristo, al final se encontrará con la total ira de Dios revelada del cielo, con la que castigará a los enemigos de la cruz: Satanás, el pecado y la muerte. ¿Qué les espera a los hombres si rechazan la cruz? Ser enviados al lago de fuego y azufre, donde será el “lloro y el crujir de dientes”. Es la ira revela.

IV. ESTE TEXTO REVELA LA CAUSA DE ESA IRA

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia…”.

¿Qué es la impiedad? La impiedad no es necesariamente ateísmo declarado, la creencia de que Dios no existe. La impiedad es lo contrario a la piedad. La impiedad es el desenfreno de la carne como si Dios no existiera. Los hombres impíos no niegan que haya un Dios, pero tampoco lo toman en cuenta. Al ser impíos, toda su vida y sus obras impías provocan la ira de Dios.

¿Qué tipo de ira es esta? Es una ira contra el pecado. Esto no es una furia irracional, como hacen los hombres cuando cometen hechos penosos. Dios está enojado contra la impiedad, porque los hombres no están relacionados con Él de una manera correcta.

¿Por qué actuamos tan egoístamente? ¿Por qué nos hacemos daño los unos a los otros, alejando de nosotros la bondad y el amor? Los hombres impíos e injustos ignoran a Dios y actúan como si Él nunca hubiera de tomar en cuenta su pecado.

Fue Judas, el medio hermano de Jesús, quien hablando de estos hombres descritos por Pablo en una profecía dada por Enoc acerca de la venida del Señor y su juicio contra el impío, dijo: Cristo vendrá con sus millares “para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Judas 15).

En un solo texto Judas habla cuatro veces de la palabra impía en el contexto del juicio venidero. Pablo pone a la impiedad y a la injusticia en el mismo orden de maldad. La ira de Dios se revela contra estas dos manifestaciones de la maldad.

V. ESTE TEXTO REVELA LOS CAUSANTES DE ESA IRA

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”.

Según esto, los hombres impíos e injustos tienen conocimiento de la verdad, y esto hará que la condenación sea mayor. El poder del evangelio obrando en el corazón del hombre es una verdad liberada. Cuando esto ocurre hay salvación “al judío primeramente y también al griego”. Pero los hombres que constantemente están tratando de suprimir la verdad, por su pecado, se condenan a sí mismos y condenan a otros.

¿Qué pasa con esos hombres? Que el pecado está tan arraigado en sus corazones que atacan la verdad. Considere, por ejemplo, la desviación del cual Pablo habla en este mismo texto: “ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” v. 25. La verdad está allí, como una luz para todos los hombres, pero ella es suprimida, detenida.

Observe cómo aquellos quienes dicen tener la “verdad” aprueban leyes humanas para justificar sus acciones, y pasan por alto la verdad de Dios. El pecado siempre atacará la verdad, porque si ella es neutralizada, los hombres impíos habrán “triunfado”. La Biblia dice que estos hombres aman más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas. Los necios dicen que no hay Dios, en consecuencia, aborrecen la verdad, y viven vidas corrompidas (Salmo 14:1).

La gente que retiene la verdad no quiere a Dios, porque deben rendirle cuentas. Para ellos es mejor crear su propio dios quien pueda tolerar su pecado, y de esa manera, el necio evita la disciplina de Dios. Los hombres evitan la verdad de Dios, porque ella trae a la luz sus obras. Estos hombres tienen conocimiento de la ley moral para preservarlos del infierno.

CONCLUSIÓN

El diccionario define a la ira como “la respuesta emocional a la percepción del mal y la injusticia,” traduciéndose como “enojo,” “indignación,” “cólera,” o “irritación.” Y esta definición se aplica tanto a los humanos como a Dios. Sin embargo, hay una gran diferencia entre la ira de Dios y la ira del hombre.

Cuando nos referimos a la ira de Dios ella siempre será santa y justificada; mientras que la del hombre nunca será santa, y no siempre es justificada. La ira de Dios, de acuerdo con este texto es una ira divina, por lo tanto, es una ira justa al momento de ser aplicada. Es una ira revelada constantemente. Es una ira proveniente desde el mismo cielo, del trono donde se dictan las sentencias. Es una ira contra el pecado y su depravación (impiedad e injusticia).

Nada puede definir mejor al pecado que estas dos palabras. La ira justa y santa de Dios tendrá su revelación final con la venida de Cristo. Ningún pasaje la describe mejor como 2 Tesalonicenses 1:6-10. Aquel será el día cuando los hombres verán el juicio de su ira y la misericordia de su justicia. Algunos irán al castigo eterno y otros a la gloria eterna. El infierno es el cumplimiento total de la ira de Dios, mientras que el cielo es el regalo de su más grande promesa.

Predica Sobre la Gracia de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Comprensión y apreciación de la gracia de Dios

Texto base: Tito 2:11-14

INTRODUCCIÓN

He aquí el atributo de la gracia de Dios. En la teología existen dos tipos de gracia: la gracia común y la gracia salvadora. ¿Qué es la gracia común? Es aquella donde Dios favorece a todas las personas.

Dios hace salir Su sol sobre buenos y malos y manda su lluvia sobre justos e injustos, de acuerdo con lo dicho por Jesucristo en Mateo 5:335-48. Nadie queda excluido del sol, la lluvia, el aire, el calor o frio, la salud y el bienestar en general de Dios.

La gracia común se extiende a cada persona. Pero la gracia salvadora es aquel favor manifestado por Dios sobre todos a los elegidos para salvación. Por otro lado, cuando hablamos de la gracia manifestada, ella es una gracia eterna (2 Timoteo 1:9). Su existencia es antes de todo lo creado.

Como alguien la definió: “ideada antes de ser empleada, propuesta antes de ser impartida”. Esa gracia vino mucho antes que los hombres se justificaran por las obras. La gracia es tan eterna como lo es Dios. Pero también Ella es gracia gratuita (Romana 3:24). No hay en nuestras vidas mérito alguno para que seamos justificados por eso, y hasta ser merecedores de esta gracia.

“Gracia gratuita” es una manera muy elegante para hablar de algo que excluye toda jactancia y orgullo personal, como si Dios estuviera obligado a corresponder a nuestras vidas por alguna necesidad. Lo único aceptado por Dios es cuando el hombre se somete a la justicia divina cumplida en la redención en Cristo. Por otro lado, la gracia es soberana (Romanos 5:21).

Como la gracia es un don inmerecido se concede de una manera soberana y nadie tendrá que presentar algún reclamo a Dios. Conozcamos, pues, cuál es el rostro de esa gracia. Veamos por qué la gracia de Dios es el atributo más cercano a nuestra salvación.

I. LA GRACIA NOS MUESTRA UN ROSTRO DEVELADO

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado…”.

La doctrina más importante del evangelio es la gracia. Spurgeon ha dicho sobre esto lo siguiente: “Si quitaran la gracia de Dios del evangelio, le habrían suprimido la propia sangre de vida, y no quedaría nada de él digno de ser predicado, de creerse o por lo cual luchar”. Sin el conocimiento y la predicación de la gracia, el evangelio está muerto. De esta manera la doctrina de la gracia nos revela a un Dios tratando con el hombre sobre la base de una misericordia exclusiva.

La gracia significa el don inmerecido otorgado a los hombres perdidos quienes van irremediablemente camino al infierno; en ese sentido la gracia es la mano que te detiene, te aparta y te trae a Dios. De igual manera, la gracia es el plan divino para rescatar al hombre de su pecaminosa vida y sus consecuencias finales. Su propósito es ayudarnos a no pecar contra la santidad de Dios, y eso lo confirma Romanos 6:14 y 15.

Pero ¿en qué consiste esa revelación de la gracia? Consiste en mostrarnos que, ante el fracaso del hombre en el Edén, Dios previamente había preparado Su plan para rescatarlo. A Dios no lo tomó por sorpresa la caída del hombre. Vamos a verlo de esta manera. El pecado entró y arruinó el paraíso terrenal, creando un caos con la salida de Adán y Eva de allí, pero Dios ya había preparado “un reino” antes de la fundación del mundo (Mateo 25:34).

El primer Adán fracasó, pero el segundo Adán ya había sido apartado como el “Cordero de Dios” antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:20). Lo extraordinario del plan divino fue manifestar su gracia antes que se manifestara el pecado. Y el evangelio como la expresión de esa gracia fue su cumplimiento de acuerdo con Gálatas 4:4-7. La gracia de Dios se convierte en su evangelio, en su Hijo y en el Espíritu Santo.

II. LA GRACIA NOS MUESTRA UN ROSTRO SALVADOR

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación…”. Este es el propósito de la manifestación de la gracia. ¿Qué significa esto? Que el hombre está totalmente destituido de todo mérito y por eso debe intervenir la gracia. Dios le hace un llamado a través de su gracia inmerecida.

El hombre por sí solo ni podrá salvarse ni justificarse, porque la gracia ha provisto la única manera para salvarlo. No hay nada bueno en el hombre y su tendencia natural es el de corromperse más, aún aquellos hombres que esgrimen su propia justicia y sus propias bondades. Por lo tanto, el hombre sin Dios rechaza la gracia, la descalifica, la menosprecia, porque le parece algo muy “barato” para ser salvo.

Pero la verdad eterna es que cuando Dios aplica su gracia, todo lo que su gracia quiere hacer, lo va a hacer. Y es allí donde entra la vida de Jesús, muriendo por aquellos que han sido elegidos desde la eternidad. La gracia salvadora forma parte de la llamada “soteriología”, incluyendo la redención o salvación del hombre. La “gracia salvadora” es aquella donde nosotros mismos hemos sido salvados de Dios mismo. ¿Qué significa eso?

Pues que Dios mismo hizo una provisión a través de Jesucristo aplacando su ira contra el pecado mismo. Sería algo así como Dios mismo salvándonos del Él mismo a través de la muerte de su Hijo. El evangelio de esa gracia salvadora considera a la raza caída después de pecar con una pena eterna destinados al mismo infierno.

Por otro lado, la gracia salvadora es ese favor de Dios expresado sobre aquellos a quienes Él ha elegido para salvación; esto se conoce como “la gracia irresistible”, donde Dios por medio de su Espíritu Santo, convence, llama, atrae y regenera a los pecadores elegidos (Efesios 1:11). A quienes hayan sido elegidos, se les concede en abundancia la bendición de la gracia salvadora. Cristo es la encarnación de esa gracia (Tito 3:5; Juan 1:17).

III. LA GRACIA NOS MUESTRA UN ROSTRO ACCESIBLE

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres.

Este texto confirma que nadie queda fuera del alcance del poder salvador de Dios. No hay una exclusividad en Dios, porque una cosa es su elección anticipada de la salvación, conocida como la elección de acuerdo con la omnisciencia divina, pero otra es su compasión y amor total para con los hombres “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

Aun cuando no hay “justo ni aun uno”, Dios ha provisto una salvación para todos los hombres. Aun cuando todos están destituidos de la gloria de Dios, los hombres tienen acceso a esa gloria de Dios. La Biblia nos dice que el hombre no podía y no puede proveer o efectuar su propia salvación, porque aún los hombres “buenos” Dios los salva no “por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” (Tito 3:5).

Consideremos el caso de Cornelio de Hechos 10. Nadie era más justo y recto como él, pero no pudo salvarse por esa justicia personal, porque al igual que todos él era un pecador según Romanos 3:22, 23. La experiencia de este hombre “temeroso de Dios” nos muestra quienes tienen acceso a esa gracia.

Hebreos 4:16 es un texto único de la gracia de Dios. Al revisarlo nos damos cuenta de que la gracia está entronizada, personalizada y dignificada, estando en ese trono disponible para todos los hombres. Ella está allí porque ha derrotado a sus enemigos, y ha soportado el castigo de la culpa de los hombres, esperando por los necesitados.

Por esta razón ahora esa gracia nos invita a llegar a ella “para alcanzar misericordia para el oportuno socorro”. Pero la ironía de esto es que, si bien ella ha sido dada a todos los hombres como lo hizo Cristo viniendo por todos los suyos, no todos los hombres la aceptan (Juan 1:12).

IV. LA GRACIA NOS MUESTRA UN ROSTRO FORMADOR

El texto de Tito sigue diciéndonos: “enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente…” v. 12.

Pablo ahora nos habla de la gracia “formadora” o pedagoga. En el anterior mensaje hablamos de la ira de Dios revelándose contra toda impiedad (Romanos 1:18), pero ahora Pablo, al considerar de la gracia en nuestras vidas, nos insta a renunciar a la impiedad.

La palabra “piedad” es eusebeia, y según Jerry Bridges: “La piedad es más que el carácter cristiano. Cubre la totalidad de la vida cristiana y proporciona el fundamento sobre el cual se construye el carácter cristiano”. (Jerry Bridges, La práctica de la piedad, NavPress, 1983, p. 12).

Además de la piedad, la gracia nos demanda otra renuncia: “los deseos mundanos”. Esto significa que el mayor deseo de la gracia es construir en cada uno de nosotros un carácter verdaderamente santo. Sobre este particular, Pablo hace la pregunta: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).

La gracia de Dios no patrocina a una vida cristiana mundana. La gracia de Dios en nosotros tiene la misión de formarnos cada vez más a la imagen y semejanza de Cristo. Entonces, ¿por qué la gracia de Dios anhela hacer esto en nosotros? Para que “vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.

He aquí el secreto de una auténtica vida cristiana con propósito. De acuerdo con esto, nada nos hará vivir mejor como el estar bajo la cobertura de la gracia. Pero también, nada hace más infeliz a una persona que vivir en el libertinaje de la gracia (Judas 4), siendo una vergüenza de la gracia.

V. LA GRACIA NOS MUESTRA UN ROSTRO DE ESPERANZA

El texto de Tito 2 nos sigue diciendo: “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo…”. El trabajo de la gracia comienza con la elección del creyente, y luego sigue en la formación de nuestro carácter, para que seamos siempre dignos de ella.

Sin embargo, la obra de la gracia no termina allí, porque su propósito es llevarnos hasta el momento más sublime que podrán contemplar nuestros ojos como será la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien vendrá desde el cielo con sus poderosos ángeles (2 Tesalonicenses 1:7).

Notemos como Pablo habla de una “esperanza bienaventurada” como el asunto más feliz, dichoso y glorioso para el creyente si está vivo en su segunda venida, o para los que vendrán con él para tomar un cuerpo en la resurrección. El texto también habla de la aparición del “gran Dios y Salvador Jesucristo”.

Con un solo plumazo Pablo nos muestra quien será el que vendrá del cielo. Es un texto único, porque, además de probar la deidad de Cristo como siendo uno con Dios, lo hace en su aparición. Entonces, no es la aparición de Dios y la aparición de Jesús; es decir, la aparición de uno para cada uno.

Es la manifestación de Jesús, como el gran Dios y Salvador. La primera venida de Cristo lo hizo en la carne, y su venida fue humilde desde su nacimiento hasta su propia muerte. Pero imagíneselo ahora viniendo como el gran Dios. El Dios que nadie le vio jamás, ahora “todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7). La señal del Hijo del Hombre se verá en el cielo de acuerdo por lo dicho por el mismo Cristo (Mateo 24:30), pero simultáneamente será el gran Dios y Salvador, porque Cristo vendrá como el gran YO SOY.

CONCLUSIÓN

El propósito final del “Rostro de la Gracia”, según Tito 2:11-14, es mostrarnos a Jesucristo dándose a sí mismo por todos nosotros para redimirnos de nuestra iniquidad y “purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. ¿Puede pensar en algo más grande que Jesucristo haya muerto para redimirnos, purificarnos y luego hacer de todos nosotros a un pueblo “celoso de buenas obras?”. Déjeme darle un ejemplo del “Rostro de la Gracia” según la parábola del hijo pródigo de Lucas 15:11-32. El hijo menor desperdició su herencia y vivió una vida de pecado, despilfarro y desobediencia total.

¿Qué espera usted que podía hacer aquel padre ante el derroche y la deshonra de su hijo? ¿Qué hubiera hecho usted como padre? Aquel padre, al verlo de lejos, salió corriendo para encontrarlo. Él pudo usar sus manos para darle muchos latigazos, pero los usó para abrazarlo con su ropa harapienta y mal oliente por cuidar a los cerdos.

En lugar de usar sus labios para reprocharlo, los usó para besarlo. El hijo pidió ser como un jornalero (esclavo), pero el padre le dio un anillo, porque él era su hijo. Al final, el padre lo vistió, lo calzó e hizo una fiesta. Y, por último, la gracia celebra la noticia del regreso del hijo con gozo, contrario a la actitud de enojo del hermano mayor, diciendo: “porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado” v. 32. Este es el “Rostro de la Gracia”, y hay dos llamados de ella: uno es para no ser una vergüenza de la gracia, y el otro es para no rechazarla.

Predica Sobre la Paciencia de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Animar a los creyentes a entender la paciencia de Dios

Texto base: 2 Pedro 3:1-10

INTRODUCCIÓN

La paciencia de Dios será nuestro octavo mensaje de la serie acerca de los atributos divinos. La paciencia, como el resto de los otros atributos de Dios, está en perfecto balance con todos ellos. Ella es tan importante como lo es su ira o santidad. Dios es 100% paciente y 100% justo.

Pero de todos los atributos de Dios, la paciencia es el atributo más demandante para nosotros. ¿Por qué decimos esto? El autor Arthur Pink parece darnos una excelente respuesta cuando dice: “Que maravillosa es la paciencia de Dios con el mundo de hoy. Por todos lados, la gente está pecando a manos llenas.

La ley divina es pisoteada y Dios mismo es despreciado abiertamente. Es realmente asombroso que Él no mate al instante a aquellos que lo desafían con tanto descaro. ¿Por qué no aparta repentinamente al arrogante infiel y al blasfemo descarado como hizo con Ananías y Safira?

¿Por qué no hace que la tierra abra su boca y devore a los perseguidores de su pueblo para que, como Datán y Abiram desciendan vivos al Seol? ¿Y qué hay de la cristiandad apóstata donde ahora se toleran y practican cada forma posible de pecado al amparo del santo nombre de Cristo? ¿Por qué la Justa ira del Cielo no pone fin a tales abominaciones?”. La respuesta a estas preguntas ya Pablo las había dado en (Romanos 9:22-23).

Los hombres se equivocan al pensar que Dios nunca va a actuar y que todo seguirá igual. Dios está a punto de derramar su ira; eso significa que su paciencia también está a punto de agotarse. Esto lo afirmamos porque hay un menosprecio constante al llamado de arrepentimiento de parte de Dios.

Los burladores del cual Pedro nos habla en este pasaje aumentan cada día, y menosprecian, como previamente lo había dicho Pablo, las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad (Romanos 2:4). Los hombres ignoran lo que significa: “! ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31). Estudiemos pues la paciencia de Dios como él donde está anclada nuestra esperanza de salvación. He aquí su significado.

I. LA PACIENCIA DE DIOS MANIFIESTA

“Por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua…” v. 6.

La paciencia de Dios no actúa de inmediato ante una situación que lo amerite. Dios tiene el poder y la capacidad de ejecutar su voluntad en cualquier instante, sin embargo, no lo hace, sino que espera. ¿Por qué Dios espera tanto? ¿Por qué no ejecuta el ardor de su ira cuando obramos mal? ¿Se da cuenta cuán impaciente somos al comparar nuestra paciencia con la de Dios? Con frecuencia la inquietud y la ansiedad nos abruma por querer cumplir con nuestras tareas. La mejor palabra para definir la paciencia de Dios es “longanimidad”.

Esta palabra es una referencia a alguien que posee la serenidad y paciencia de esperar, y si alguien tiene perfectamente eso es Dios. La paciencia de Dios la vemos con el tiempo previo al diluvio. Dios le dio muchos años a la humanidad antes de enviar el diluvio. Fue durante ese tiempo cuando Noé predicó su “evangelio” de arrepentimiento, pero solo 8 personas se salvaron. Dios soportó con paciencia, hasta 6 peticiones de parte de Abraham, antes de destruir a Sodoma.

Dios esperó cuatro generaciones antes de limpiar Canaán de su idolatría, recordando lo dicho a Abraham, “hasta entonces no habrá llegado a su colmo la iniquidad de los amorreos” (Génesis 15:15). Dios aguardó con paciencia soportando la arrogancia de Faraón, enviándole una plaga tras otra como advertencia de la destrucción de Egipto. Fueron un total de 9 plagas antes de enviar al ángel destructor de los primogénitos (Éxodo 11:4-8).

Hace más de 2000 mil años Dios ha manifestado su paciencia, pero el fin de su paciencia está por llegar. Después de eso la paciencia de Dios ya no existirá más, porque su plan eterno habrá concluido con el hombre. Dios ha revelado su paciencia como su ira.

II. LA PACIENCIA DE DIOS RETENIDA

“Pero los cielos y la tierra… están reservados por la misma palabra…” v. 7.

Cuando tocamos este tema nos enfrentamos al pensamiento moderno que la paciencia de Dios va a continuar para siempre. Sin embargo, esta manera de pensar a menudo olvida aquellos textos donde se habla de la justicia y venganza de Dios. Este mismo texto habla de eso. La advertencia de Hebreos 10:26-39 y Romanos 12:19 es muy clara en la Biblia.

Ciertamente Dios es elástico en su paciencia, pero también su paciencia tiene un límite, sobre todo cuanto estos textos nos revelan a Dios vengador. Entonces, la pregunta que pronto nos hacemos es ¿por qué tarda en llegar el juicio completo, incluyendo la venganza de Dios, sino que sigue llegando su misericordia? Otra vez, para dar una respuesta a esto debemos ir lo expresado en textos como el de Éxodo 34:7.

Interesante que quien habla en este versículo es Dios mismo, al decirnos que Dios es “lento para la ira”. La ira de acuerdo con este texto llega cuando no hay arrepentimiento. Y mientras su ira es lenta, como si estuviera dirigida por el atributo de su paciencia, su misericordia está lista para correr.

Dios odia el pecado, y ha descargado toda su ira contra él al permitir la muerte de Cristo, y es por nuestro pecado y nuestra constante lucha contra él, cuando la paciencia de Dios se alarga para ayudarnos.

Sin embargo, aunque Dios sea paciente en relación con nuestra condición, no significa que Él espere mucho tiempo, sino que Dios sigue siendo longánime, agregando a esa longanimidad la riqueza de su bondad y la riqueza de su paciencia hacia los pecadores, según lo expresado por Pablo en Romanos 2:4. La paciencia generosa de Dios debería motivarnos a corresponder a ella por medio de una vida llena de un temor reverente por Él.

III. LA PACIENCIA DE DIOS CON SUS ENEMIGOS

“¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” v. 4.

Una de las cosas sorprendentes de este atributo es su aplicación, no solo para quienes somos sus hijos y su pueblo, sino también su marcada lentitud para aquellos quienes lo aborrecen y hasta se oponen a Él. Hay una provocación continua de los hombres como los días previos al diluvio contra Dios y su Palabra. Y esa paciencia de Dios con sus enemigos sigue el mismo principio cuando Él envía su lluvia para justos e injustos (Mateo 5:43-48).

La paciencia de Dios se extiende hacia sus enemigos porque cuando llegue el juicio final ninguno de ellos hablará de un Dios injusto por no haber concedido el tiempo y a oportunidad para un arrepentimiento. Si Dios no quiere que nadie se pierda según la aseveración de Pedro, entonces debemos pensar que su paciencia es extensiva para sus enemigos.

El “crujir de dientes” dicho por Jesús en el infierno será de quienes rechazaron su invitación terrenal, y estando en tan terrible lugar no llorarán como otros quienes aceptaran la justicia de Dios, y su paciencia, sino crujiran de rabia y de ira blasfemando a Dios por haberlos lanzado a ese lugar como lo hará con Satanás, el anticristo y el falso profeta. Los burladores de Dios, como los del tiempo de Pedro, tuvieron la oportunidad de arrepentirse y no lo hicieron.

Antes de inflamarse la ira de Dios, y el tiempo del juicio, Él advierte e invita previamente. La paciencia de Dios hacia Sus enemigos se extiende tanto, que su mismo pueblo hasta grita, perplejo: “Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (Apocalipsis 6:10), y también el Salmo 94:3, nos dicen: “¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos? Pero frente a esto, el reloj de la paciencia de Dios marcará pronto su hora.

IV. LA PACIENCIA DE DIOS CON SU PUEBLO

“Mas, oh amados, no ignoréis esto…” v. 8.

Este texto nos habla de un Dios moviéndose en el tiempo con su paciencia milenaria para con su pueblo. Si bien para Él un “día es como mil años” todo ese tiempo ha tenido que soportar a su pueblo. El tema de la paciencia de Dios nos hace verlo como un “alfarero paciente”, quien está soportando el barro rebelde de los vasos de la ira de su creación, con mucha paciencia según Romanos 9:22.

Entonces, si Dios ha soportado a sus enemigos, a quienes los considera los “vasos de ira” ¿cuánto más tratará con paciencia a los vasos de misericordia? En este sentido podemos pensar que, si Dios fue lento en su ira para con su pueblo, de igual manera ahora lo es para con nosotros. Y si alguien sabía de la paciencia de Dios era Pedro. Él supo cómo Dios ejerció su trabajo de alfarero para hacer de él apóstol y pastor que ahora escribe.

Cada creyente tiene un testimonio de la paciencia de Dios en su vida. Cada uno sabe cómo Dios ha venido hablando y tocando sus corazones con su infinita paciencia y no dejarnos en el camino. Y cuando revisamos esa paciencia divina, nos damos cuenta cuán necesitados estamos de ella cada día. El salmista previamente había dicho: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados” (Salmos 103:10).

Como hijos de Dios le damos tantas razones para habernos consumidos (Lamentaciones 3:22). Nos gusta recitar siempre: las misericordias de Dios “son nuevas cada mañana”, pero ese texto está enmarcado dentro de la declaración anterior del v. 23.

V. LA PACIENCIA DE DIOS ENCARNADA

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche…” v. 10.

Alguien ha dicho que “en Jesús, el Dios-hombre, el canto de la lentitud de la ira de Dios alcanza su clímax”. ¿Por qué aseveramos que Jesucristo es la encarnación de la paciencia de Dios? Porque toda su vida fue una expresión de paciencia, soportando la actitud de los hombres. Uno de los casos más notable de su queja y paciencia fue aguantar a sus discípulos según Lucas 9:41.

Observe los casos donde él aguantó a Pedro, Juan, Jacobo, Tomás y a los otros que desconocemos sus impertinencias contra el Hijo de Dios. La exclamación “Oh generación incrédula y perversa ¿Hasta cuándo he de estar con ustedes y he de soportarnos?” Es una revelación de sus emociones frente al comportamiento humano. La paciencia de Jesús la vemos cuando le tocó vivir en medio de las tinieblas, siendo luz, llevando una vida sin pecado.

Jesús tuvo que soportar con paciencia a sus enemigos cuando le calumniaban. Tuvo que soportar con paciencia el rechazo de su propia familia.

Al final de sus días, cuando estaba para ofrendar su vida en sacrificio, y pudiendo tener legiones de ángeles para que lo ayudaran (Mateo 26:53), soportó con paciencia los latigazos, las espinas, los clavos, y las burlas de la multitud insensible, pronunciando bajo el dolor de los clavos la cruz, palabras de perdón para todos los presentes (Lucas 23:34).

Y ahora, al final de los tiempos, Jesús espera el día cuando su Padre, quien sigue con su paciencia, le dirá: “Hijo, llegó la hora, desciende y busca a tu pueblo”. Bendita sea su paciencia, porque es para salvación.

CONCLUSIÓN

Alguien escribió, diciendo: “la paciencia de Dios es una mano que llama, una puerta abierta y un camino a casa”. Y eso es el sentido completo de nuestro texto del mensaje, que dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” v. 9.

Pedro, al hablarnos de la paciencia de Dios, nos deja estas recomendaciones finales: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…” v. 11. Y también añade: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” v. 14. La mejor manera de ser agradecidos con Dios por su paciencia es vivir y esperar a su Hijo de esta manera. Amen.

Predica Sobre la Soberanía de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Entender La Soberanía de Dios

Texto base: Efesios 1:11-14

INTRODUCCIÓN

La soberanía de Dios es otro de Sus atributos, conocidos como los “atributos incomunicables”. El propósito de este atributo será el poder acercarnos para contemplar la grandeza de Dios, así como la toma de Sus decisiones, según su sola y única voluntad. Cuando hablamos de la Soberanía de Dios estamos afirmando la verdad fundamental de la teología y de toda la doctrina cristiana.

Este atributo se define como el reino absoluto, activo y continuo de Dios sobre los cielos, la tierra y el infierno mismo. Es el absoluto derecho de Dios para gobernar y presidir sobre todas las cosas sin límites en su gobierno. En cuanto a su alcance, la soberanía de Dios se sobrepone a todo poder y autoridad hasta el punto de anularlos.

Esto implica que solo Dios tiene el derecho indiscutible de ejercer su dominio en todo lo creado (incluyendo todos los gobiernos terrenas y celestiales), con toda su majestad sin obstáculo alguno. Spurgeon escribió de la soberanía de Dios lo siguiente: “No hay ningún atributo de Dios que sea más consolador para Sus hijos que la doctrina de la Soberanía Divina”.

¿Por qué este predicador dijo esto? Porque hay un solo Rey de reyes y un Señor de señores presidiendo con un Plan Maestro a toda la humanidad. Creo que esto fue lo que debió llevar al comentarista AW Pink a decir: “Dios siempre hace lo que quiere, cuando quiere, donde quiere, con quien quiere”. Este atributo debería alegrar nuestro corazón, porque Dios tiene control absoluto y reina sobre todo lo que sucede; pero, además, porque no es el diablo quien está a cargo del mundo, ni Washington ni Moscú ni Pekín.

La soberanía de Dios nos hace exclamar con el salmista: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.” Salmos 103:19); o como dice Job 42:2 “Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ninguno de tus propósitos puede ser frustrado.” NBLA.

Y el profeta Daniel nos da esta visión: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, más Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano, ni decirle: ‘¿Qué has hecho?’. (Daniel 4:35). Veamos pues, cuál es el alcance de la soberanía de Dios.

I. LA SOBERANÍA DE DIOS DESDE LA ETERNIDAD

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados…” (Efesios 1:11).

En este solo texto encontramos cuatro palabras claves, todas ellas vistas en el contexto de la eternidad: predestinado, propósito, concejo, voluntad. De esta manera podemos imaginarnos al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en una reunión de Su eternidad, tomando la decisión en un determinado consejo, y en el ejercicio de su plena voluntad, otorgándonos una herencia antes de ser creados.

Y de ese consejo surgió el “propósito” y la decisión divina de nuestra elección. ¿Usted se ha puesto a pensar que Dios anticipadamente sabía todo de ti, antes de nacer, y después de nacer? Él sabía quiénes iban a ser tus padres, cómo te llamarían, dónde crecerías, dónde vivirías y quién finalmente serías.

Por lo tanto, tú no eres un accidente en la vida. Y, por si faltara algo, fue en esa eternidad pasada, con su consejo y la voluntad trina, cuando se dio el acto de la predestinación. Con esto concuerdan las palabras de Pablo a los Romanos 8:28-29. Todo esto nos revela la doctrina de la elección de Dios, pero esa elección no fue hecha al azar, sino a través del Cordero de Dios inmolado antes que el mundo fuese (1 Pedro 1:19-20).

II. LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA CREACIÓN

“Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmos 135:6).

Esto se llama soberanía total. En Genesis 1:1, Dios reveló su soberanía gobernando toda su creación. Muchos hombres todavía siguen negando que el origen de este mundo fue hecho por un ser supremo, sino que somos el producto de una explosión conocida como el “big bang”.

Esta es la manera cómo los científicos explican el origen del universo. Según ellos, todo comenzó como un solo punto, luego se expandió y se estiró para crecer tanto como lo es ahora, ¡y todavía se está extendiendo! durante los últimos 13,800,000,000 años.

¿Cómo sacaron esa edad? ¡Nadie la sabe! Mientras tanto, Génesis nos muestra a Dios como el Arquitecto del universo. Los astros y las estrellas no se hicieron a sí mismos. La tierra no nació sola, tampoco los océanos y los mares. El único que estuvo desde el principio fue Dios, y en Él todas las cosas tienen su origen, siendo soberano sobre todo. No fue un “big bang” quien originó la luz, porque la Biblia dice: “Y dijo Dios, sea la luz y fue la luz”.

Otra vez, el consejo y la voluntad del Dios trino crearon este universo. Y ¿quién estaba allí para oponerse? La Biblia de un solo plumazo nos dice: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. Él junta como montón las aguas del mar; Él pone en depósitos los abismos.

Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de Él todos los habitantes del mundo. Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió.” (Salmo 33: 6-9). Este es el Dios creador del universo. Él es Dios soberano imponente. Nos consuela pues, saber que este universo no está siendo dirigido por una democracia, donde todos opinan y toman decisiones, sino por una teocracia donde todo está bajo el completo control de Dios, y donde Él no necesita la opinión de nadie para actuar.

III. LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA HISTORIA

“Jehová hace nulo el consejo de las naciones…” (Salmos 33:10-11).

Este texto reafirma una verdad universal y es que la soberanía de Dios gobierna la historia y la providencia. Dios no solamente ha creado el mundo con toda su belleza, esplendor y gloria, sino que Él es quien dirige todos los asuntos humanos. Hay hombres que piensan en Dios como pensaban los griegos, quienes, al ver al mundo con tanta corrupción se alejaron de los hombres; pero contrario a esto, nuestro Dios permanece muy activo en la historia humana.

Por ejemplo, Él es quien pone o quita a un gobierno, y hasta deja a gobernantes malvados para cumplir su propósito. Durante el tiempo de Cristo existieron gobernantes malvados, y Dios se glorificó a través de ellos. Esto nos asegura que la historia de la humanidad no va sola, dando saltos al azar, sino que detrás de ella está Dios guiando sus circunstancias, y ejecutando su plan, aunque el hombre no lo vea.

En Isaías 46:8-10 el profeta nos deja una afirmación digna de afirmar y está llena de confianza para pensar en el destino final de nuestra historia: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero…” v. 10. ¿Qué significa esto? Que nuestro Dios no está sujeto a nada, y no actúa por la influencia de nadie porque Él es absolutamente independiente.

Esto significa que Dios hace lo que le plazca, según el designio de su voluntad sin que nadie lo contradiga o lo obstaculice, significa que Dios está en control e incluso de los corazones de los gobernantes para llevar a cabo Su propósito soberano, ya establecido para la historia. Dios comenzó su historia con su humanidad creada, y la terminará, por lo tanto, no será el hombre. Ya Dios tiene el año, el día y la hora señalada para ese final.

IV. LA SOBERANÍA DE DIOS EN NUESTRA SALVACIÓN

“… según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él…” (Efesios 1:4).

Esto significa que Dios gobierna en nuestra salvación. ¿Cómo lo ha hecho? Predestinando a su pueblo para la salvación según sus propósitos eternos, y sin tomar en cuenta el conocimiento previo respecto a nuestras futuras acciones y decisiones. Aquella elección fue hecha por Él mismo, y para su propia gloria, y nadie más estuvo allí para ayudarlo con esa elección.

De esta manera vemos a un Dios ejerciendo su soberanía sobre nuestros corazones, alcanzándonos con su gracia y transformándonos. Tan maravilloso es esto que aun los ángeles se gozan al escuchar el mensaje del evangelio y al ver cómo Dios intervino en esto, proveyendo a través de la muerte de su Hijo esa eterna salvación.

Los ángeles que no pecaron no necesitan salvación, de allí su asombro, y hasta maravillarse de ver a hombres y mujeres redimidos y perdonados en el cielo, cantando junto a ellos, y diciendo: “¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro…” (Apocalipsis 19:1).

Nuestra salvación es toda de Dios pues nosotros no hicimos absolutamente nada para merecerla. La salvación por obras atribuye al hombre una “ayudadita” a Dios. ¿Le suena común la frase “yo me convertí al Señor?”.

Nadie se convierte al Señor. Nos atribuimos méritos al pensar en una salvación donde también nosotros participamos, quitándole ese mérito exclusivo de Dios. Pero la Biblia dice que solo hay un “autor y consumador de nuestra fe” (Hebreos 12:2). El hombre cree que el cielo le pertenece por herencia, sin pasar por el proceso establecido por Dios. La salvación es un acto exclusivo de la pura soberanía de Dios. Nadie podrá salvarse por sí mismo sin la intervención de Dios.

V. LA SOBERANÍA DE DIOS EN NUESTRO DIARIO VIVIR

“Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien…” (Romanos 8:28).

Por supuesto que este texto necesita ser entendido a la luz de su segunda parte. ¿Qué significa esto? Que, si usted forma parte de los que “conforme a su propósito son llamados”, la primera parte del texto se cumplirá en usted. De esta manera, si de momento nos sentimos rodeados de un gran caos y confusión, recordemos a nuestro poderoso y amoroso Dios, quien tiene todo bajo control, y nada ocurrirá sin estar fuera de Su voluntad.

Por otro lado, Filipenses 1:6 nos recuerda que todos somos “una obra en construcción”. De esta manera, la soberanía de Dios la vemos en la manera cómo Él usa la santificación para ayudarnos a crecer en nuestra consagración a Él. Dios intencionalmente nos conduce a través de un proceso de madurez donde muchas veces permite circunstancias difíciles como una enfermedad, un desencanto o alguna pérdida para sacarnos de allí más fortalecidos y renovados.

Como Dios se acuerda de que somos polvo, llenos de innumerables fallas, defectos y debilidades, se acerca para supervisar esa condición, y llevarnos a un nivel más alto de donde hemos caído. Aun nuestras caídas Él las tiene contabilizadas. Por otro lado, si Dios tiene el control de todo, y si sabemos de su amor, poder, fidelidad y paciencia, podemos tomar nuestras decisiones y ellas serán dirigidas bajo soberanía. Cuando sabemos que Dios dirige nuestras circunstancias, al final debemos saber que todo ayudará para bien.

CONCLUSIÓN

De este mensaje enfatizamos estas frases: El Señor reina sobre toda la tierra y su soberanía se manifiesta en todos los lugares. Él reina sobre las naciones y sus gobiernos. Él reina sobre toda su creación. Él reina sobre eventos y circunstancias, nada pasa sin que Él permita.

Él reina sobre la gente buena y la gente mala. Él reina sobre la salvación, pues nada hicimos para salvarnos, porque no la merecíamos. Esto significa que nosotros no somos soberanos, no tenemos control sobre nada. Fue Dios quien nos hizo de barro, escogiendo nuestro nacimiento.

Él escogió la fecha cuando nacerías, el país donde vivirías, la familia que tendrías, y las vivencias que pasarías. Él escogió tu historia; escogió si ibas hombre o mujer, y sobre todas las cosas: Él te escogió para seguir vivo y escucharas esta palabra. Y hay algo más, Dios escogió la hora de tu llegada y ya ha escogido la hora de tu partida. ¿Y sabe por qué Dios hace esto? Porque Él es “nuestro soberano Dios”.

Porque Él hace lo que quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiera. Eso fue lo que hizo con Nínive a pesar de Jonás. Finalmente, hay dos pasajes más que nos revelan la soberanía de Dios y la pequeñez del hombre (Isaías 40: 12-17 y Colosenses 1:16-17).

Predica Sobre la Gloria de Dios

Serie: Los Atributos de Dios

Objetivo: Ayudar a los creyentes entender la Gloria de Dios

Texto base: Éxodo 33:17-19

INTRODUCCIÓN

La gloria de Dios es otro de sus atributos y se define como la belleza de Su espíritu. Humanamente hablando somos cautivados por cosas hermosas, como la ternura de un niño, la belleza de las flores, lo imponente de una puesta del sol, la salida de la aurora en la mañana o el sonido suave de un arroyo primaveral; sensaciones estas que nos producen asombro, admiración y recogimiento a nuestro espíritu, porque en nosotros también existe una belleza del resplandor de la gloria de Dios. Sin embargo, toda la gloria de esta tierra es pasajera, se acaba pronto.

¿Cuánto dura la belleza de una flor, por ejemplo? En la mañana florece y en la tarde ya está seca. Aún más, los cielos y el firmamento, quienes también proclaman esa gloria, y anuncian la “obra de sus manos” (Salmos 19:1), un día serán todos renovados (Apocalipsis 21:1). Pero la eximia gloria de Dios, aquella que descendió del cielo, y la hemos visto desde el momento de la creación, y luego manifestada a través del AT y luego en le NT, permanece para siempre.

La “Shekhiná” es la palabra hebrea para describir la gloria de Dios revelada. Cuando Israel salió de Egipto una columna de fuego los acompañaba durante la noche y una columna de nube por el día (Éxodo 13:20-22). Esa gloria los acompañó durante los 40 años de peregrinación por el desierto, haciéndose presente primero en el tabernáculo (Éxodo 40:34-35), y después en el templo de Salomón, en el mismo lugar santísimo (2 Crónica 7:2).

Y en ambos lugares hubo ocasiones donde los sacerdotes no pudieron ministrar debido al resplandor de esa gloria. Entonces, ¿hubo un momento cuándo la gloria de Dios ya no se manifestó más? De eso nos habla el profeta Ezequiel en los capítulos 10 al 13. Si eso fue así ¿cuándo regresó esa gloria? El retorno de esa gloria se hizo presente con el nacimiento de Cristo, y un coro de ángeles la proclamó en los cielos (Lucas 2:14). Veamos en qué consiste la gloria eximia de Dios.

I. UNA GLORIA MANIFESTADA A LOS HOMBRES

“Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre…” (Juan 1:14).

En la teología de Juan, este texto es sorprendente, porque nadie anteriormente había visto la gloria de Dios, y seguir viviendo. Moisés estuvo cerca, pero no la vio. Israel estuvo cerca, pero no la vio. Los sacerdotes estuvieron cerca, pero no la vieron. Sin embargo, Juan nos dice que ellos la vieron, la tocaron, la gustaron y anduvieron con ella. Juan habló de la encarnación de esa gloria, porque en efecto esa gloria nació en un pesebre y luego se manifestó a todos los hombres.

Cuando aquellos hombres escuchaban a Jesús se admiraban de sus enseñanzas y de su doctrina, con un sentido de asombro. Y cuando dice: “vimos su gloria”, es porque él junto con Pedro y Jacobo, la vieron en el monte de la transfiguración al lado de Moisés y Elías, los hombres más grandes del Antiguo Testamento. Pero la manifestación más grande de la gloria de Dios fue vista en la propia cruz donde Jesús murió.

Esto parece paradójico. En la llamada “oración sacerdotal” de Juan 17, Jesús dijo: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él”. Pero ¿cómo podía ser glorificado? La vergonzosa cruz no era la mejor manera de ser glorificado. Para los griegos aquello era una locura, para los romanos una vergüenza y para los judíos una maldición.

De esta manera vieron esas sociedades la cruz en ese momento. Para ellos, la cruz era un tormento, pero para Cristo y su Padre, la cruz era la ocasión para ser glorificado. Jesucristo tuvo un cuerpo glorificado después de ser crucificado (Juan 13:31-32). Así pues, la cruz es la mejor expresión de la gloria de Dios.

II. UNA GLORIA PUESTA EN EL CORAZÓN

“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22). Este es otro texto extraordinario. Jesús habla con su Padre de una manera íntima y cercana, y se presenta ante él con un “informe” del trabajo hecho. Recordemos que esta oración la pronunció Jesús antes de ir a la cruz.

Y con esto surge la pregunta obligada ¿cómo puede un discípulo de Cristo tener y retener la gloria de Dios? Pues al momento de recibir a Cristo, fuimos llenos del poder de su muerte y su resurrección, por medio de la presencia del Espíritu Santo. ¿Qué significa esto? Que ahora Cristo vive en nosotros, y, por lo tanto, somos llamados a reflejar su gloria en lo que hacemos.

Pablo después que tuvo un encuentro con esa gloria en el camino a Damasco, escribió su propia experiencia, resaltando la gloria de Dios de cual ahora disfruta: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).

¿Cómo hacemos para tener una cara descubierta y ver la gloria de Dios? Moisés tuvo que ponerse un velo por el resplandor de esa gloria. ¿Cuándo podemos nosotros mirar a cara descubierta? Cuando venimos al Señor, y nos convertimos a él, ese velo se quitará (2 Corintios 3:16). El texto dice que somos transformados “de gloria en gloria”.

El creyente verdadero no sucumbe, sino que va hacia adelante siempre. Es la gloria de Dios en nosotros, porque según Efesios 1:6 “fuimos creados para la alabanza de la gloria de su gracia”. Esa gloria debemos mostrarla, debemos cantarla, debemos darla a conocer, y, sobre todo, debemos vivirla siempre.

III. LA GLORIA DE DIOS EN LO QUE HACEMOS

“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).

Este es un texto muy conocido en el pueblo de Dios, y a veces lo usamos más como un eslogan sin saber su significado teológico. Lo que primeramente nos muestra el texto es qué mi comida, bebida o cualquier otra cosa hecha, no debe ser para mi propia satisfacción, sino para traer gloria a Dios. Cuando Pablo nos habla de hacer estas cosas para “gloria de Dios”, su propósito es examinar nuestras intenciones delante de Dios.

El contexto de este pasaje nos habla de un problema ético que vivían los corintios, en el sentido de comer o no las carnes sacrificadas a los ídolos. Por esta razón Pablo nos introduce en esta declaración, entendiendo que lo importante no es buscar el bien personal, sino el honrar al Señor.

A veces nuestro enfoque se centra en nuestras propias “comidas y bebidas”, lo cual significa buscar nuestra propia satisfacción, en lugar de buscar siempre la gloria de Dios. Estamos tan centrados en nosotros mismos que perdemos de vista la recomendación de este texto. Pero esto hay que cambiarlo, porque fuimos creados para exaltar la gloria de Dios.

Cada acción en mi vida debe ser para la gloria de Dios. Como el contexto de este pasaje nos habla de la libertad del creyente, de comer o no la carne sacrificada los ídolos, el texto sugiere el impacto que producen mis decisiones para el reino de Dios, sean buenos o malos. Esto significa que mis comidas, diversiones, la manera cómo me visto y cómo ando debe ser para la gloria de Dios, no para la mía. Mi libertad debe estar acondicionada por la gloria de Dios.

IV. LA GLORIA DE DIOS EN LA IGLESIA

“A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos Amén” (Efesios 3:21).

El otro lugar dejado por Dios para manifestar su gloria es en la iglesia. Cuando Cristo murió el velo del templo se rasgó, abriendo el camino a la gloria de Dios, al lugar santísimo, a la misma presencia de Dios. Pedro nos habla de un reino de sacerdotes con este acceso directo al Padre, lo cual era imposible en al AT.

A esa gloria solo tenía acceso el gran sumo sacerdote y una vez por año, pero ahora todos nosotros tenemos según lo dicho por el mismo Pedro (1 Pedro 2:9) No en vano la Biblia nos habla de la muerte de Cristo por la iglesia, con el propósito de presentársela a sí mismo como una iglesia “gloriosa, sin mancha y sin arrugas” (Efesios 5:27). Es verdad que ahora la iglesia atraviesa la etapa de sus imperfecciones, por quienes la componemos con sus luchas y debilidades, pero en la visión de Cristo ya existe una iglesia gloriosa.

Es más, para Cristo hay una Novia ataviada para su marido la cual pronto se convertirá en su Esposa. De allí pues, que el privilegio más grande para una persona es ser parte de la iglesia, como cuerpo de Cristo.

Un creyente sin iglesia es un medio creyente. La iglesia es el lugar donde los redimidos tenemos la oportunidad de servir al que está sentado en el trono y al Cordero a través de nuestros por la sangre de Cristo usan sus dones y talentos, y ponen toda su vida al servicio del Señor. De esta manera, lo que hacemos en la iglesia debe tener el sello de la excelencia, porque a través de esto estamos trayendo gloria a su bendito y único nombre.

V. LA GLORIA DE DIOS QUE NOS ESPERA

“Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios” (Apocalipsis 21:10-11).

Nosotros los pastores cuando oficiamos un funeral, y enterramos a alguien, echamos polvo sobre el ataúd, y repetimos estas palabras: “Polvo al polvo y cenizas a las cenizas”. Con estas palabras confirmamos de dónde venimos y a dónde regresamos; pero esa no es la verdad completa para un hijo de Dios.

Ciertamente nuestro cuerpo va al polvo, y se convierte en ceniza, pero de allí seremos levantados con un cuerpo glorificado para disfrutar de la gloria eximia que nos espera. Hay una ciudad poseedora de la gloria de Dios. ¿Y cómo será esa gloria? Juan ve al Señor su Dios en medio del tabernáculo con su pueblo secando sus lágrimas. Cuando el Señor seca las lágrimas ya no habrá más muerte, ni llanto, ni dolor, ni clamor.

Ese enemigo llamado muerte ya ha sido destruido, porque quien está con ellos en ese tabernáculo la ha enfrentado, la ha vencido y ahora él es la primicia de nuestra futura resurrección. La gloria de Dios ahora está en la Nueva Jerusalén, y toda su construcción es un reflejo de gloria. Y la promesa de esa gloria es porque Dios hace “nuevas todas las cosas”; esto es la recreación de todo lo viejo. Además, el Señor le dice a Juan: “Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” v. 5. Cada época iba a saber de esas verdaderas promesas.

Juan tuvo el privilegio de ver la Nueva Jerusalén con la gloria de Dios en ella, ¡qué espectacular visión es esta del último capítulo de la Biblia! (Apocalipsis 21:12-14, 22-27). Atrás quedó la polvorienta y vieja ciudad de Jerusalén. La nueva ciudad está adornada como una novia con la gloria de Dios, y los materiales de su construcción son una calidad excelsa (v.18-21. Si todo esto es un símbolo, imagínese cómo será todo lo real. Bendita sea la gloria que nos espera.

CONCLUSIÓN

na de las cosas sorprendente de la Nueva Jerusalén con la gloria de Dios, es que en ella no habrá templo. ¿Cómo imaginarnos al cielo sin que haya un templo? Para un judío esto era inconcebible, porque para ellos el templo fue el lugar más sagrado, para encontrarse con Dios. Y ¿por qué no vio ningún templo? Porque su Dios y el Cordero son el templo mismo.

El templo es una manifestación externa como un símbolo, pero ese símbolo ahora está siendo reemplazado por una realidad eterna. Y allí tampoco habrá ni sol ni luna “porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” v. 23. Y por cuanto ahora nos preparamos para vivir en esa eterna gloria, en medio de luchas, pruebas, tentaciones y desánimo,

Pablo nos exhorta, diciendo: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2ª Corintios 4:16-18).

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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