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La sangre de Cristo nos limpia

Cuenta la historia que con el motivo de venir a Centro América a conocer al príncipe de las letras castellanas, unos señores de Asturias, buscaron al poeta Rubén Darío en su querida ciudad de León.

Coincidió la visita al mismo tiempo que el poeta había caído en uno de sus tantos altibajos del alcohol y se había tomado unas vacaciones para hacer culto A Vaco. (dios griego del vino y del placer)

Los señores lo encontraron en las afueras de una taberna; descuidado, sucio y andrajoso. El menosprecio por el poeta Nicaragüense se hizo sentir, pero a cambio, el soltó este poema:

Puede una gota de lodo sobre un diamante caer,

Puede también de este modo su fulgor obscurecer.

Pero, aunque el diamante todo esté de fango lleno

El valor que lo hace bueno no ha de perder ni un instante.

Y ha de ser siempre diamante por más que lo manche el cieno.

Eso precisamente hace la palabra de Dios en nuestras vidas. El diablo se encarga de manchar a los hombres, pero Dios con su palabra se encarga de limpiar el cieno de nuestras vidas para que quede a la vista el diamante que hay en nosotros.

1 Juan 2:1-2 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”

Juan 15:3 “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.”

Así que: La próxima vez que Satanás quiera echarnos lodo encima, recordemos que la palabra de Dios nos limpia.

Que Dios te bendiga.

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