Demos frutos para el Señor

Él es el río de agua viva que nos alimentará para poder fructificar a tiempo. Si vivimos cerca de Dios y de su Palabra, estaremos abonados para rendir el ciento por uno (Jeremías 17:7-8).

b. Cuando estemos llenos del Espíritu Santo, se derramará hacia los hermanos en forma de frutos espirituales. Los frutos espirituales son muchos, pero el principal es el amor. Con él, vienen aparejados todos los demás.

Sin él, no puede existir ninguno. Y gracias a él, no es necesaria la ley, porque la cumplimos desde el interior de nuestro espíritu, sin necesidad de las prohibiciones (Gálatas 5:22-23).

c. Para que el Espíritu Santo nos habite y nos brinde sus frutos espirituales, previamente debemos entregar nosotros otros frutos que son muy importantes. Hablamos de los frutos del arrepentimiento.

Los frutos del arrepentimiento son el cambio de vida, la conversión, el alejamiento del pecado y sus ocasiones. Todo ello es fundamental para que el Espíritu Santo haga de nuestra alma su morada (Mateo 3:8).

d. El abono que tenemos que utilizar diariamente para el crecimiento espiritual es la Palabra de Dios. En ella hallaremos las mejores tierras para echar raíces y tener una savia fuerte y generosa.

La Palabra de Dios, si la veneramos y la cumplimos, transformará nuestras vidas y las volverá de estériles en fecundas (Isaías 55:11).

Conclusión

En el bautismo hemos recibido una semilla con el deber de hacerla fructificar. Es una responsabilidad frente a un don tan grande que no podemos rehusar. Porque seremos juzgados de acuerdo a nuestros frutos, y de acuerdo a cómo sean nos espera la condenación o la salvación.

Los frutos espirituales son los que nos brinda el Espíritu Santo. Pero para llegar a darlos, tenemos que primero ofrecer frutos de arrepentimiento. Si nos quedamos estériles, seremos tratados como plantas inútiles que no sirven más que para el fuego. Pero si llevamos mucho fruto, será para la gloria del Padre y gozaremos del favor del dueño de la viña (Juan 15:8).

Para abonar la tierra de nuestra vida espiritual, necesitamos alimentarla con la Palabra de Dios, continuamente. Porque estar cerca de Dios y de su Palabra, es lo que nos librará de perder la semilla y su fruto.

Sin Él nada podemos hacer, pero junto a Él, seremos vid fecunda para nuestra salvación y la de los hermanos (Juan 15:4-5).

© Francisco Hernández. Todos los derechos reservados.

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