La humildad

lll. La humildad – No nos detengamos

La humildad va ligada a la identidad de cada uno de nosotros, por lo que debemos tomar un tiempo para encontrar el verdadero yo y, si es necesario, hacerle algunos ajustes.

Quienes somos y lo que hacemos representa gran parte de lo que hay en nuestro corazón. Así que, por lo tanto, nuestras acciones hablan por nosotros, no solo ante los ojos de las demás personas sino también ante los ojos de Dios. Él nos conoce perfectamente y sabe cada intención de nuestro corazón..

No nos cansemos de hacer el bien y de ser buenas personas. Que nada nos detenga para hacer el bien. Además, las Escrituras dicen que si tenemos con que hacer el bien entonces que no nos neguemos, porque para eso fuimos llamados, siempre recordando hacerlo con humildad en nuestro corazón (Proverbios 3:27).

lV. Las apariencias no importan

En el mundo hay millones de personas que intentan demostrar a otros que pueden hacer esto y lo otro. Muchas de ellas hacen parecer que son perfectas, pero en realidad sus vidas están vacías y no tienen nada que las llene porque solo viven de apariencias. Son seres que tratan de ocultar quienes en realidad son, y se muestran con una sonrisa que no siempre es verdadera.

Claramente nadie es perfecto, pero todos debemos aceptarnos tal cual somos, incluso con nuestros errores. Ante Dios no podemos ocultar nada, ya que Él conoce cada parte de nosotros y no demanda que finjamos ser otros. (Salmos 139:3)

V. Ignorar lo que el mundo dice de nosotros

Nunca vamos a complacer a todo el mundo por más que lo intentemos. Lo bueno de esto es que solo necesitamos complacer a Dios y eso se logra de la forma más sencilla. Entregando nuestro amor a Él y amando a los demás, con eso ya es suficiente para el Señor.

Cuando Jesús estaba enseñando en la tierra, los fariseos le preguntaron cuál era el mandamiento más importante. Y él respondió lo que mencioné hace un momento (Mateo 22:37-39).

Para Dios, amarlo y amar a otros son actos suficientes para demostrar que podemos ser grandes personas, así el mundo diga lo contrario de nosotros.

Afuera las personas dicen cosas malas sobre nosotros, puede que seamos los menospreciados de la familia o nadie nos escuche. Pero para Dios somos todo lo contrario, para Él nosotros somos su tesoro, y sus más preciados regalos.

Por eso Él mismo nos prepara y nos instruye, nos consuela y nos levanta, para que así mismo hagamos con los demás.

La única opinión que realmente de la cual debemos preocuparnos, es la de Dios. Pues Él es nuestro padre celestial, ¿cómo vamos a pasar por alto su concepto respecto a nosotros?

Conclusión

Todos somos imperfectos a nuestra manera, pero todos tenemos la elección de ser mejores cada día.

La humildad es una virtud que muy pocos tienen, porque muy pocos conocen el verdadero significado que es el ser humilde.

Esto no se trata de ser mejores que otros, se trata de superarnos a nosotros mismos. El tener valores no nos hace más ingenuos o menos que otros; nos hace diferentes y únicos, para la labor que Dios nos ha mandado a hacer.

Y por último, recordar por quién y para qué fuimos llamados. No importa de dónde hemos salido, importa lo que somos ahora y lo que podemos hacer para tener un futuro lleno de esperanza y bendición, no solo para nosotros sino para todo al que queramos ayudar.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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