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Para predicadores – Parte 1

Estudios Biblicos – Predicas Cristianas

Homilética: Parte # 1

El estilo de la predicación

2 Timoteo 4:2-5

Hay muy diversas formas de tratar un texto o pasaje bíblico, y cada predicador suele aplicar a su estudio y desarrollo su estilo personal.

Al decir estilo, no nos referimos aquí al estilo oratorio propiamente dicho, o sea: las frases y figuras retóricas peculiares de cada uno, sino a la forma de tratar el texto o el pasaje al componer el sermón.

ESTILO NARRATIVO

Es decir, saben narrar historias y hacer vivir ante las mentes de sus oyentes las ideas que existen en su cerebro. Son poetas y artistas por naturaleza. Regularmente los poetas en el púlpito lo son también en su estudio y a ellos debemos muchas de las buenas poesías evangélicas.

Todo predicador debiera poseer este arte en cierta medida, aun cuando jamás llegue a escribir un verso. El espíritu poético y una imaginación exuberante son cualidades casi imprescindibles en el predicador.

Sin embargo, un buen predicador, y sobre todo los que son poetas, deben procurar no dejarse llevar demasiado lejos por este estilo, de modo que, pintando y floreando el sermón, se olviden de que el objeto esencial del mismo es enseñar, convencer y edificar. Deben también velar para que sus figuras retóricas no sean tan exageradas que se hallen fuera del alcance de la mente y conocimiento de sus oyentes, y éstos salgan sin saber lo que ha dicho el predicador; o que, aun siendo comprensible, resulte, por ocupar demasiado tiempo en florida retórica, muy pobre el sermón en contenido espiritual. La narración agradable y las altas figuras poéticas son como la sal y el colorido del sermón, pero del mismo modo que nuestro paladar repudia un manjar salado y nuestros ojos sufren a la visión de colores demasiado subidos, las mentes de los oyentes, sobre todo si se trata de personas sencillas, sufren literalmente por lo que puede llamarse «deslumbramiento intelectual», al verse obligados a escuchar continuamente frases de alto contenido poético en un sermón.

ESTILO CONSIDERATIVO

La facultad considerativa sabe cavar hondo en el texto o pasaje leído como tema, y desentraña sus tesoros con facilidad. Lo observa todo, lo ve todo, en la forma de una palabra, el orden con que viene detrás de otra, cualquier detalle, cualquier matiz del texto le ofrece materia para un sermón. El conocimiento de las lenguas originales Hebreo y Griego favorece la facultad considerativa en el predicador. Pero muchos la poseen de un modo innato, sin haber estudiado jamás en un Seminario, como ocurrió con el propio Spurgeon, que careció de tal oportunidad.

El estilo considerativo es el más propio para la edificación de los creyentes. Pero este estilo expone, no demuestra, no razona; dando por sentada la verdad, la desenvuelve, y se acerca al corazón a ofrecerla, retirándose triste si la mente la rechaza. Tal fue el estilo de Cristo al hablar a las multitudes ignorantes por medio de parábolas y por las grandes afirmaciones de sus admirables discursos. Este suele ser asimismo el estilo de muchos creyentes sencillos, que han recibido la verdad de Dios sin preguntarse el porqué, y apenas son capaces de comprender que otras personas tengan necesidad de razonar.

Pero el uso constante de este estilo, en toda clase de sermón y en todo período de cada sermón, es un defecto en un buen predicador. Cristo usó los estilos narrativos y considerativos cuando hablaba con cierta clase de oyentes, pero con sus astutos enemigos que vinieron a acecharle con preguntas capciosas en el templo, no dejó de emplear admirablemente la argumentación y la lógica.

ESTILO ARGUMENTATIVO

Algunos predicadores son especialistas en este estilo. Tienen en cuenta la mente de sus oyentes al formular su mensaje. Saben que la apelación última ha de ser al corazón, pues «ningún pecador se convierte por la cabeza, sino por el corazón» como se ha dicho con verdad; pero la mente puede ofrecer obstáculos al corazón que debieran ser removidos para que éste no halle excusa al recibir el llamamiento final.

El estilo argumentativo es el más propio para reuniones de evangelización en el presente siglo escéptico. Este estilo no significa siempre la presentación de pruebas o evidencias de la religión cristiana, aunque éstas tienen una parte muy notable en tal clase de estilo, sino que el estilo argumentativo se halla también en la predicación dirigida a los creyentes, cada vez que apelamos a un argumento lógico, a un motivo por el cual debiera hacerse tal o cual cosa.

La facultad de razonar y hacer razonar es el don más precioso de todo predicador. Debemos tener en cuenta que no solamente razonan los sabios, sino también las personas más sencillas. «Convencer es vencer», se ha dicho con razón, y aun cuando no siempre los «vencidos» por la fuerza del argumento se rinden a la verdad para aceptar a Cristo, o para servirle como ellos mismos comprenden que debieran, es una gran cosa quitar los obstáculos a la mente y abrir a los oyentes el camino de su deber de modo que se hallen «sin excusa» si no han andado por el mismo.

Los predicadores amantes de este estilo debieran tener, empero, en cuenta al hablar en tonos argumentativos, no sus propias mentes, sino las de sus oyentes. Muchos predicadores fallan en el camino del éxito por causa de este gran defecto: Olvidan a su auditorio cuando razonan. No tienen en cuenta que el mozo tendero, la criada y el barbero que se sientan en los bancos y no han pisado nunca las aulas de un Seminario o Universidad no tienen las mismas dudas que los sabios y eruditos; sin embargo, tienen sus dudas propias. Buscar cuáles son éstas, y responderlas, es el gran deber del predicador evangélico, y a esto debe dedicar sus esfuerzos y los conocimientos de su cultura un tanto superior a la de sus oyentes.

Por otra parte, debe abstenerse cuidadosamente de despertar, haciendo gala de su sabiduría, otras dudas que aquellos oyentes nunca han tenido. «No seáis el instrumento del error esparciéndolo al tratar de combatirlo.» El predicador que sabe ponerse al nivel de las mentes de sus oyentes cuando predica, será estimado y popular. Sería muy buena cosa para todo predicador entablar conversación durante la semana con oyentes de diversos niveles de cultura de su iglesia y hacerles explicar lo que recuerdan acerca del sermón del domingo. Algunos tendrían grandes sorpresas al hacer esto, pero aprenderían mucho acerca de cómo deben predicar en ocasiones próximas.

El estilo argumentativo no se aplica solamente a los discursos propiamente apologéticos, sino que puede ser empleado en cualquier clase de predicación o exhortación. El apóstol San Pablo emplea abundantemente este estilo, con diversidad de motivos. Tanto cuando habla a los eruditos de Atenas como cuando defiende su propio apostolado, o al exponer la salvación por gracia en la carta a los Romanos, el estilo del apóstol es argumentativo, diferenciándose con esto notablemente de los demás escritores del Nuevo Testamento.

EJEMPLO

Estilo narrativo, metafórico o poético

EL MAYOR FENÓMENO DE LA ESPIRITUAL CREACIÓN.

Texto: 2 Pedro 3:18

Introducción.

El predicador describirá con frases poéticas el crecimiento de una planta, mencionando el sol, la luna, los vientos, el rocío; con expresiones metafóricas, llamará, quizás, al sol «el astro rey» o «el rubicundo Apolo», si es un poco pedante, y al rocío «perlas de la mañana». Se referirá a la seda de los pétalos y al embriagador perfume de los capullos en flor.

Luego dirá:

1. El creyente es una planta espiritual.

a) Ha recibido la vida de Dios; no puede dársela a sí mismo.
b) Es regado por los arroyos de la Palabra Divina.
c) Recibe los vivificantes influjos del Espíritu Santo.
d) Es azotado por los vientos de la adversidad para que sea fortalecido.

2. El creyente debe crecer.

a) Para desarrollarse y subir a un nivel moral más alto que las personas que le rodean, a fin de ser distinguido como testigo de Cristo.
b) Debe dar frutos de trabajo activo.
c) Debe dejar tras de sí perfume de santidad.
d) Debe cobijar bajo la sombra de su carácter benéfico a los cargados y sedientos que andan por el camino de la vida.

Conclusión

Sólo así compensará los afanes del gran Hortelano de la vida que le ha colmado de beneficios, y será una bendición en el árido desierto de ese mundo de pecado. ¿Lo eres tú? ¿No quieres crecer más?

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