La fe que salva

Los teólogos usualmente reconocen tres aspectos o elementos de la fe verdadera:

Conocimiento – Elemento mental de la fe:

Este elemento se refiere al contenido de la fe, los datos o información que el pecador debe saber para poder ser salvo.

El pecador no puede ser salvo poniendo su fe en algo falso, aunque sea sincero en su creencia. Es por eso que debe tener conocimiento de quién es Cristo y de su obra en la cruz para salvar a los pecadores.

En otras palabras, este elemento tiene que ver con el objeto de nuestra fe.

Asentimiento (assensus) – Elemento emocional de la fe:

El segundo elemento de la fe salvífica se conoce como asentimiento.

Primero, el pecador escucha el evangelio. Ahora, queda convencido de esa verdad y el corazón responde anhelando a Cristo para remediar su mal.

Berkhof comenta sobre este elemento: “Cuando uno abraza a Cristo por la fe, lo hace con profunda convicción de la verdad y de la realidad del objeto de la fe, siente que esa fe satisface en la propia vida una necesidad importante, y tiene conciencia de que en ello le va un interés absorbente…”

Confianza (fiducia) – Elemento volitivo de la fe, RELACIONADO CON EL QUERER O CON LA VOLUNTAD:

Este es el elemento que completa la fe salvífica. Es su punto culminante.

La verdadera fe no solo despierta la mente a la verdad del evangelio y tampoco se detiene al despertar en el corazón un deseo por Cristo, sino que también afecta nuestra voluntad.

El pecador, conociendo el glorioso evangelio de salvación (conocimiento), y deseando a Cristo como su mayor tesoro (asentimiento), ahora decide apropiarse de Cristo, recibiéndole como Señor y Salvador (confianza).

Berkhof, comentando sobre este tercer elemento, dice que:“… consiste en una confianza personal en Cristo como Señor y Salvador, incluyendo el sometimiento a Cristo del alma que se considera culpable y manchada, y que esta reciba y se apropie a Cristo como la fuente del perdón y de la vida espiritual”.

Los dos primeros elementos son necesarios para la fe salvífica, pero no suficientes. El pecador es perdonado cuando, humillado, viene a Cristo y se apropia de Él con fe penitente (fe y arrepentimiento de pecados son dos caras de la misma moneda). Proverbios 28:13El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”.

La fe genuina envuelve todo lo que somos.

De manera que la fe verdadera envuelve la totalidad del ser (mente, corazón y voluntad) recibiendo todo lo que Cristo es. Por supuesto que el pecador no tiene que estar consciente de estos tres elementos para venir a Cristo. Sin embargo, estos componentes están presentes en toda persona que se acerca a Cristo con fe sincera.

En cierta manera, experimentamos estos tres aspectos en el plano natural en nuestras vidas sin percatarnos de ello.

Cuando tenemos sed, tenemos conocimiento de que el agua puede remediar nuestro mal (mente/conocimiento).

La convicción de nuestro conocimiento despierta nuestras emociones de manera que comenzamos a desear el agua para saciar nuestra sed (corazón/asentimiento) y finalmente vamos al refrigerador y nos apropiamos del agua para remediar el problema (voluntad/confianza).

El mismo proceso ocurre cuando tenemos hambre. Nuestra hambre y sed espiritual no son saciadas hasta que ejercemos nuestra voluntad para apropiarnos de Cristo.

La salvación depende de Cristo. 

Finalmente, recordemos que aunque la fe verdadera envuelve la totalidad del ser, no debemos pensar que la salvación depende de la calidad de nuestra fe o de nuestra fe en sí misma. Nuestra salvación depende de Cristo y Su obra. Para que podamos ser justificados, nuestra fe no tiene que ser fuerte, simplemente tiene que ser real, pues una fe débil puede apropiarse de Cristo quien es poderoso para salvar.

Una vez que somos justificados por medio de la fe, comenzamos una nueva vida en Cristo en la cual creceremos y, por la gracia de Dios, alcanzaremos progresivamente mayores grados de fe y un arrepentimiento más profundo.

© Moreiba Cabrera

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