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El forastero recogido

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: El forastero recogido

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Mateo 25:35-40

INTRODUCCIÓN: 

La palabra “xenofobia”, tan usada en este tiempo por países que reciben inmigrantes, o por grupos que se consideran con cierta supremacía, tiene que ver con el odio, recelo, hostilidad y rechazo hacia los extranjeros.

Seguramente Jesús conocía esa palabra, pues además de venir del griego, él conoce el odio que se cobija en el corazón de los hombres cuando alguien que no es de los suyos invade su territorio. Curiosamente Jesús fue un extranjero y pasó por la misma xenofobia, pues se dice que “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).

Una lectura detenida de este pasaje, además de ser una de los más impactantes que se conozcan, nos revela que fue dado en el contexto del juicio a las naciones, con un marcado énfasis en el cuidado que se le dio al inmigrante.

Es, en efecto, una de las enseñanzas más comprometedoras y por las que se ha de juzgar a todos los seguidores de Cristo. Nunca Jesús reveló un asunto de tanta consideración como lo hizo acá. ¿Cuál fue su más grande preocupación?

Que al igual como él ve a los hombres y mujeres, que nosotros, los que nos llamamos sus seguidores, tuviéramos un especial   cuidado por los miembros más vulnerables de nuestra comunidad. 

Por aquellos que hoy luchan contra el hambre y la pobreza en todo el mundo. Y cuando vemos las profundas necesidades de la humanidad, no podemos sino reconocer que, hoy por hoy, los más propensos a sufrir estas carencias son los inmigrantes, los refugiados y sus familias, muchos de ellos huyendo del horror de la guerra, la violencia de pandillas, de pobreza extrema y de gobiernos dictatoriales.

Así que, frente a esta desigualdad que vive el mundo, nada nos hará más bien que estudiar la postura de Cristo frente a lo que él dijo cuando habló del llamado “juicio a las naciones”. Jesús es el más grande   defensor del extranjero. Nadie más ha dicho lo que él dijo sobre este tema. Veámoslo.

 I. LA IDENTIFICACIÓN DE JESÚS CON LAS CARENCIAS DE LOS NECESITADOS

a. Tuve hambre, y me disteis de comer (vers. 35ª)

El hambre es una de las principales causas de muerte en el mundo. Las estadísticas nos alarman. Y en esto, los inmigrantes llevan la peor parte. Ver a Jesús decir “tuve hambre, y me disteis de comer” es la más grande identificación de aquel que también dijo: “Yo soy el pan de vida”.

Si bien Jesús dijo que no solo de pan vivirá el hombre, él sabe de esta necesidad del cuerpo porque después de ayunar 40 días tuvo hambre.

Si alguien conoce el estómago hambriento es Jesús. No le neguemos el pan al que sufre. Nosotros tenemos la bendición de vivir en un país de mucha abundancia, pero más allá, “allende de los mares”, tenemos mucha gente que sufre de hambre y debemos darles nosotros de comer como les planteó Jesús a sus propios discípulos.

b. Tuve sed, y me disteis de beber (vers. 35b).

Jesús es el agua viva (Juan 7:37-39), sin embargo, ahora dice que tuve sed. Jesús sabía lo terrible que era la sed. En la cruz la experimentó como ninguna otra cosa. La sed es peor que el hambre. Una persona podrá durar muchos días sin comer, pero no podrá pasar tres días sin tomar agua.

Jesús sigue su identificación con estos que sufren y ahora lo hace con aquellos que pasan la experiencia de esta carencia. ¿Sabe usted la se que pasan los inmigrantes que cruzan las fronteras en busca de una vida mejor?  Jesús dijo que el que diera de beber un vaso de agua a uno de esos pequeños no perdería su recompensa (Marcos. 9:41).

La sed de los que padecen por este preciado líquido es la misma sed de Jesucristo. ¿Sabe usted cuánta gente ahora mismo padece de sed en el mundo? Se dice que el desierto de Sonora, uno de los más transitados por los que inmigran “es una enorme máquina de matar”. Así los titulares los períodicos para describir lo que la gente pasa.

c. Estuve desnudo, y me cubristeis (vers. 36)

La desnudez es otra de las grandes carencias de nuestra humanidad. Cuando uno piensa en los hombres que se ven forzados a salir de sus tierras, muchos de ellos solo se llevan un morral consigo, habiendo dejado atrás todas sus pertenencias, entre las que se incluyen sus ropas, abrigos y demás protecciones.

Oímos historias desgarradoras de nuestra gente atravesando un páramo sin las ropas adecuadas o calzados para la inclemencia de esos climas. Jesús valoró el hecho de que alguien pudiera cubrir de buen abrigo y calzado. He oído de cómo se ponen los pies de los caminantes, simplemente horribles, inflamados porque el calzado no es el más adecuado.

d. Estuve enfermo… en la cárcel… (vers. 36b)

Jesús nos dio una visión completa de las carencias de los hombres. Oírle hablar ahora de estar enfermo y en la cárcel es llegar al extremo de esas condiciones que desgarran el alma. ¿Sabe usted de esas enfermedades que golpean tan punzantemente el cuerpo del ser humano?

¿Sabe usted lo que es el sufrimiento de una cárcel? Pues Jesús se identifica en su totalidad con esta condición. Visitar al que está enfermo y al que está preso, es hacerlo al mismo Cristo.

Ya el profeta había dicho que él llevó nuestros dolores, angustias y enfermedades. Los inmigrantes pasan por estos cuadros penosos que Jesús conoce, con los cuales se identifica y está muy cerca de ellos.

II. LA PROVISIÓN QUE HACE JESÚS A TRAVÉS DE LOS JUSTOS PARA SUPLIR A LOS NECESITADOS

a. La aprobación de los justos (verss. 34-40)

Lo primero que vemos acá es la gran sorpresa de los justos al oír de su salvador las palabras más dulces que se podrán escuchar el día cuando estemos en su presencia: “Por cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños a mí lo hicisteis”.

En esta pregunta que hacen los sorprendidos del Señor hay seis actos de necesidad donde estuvieron envueltos los justos y los injustos y donde el creyente se hace merecedor de este elogio del cielo. Las tres primeras necesidades: hambre, sed y techo son de carácter universal, y para eso todos tenemos el sagrado deber de ayudar.

Diríamos que estos actos de amor los podemos hacer con más facilidad que las otras tres, pues estas últimas que tienen un mayor grado de miseria, requieren de mayor compromiso y más sacrificios para hacerlas.

Cuando Jesús dijo “lo hicisteis a mi” estaba reconociendo que él pasó por esas miserias humanas en su más honda identificación con el hombre en sus penas.

Mis hermanos, si en la vida cristiana no hacemos esto tendríamos que revisar si soy verdaderamente un hijo de Dios. El Señor no te calificará por tu sola asistencia a la iglesia, sino por los actos de amor hacia sus “pequeños”. Los inmigrantes son parte de este trabajo donde quiera estén.

b. La desaprobación de los malos (verss. 41-45)

Una de las sorpresas de este pasaje es la calificación que Jesús hará de lo que Pablo dijo cuando habló que fuimos “creados en Cristo Jesús para buenas obras”. El creyente habla mucho de Efesios 2:8 al referirse a su salvación por gracia, pero me temo que muy pocos conocen la importancia de Efesios 2:10.

Otra vez, al final de la jornada el Señor no tomara en cuenta tanto tu fidelidad como asistente a los cultos de tu iglesia si esto no te llevó a verdaderos actos de amor por los que sufren y tienen menos.

Como este pasaje habla de los cabritos que están a la izquierda, la sentencia de condenación para ellos tendrá que ver con la ausencia de la misericordia, de la bondad y el amor demostrado hacia su prójimo lo cual es un reflejo de una gran omisión, no solo por los más necesitados, sino porque ellos no conocían al Rey a través de quien deberían servir.

Aquí hay una situación que amerita nuestra más profunda reflexión y detención. La salvación está íntimamente relacionada con la demostración de amor hacia los que los más sufren y padecen. La vida que solo se centra en si mismo desconoce al que lo hizo todo por nosotros.

III. LAS RECOMPENSAS DE JESÚS PARA LOS QUE AYUDAN A LOS NECESITADOS

a. Los que ayudan a los caminantes (verss. 33-34)

Lo primero que nos dice el texto es que las ovejas serán puestas a la derecha. Ese lugar es de honor. Allí se sientan los nobles y príncipes. La gente que era invitada a sentarse a la derecha del rey era para ser distinguida con el más grande honor y privilegio. Además de esta distinción el Señor los llama “benditos de mi Padre”.

Cualquier bendición siempre será bienvenida, pero que ella venga de Dios es simplemente indescriptible. Y esa bendición tiene que ver con la herencia que nos espera. Las herencias terrenales son pasajeras y motivos de conflictos, la que aguarda a los redimidos es eterna y preparada mucho antes que naciéramos. ¿No es esto maravilloso?

Escuche lo siguiente: Dios no nos creo para ser parte de algún reino terrenal donde impera la corrupción y la maldad. Él te creo para ser parte de su reino eterno. Observa que antes que nacieras ya Dios había pensado en ti y te había asignado un lugar cerca de él, allí a su derecha.

Pero observa que nada de esto es posible si no vemos que Jesús habla de esas bendiciones en la proporción de nuestra entrega a las siete cosas que aquí menciona. La aprobación de este examen es directamente proporcional al contenido de estas siete demandas de Jesús.

b. Los que enfrían su corazón (verss. 41)

Las dos palabras más fuertes de esta historia son “venid” y “apartaos”. Mientras la una es la invitación más gloriosa para estar con el Padre eterno, la otra es la más triste al hablarse de una separación eterna.

Cualquier separación es superable en la tierra, pero la separación eterna, la que habla del “castigo eterno” rompe con todo lo impensable. He aquí el resultado de los que no pasaran el examen.

Matthew Henry ha escrito sobre esto lo siguiente: “El impío y el santo habitan aquí juntos en las mismas ciudades, iglesias, familias y no siempre son diferenciados unos de otros; tales son las debilidades de los santos, tales las hipocresías de los pecadores; y la muerte se los lleva a ambos: pero en ese día serán separados para siempre” (Comentario Mundo Hispano, Mateo 25).

La diferencia de este examen con los otros que hacemos en la tierra es que mientras en uno tenemos otros chances para hacer reparación, en el examen final dictado por Jesús no hay más oportunidad. La sentencia será total. La condenación será eterna. Esto es muy serio.

CONCLUSIÓN: 

¿Por qué Jesús ama tanto a los inmigrantes? Porque él mismo fue un inmigrante. Jesús fue un inmigrante en su deidad. Él se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:1-3, 14).

Pero también Jesús fue un inmigrante en su humanidad. Véalo con su familia desde niño huyendo a Egipto (Oseas 11:1). Jesús en su temprana edad conoció lo que es vivir fuera de su gente, de su patria, de su cultura, tener que enfrentarse a otro idioma, etc.

Pero Jesús también fue un inmigrante en su propio país. ¿No fue estando con su propia gente que se dice que a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron según Juan 1:11)? ¿No le dijeron y “de Nazaret ha de salir algo bueno?” (Juan 1:46).Sí, Jesús amo a los inmigrantes y conoce sus carencias. Él experimentó las siete necesidades de las que habla en este mismo pasaje.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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