Hágase tu Voluntad

El salmista sabía que en el cielo había muchas cosas lindas y buenas, pero lo más importante era saber que allí estaba Dios, y esa presencia era la que más deseaba en la tierra. ¿Qué es lo que más desea usted en la tierra? Pero, ¿cómo se cumple la voluntad de Dios en el cielo?

En el cielo se hace la voluntad de Dios de una manera invariable. Nada la hace cambiar. Cuán distinto es hacer la voluntad de Dios en la tierra. Considere su propia vida. Mire su mundo cambiante. Un día toma la decisión de vivir sólo para el Señor, de consagrarle sus dones, talentos, tiempo, dinero, etc., pero el siguiente domingo ya todo pasó.

Seguramente requiere de otro sermón para volver a tomar otra decisión. Vea, por otro lado, que en el cielo se hace la voluntad de Dios de una manera instantánea. No hay reuniones de comisiones, o largas discusiones para ver si se cumple. Allí nadie se queja para hacerla. Se hace.

III. “ASÍ TAMBIÉN EN LA TIERRA”, NUESTRO MÁS GRANDE DESAFÍO

1. La voluntad de Dios revelada (Deuteronomio 29:29).

Hay muchas cosas que Dios no nos ha querido revelar, pues solo le pertenecen a él como ser infinito y eterno. Sin embargo, hay cosas reveladas que nos pertenecen y han sido manifiestas por la palabra divina. Deuteronomio 29:29 nos ha indicado que hay una voluntad de Dios revelada que debe ser obedecida.

Esta es la voluntad de la cual Jesús ha pedido que se haga en la tierra, como ya se hace en los cielos. Cuando exploramos algunos de los tantos textos que nos hablan de Su voluntad revelada, nos topamos con aquellas demandas de la palabra de Dios que nos confrontan sobre lo que es una vida de excelencia.

Déjeme ponerle un solo ejemplo. Pablo nos dice que la “voluntad de Dios es vuestra santificación…” (1 Tesalonicenses 4:3). ¿Por qué se nos exige una vida de santidad aquí en la tierra? Porque “sin santidad nadie verá el Señor”. Sabido es que ni el pecado ni la sangre heredarán el reino de Dios, por lo tanto esta exigencia es lógica por la clase de vida que nos espera.

La santidad no es una opción para la vida del creyente (1 Pedro1:15-16). Y esto es, en efecto, su desafío mayor. La santidad es lo que Dios espera de nosotros porque él es un Dios santo.

2. La voluntad de Dios aplicada (Juan 7:17).

En la tercera petición del “Padre nuestro”, Jesús nos ayuda a ubicar toda nuestra vida en el centro del propósito de Dios. Si somos honestos, el asunto de conocer y hacer la voluntad de Dios es la más grande batalla a la que nos enfrentamos siempre.

La verdad es que no siempre encontramos en la Biblia respuestas a muchas de nuestras preguntas que tienen que ver con nuestro diario andar. Vea lo que le quiero decir. Usted está aplicando para un trabajo y se le presenta la oportunidad. ¿Debo aceptarlo o no?

Hay una persona que me gusta mucho. Ambos estamos muy enamorados. ¿Será la voluntad de Dios que nos casemos? Vivo con mis padres, pero cada día me doy cuenta que nuestra relación se hace insostenible. ¿Qué debo hacer? ¿Debo abandonar a mis padres y vivir por mi propia cuenta?

En la iglesia no me toman en cuenta; es más, me siento ignorado hasta por mi pastor. ¿Debo buscar otra iglesia en la que me acepten mejor? Semejantes preguntas parecieran reclamar una urgente respuesta.

Pero estas preguntas no debieran formar parte de nuestras dudas, si nos sometemos en obediencia y en oración a su santa voluntad. Si estamos dispuestos hacer la voluntad de Dios, descubriremos que ella es “buena, agradable y perfecta”. Viva la realidad de Romanos 12:2.

CONCLUSIÓN:

La verdad de lo que Jesús nos plantea en la petición del “Padre nuestro”, y en el imperativo para hoy, es que si no hacemos la voluntad de Dios, hacemos la nuestra. Esta es una decisión cotidiana.

Nos cuesta entender la voluntad de Dios, pero más nos cuesta obedecerla. Pero ¿por qué nos cuesta tanto hacer la voluntad de Dios? Porque no siempre vivimos en comunión con él. Se dio cuenta que Jesús no tuvo problemas en hacer la voluntad de Dios.

Es cierto que cuando le tocó enfrentar la cruz luchó y oró agónicamente por lo que implicaba enfrentar la ira del Padre, pero aún estando allí dijo: “No sea hecha mi voluntad, sino la tuya”. Este es el reto de sus seguidores.

Nacimos como hijos de Dios para hacer su voluntad, lo cual es sinónimo de gozo y paz. Pero hacer nuestra voluntad es sinónimo de fracaso. ¿Qué escogemos hacer? Digamos con el salmista: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Salmo 40:8).

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
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