Sed santos, porque yo soy santo

III. Acrisolados

Puede que el día de hoy no hicimos cosas que debimos haber hecho. O hicimos cosas que no debimos haber hecho. Puede que hayamos pasado por un mal momento, hemos pecado o nos hemos contaminado de cosas malas.

Y si es alguno de los casos anteriores, la solución es ir al lugar secreto, encontrarnos con Dios y pedirle su perdón. Él es el único que nos puede limpiar de toda maldad, y no dudará en perdonarnos y levantarnos de nuevo.

Así mismo debemos hacer cada día. Ninguno de nosotros es perfecto, y por ende hacemos cosas malas. Por lo cual debemos estar yendo cada tanto y pedir al Espíritu Santo que nos llene de sus frutos, y cambie nuestro corazón, y nos llene de su presencia. Porque cuando tenemos al Espíritu de Dios en nosotros, somos diferentes, hablamos y actuamos de forma diferente, guiados por el mismo Espíritu.

En la prueba también somos limpios (1 Pedro 1:7). En medio de la prueba el Señor se encarga de sacar lo que no sirve dentro de nosotros y pone nuevas cosas. Ahí es donde mira nuestra debilidad y nos ayuda en ella. Somos probados para demostrar de qué estamos hechos o mejor qué es lo que hay dentro de nuestro corazón, antes, durante y después de la prueba.

IV. Para ser santos tenemos que ser fieles

Ser fieles a Dios es una virtud que muy pocos tienen. Al principio todos dicen que estarán siempre con Dios, que nunca le fallarán y que irán con él hasta el fin del mundo. Pero cuando atraviesan por las diferentes dificultades y son probados en la fe, se demuestra realmente de qué están hechos y cuál es su verdadero valor, que tan fuertes son y qué tan firme es su promesa (Mateo 25:23).

Tal vez muchos de nosotros hemos prometido a Dios muchas cosas que realmente no hemos hecho. Hemos intentado salirnos del camino varias veces, puede que no hayamos sido las personas más ejemplares. Pero todo esto no es lo más importante. Lo importante es que seamos capaces de superarlo y continuar en el camino de Jesús, que nunca nos falla y estará dispuesto a ayudarnos en nuestros momentos de debilidad.

Dios tiene un gran ejército para impactar este mundo, quiere avivadores. Quiere soldados de fuego. Pero para ser parte de este gran ejército, una cualidad muy importante es ser fiel. Esto no debe ser algo momentáneo.

Esto no es una decisión cualquiera, en esta decisión está puesta nuestra vida, porque si decidimos ser fieles hasta el final, debemos tener por seguro, que no solo vamos a ser parte del más grande ejército, sino, tendremos a un Dios como capitán. Por ende, nuestra vida estará llena de bendiciones y cosas maravillosas, sin olvidar, que estaremos tomando la mejor decisión de nuestras vidas.

¿Qué podemos concluir?

Por una razón somos escogidos por Dios, somos diferentes. Todos somos criaturas de Dios, pero solo aquellos que le entregaron su vida a Él, son llamados hijos de Dios. Por lo que nuestra vida es diferente a la de los demás, no es creernos santos como Dios. Es que debemos ser santos como Él, porque esa es la voluntad de nuestro padre, que seamos como él, que hagamos lo mismo que él haría.

Si debemos ser limpios, si debemos estar consagrados solamente a Dios, si debemos ser fieles hasta el final de nuestras vidas. Ahora bien, solo nosotros podemos elegir ser una de los anteriores, o ser todos ellos. El mismo Espíritu Santo nos guiará y nos llevará a hacer cosas impresionantes y maravillosas, no solo para nosotros, también para que demos esto a otros.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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