Derrotando nuestros temores

En una ocasión los discípulos tuvieron miedo ante una fuerte tempestad y un Jesús caminando sobre ella. Pero un valiente que ha pesar de temer pidió al Señor la posibilidad de hacer lo que él hacía. Jesús lo llamo y este empezó a caminar sobre las aguas. No obstante, tuvo temor y empezó a hundirse, rápidamente el Señor lo socorre y le ¡exclamo!, Hombre de poca fe, ¿Por qué dudas? (Mateo 14:22-31; Marcos 6:45-52; Juan 6:15-21)

El miedo y la duda están conectadas en el camino de un creyente. La mayoría de los cristianos creemos en el poder de Dios, pero dudamos si el puede o quiere hacerlo. Esto genera un temor por empezar a dar los pasos necesarios para obtener una bendición. Nos detiene la duda, genera temor y hacemos que las promesas de Dios se retrasen.

Creer en su palabra y tener plena confianza en nuestro Creador nos quitaría muchos problemas del camino. Las personas tienen cargas extraordinarias que no están dispuestos a entregar a Dios. Creen que no es la voluntad del Señor ayudarlos y obran en sus propias fuerzas, minimizando el poder de Cristo. Viven cansados, estresados y sin esperanzas.

Debemos aprender a reconocer la magnitud de Cristo y la simplicidad de nuestra existencia. Literalmente somos hijos del Creador de todo lo que existe. No hay nada imposible para Él. Sin embargo, no solo basta con estar conscientes de ello. Tenemos que creerlo, estar seguros de quien es nuestro Padre y lo que esta dispuesto a hacer por nosotros.

¿Por qué deberíamos perder el miedo?

El Señor nos mira con ojos de amor, como la niña de sus ojos. Él cuida con celos el entorno, las crisis, las dificultas y todo problema puede decir lo que quiera decir. Pero nuestra seguridad debe estar fundamentada en Cristo, en Sus promesas, en Su poder, en Su fidelidad. Dios nos cuida como un león, pero queda de nosotros el sentirnos seguros en sus brazos.

El salmista David afirmo que “anduviera en valle de sombra de muerte” no temería. Su corazón pues entendía quien estaba con Él. Cuando volamos en un avión sentimos seguridad porque un piloto nos dirige, cuanta más seguridad deberíamos sentir cuando es Dios quien nos dirige.

Conclusión

El temor es un factor externo que viene a introducir el caos en nuestras vidas, a paralizarnos y detenernos. Reconocer nuestros miedos será vital en nuestro proceso para superarlo.

Para ello debemos estudiarnos y examinarnos, aceptar nuestro miedo, distinguirlo y confrontarlo. En vez de pensar en nuestro temor consumiendo nuestro ser, pensemos en Dios venciendo ese miedo.

Confiar en Cristo, en Su palabra, en lo que hizo y en lo que hará será determinante para que, de ahora en adelante no exista temor que te derrote.

Aceptemos que no existe en el universo cosa alguna que se compare a Dios. Nada ni nadie puede hacerle frente. Si estamos firmes en que ese Dios es nuestro Dios, no habrá nada que nos derribe.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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