Estudio Biblico.. Tipos de virtudes cristianas

Las virtudes morales son formas de ser y vivir habitualmente bien, que forman la fisonomía de una persona buena, pero no tienen que ver directamente con Dios. Son virtudes humanas que componen lo que llamaríamos una buena y auténtica mujer u hombre.

Son rectos comportamientos según la ley natural. Hábitos del alma que se adquieren con el ejercicio y la repetición y que la habilitan para la realización de la vida buena. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos.

Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.

Se adquieren mediante el esfuerzo humano. Ej. Lealtad, orden, diligencia, solidaridad, respeto, gratitud, etc. Pero para alcanzar la salvación no bastan las virtudes humanas naturales, alcanzar la vida eterna no es posible sin la ayuda de Dios y la acción del Espíritu Santo.

¿CUÁLES SON?

Existen muchísimas virtudes humanas, pero se ha hecho un resumen de ellas, clasificándolas en las más importantes y llamándolas “Cuatro virtudes morales cardinales”: La prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

1. LA PRUDENCIA.

Es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo: “El hombre cauto medita sus pasos” (Prov 14: 15). La prudencia es la regla recta de la acción. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

2. LA JUSTICIA.

Es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común.

El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lev. 19: 15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Colosenses 4: 1).

La justicia busca dar a cada uno lo que le corresponde, en todos los órdenes de la vida y del bien. El justo busca lo que es correcto, sin parcialidades, sin egoísmos. Esta virtud implica un gran desprendimiento de sí, una gran objetividad y una actitud a salir de uno mismo, para buscar y realmente otorgar lo que es correcto a los demás. Por eso se dice en la Biblia que esta virtud es muy propia de Dios, porque Dios no es egoísmo, sino Bien verdadero, no es capricho, sino Verdad.

3. LA FORTALEZA.

Es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.

La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones.

Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal. 118: 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16: 33).

La fortaleza implica mantener el ánimo en los momentos difíciles, seguir adelante a pesar de la tristeza y del abatimiento.

4. LA TEMPLANZA.

La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su corazón.

La templanza es la virtud cardinal que se refiere al dominio de las potencias pasionales, es decir todo lo que se refiere a la fuerza de actuación que reside en nuestra psicología y nuestra alma: fuerza pasional tanto corporal, como psíquica y espiritual.

Probablemente es la menos llamativa, pero rinde un servicio indispensable para garantizar la verdadera libertad de la persona, y poder “vivir todo por amor”. La templanza es indispensable para la prudencia y soporte para la fortaleza.

VIRTUDES EN LA BIBLIA.

Podemos encontrar en Proverbios 31:10 un elogio a la mujer virtuosa: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”.

Si nos ponemos a analizar la primera línea, hace la pregunta ¿quién la hallará?, denotando lo difícil que es encontrar a una mujer virtuosa.

La siguiente línea nos permite ver el grande valor que la mujer virtuosa tiene al mencionar: su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.

Asimismo enumera las diferentes características que denotan a la mujer virtuosa. Pero todas estas también aplican para el hombre virtuoso.

En Gálatas 5:22 y 23 se habla de las obras del Espíritu que pueden aplicarse como virtudes: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.

Dios quiere que cada uno de sus hijos sea su propio reflejo y por eso nos dio como regalo virtudes para que a través de ellas, del ejercicio diario de cada de ellas, podamos ser bendecidos y ser de bendición a todos los que nos rodean.

© Moreiba Cabrera

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