Los Cuadros de Jesús – Parte IV

3. La invitación de Jesús tiene un contenido universal.

El texto dice que “si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (vers. 37b). En la invitación de Jesús siempre hay el elemento de la espontaneidad. Quienes vengan a él no serán por ninguna presión.

La frase “si alguno” pone de manifiesto que todo lo que se relacionada con él debe ser voluntario. Pero también hay en esto el elemento de la exclusividad. Jesús no les ofreció a los hombres una salvación fuera de él mismo.

Él no vino para mostrarle un camino, toda vez que él mismo es el camino. De igual forma sucedió con la verdad y la vida. Allí no dio alternativa. No hay vida ni verdad fuera de él. Por eso ahora afirma que los hombres, para que sean auténticamente felices, deben venir a él y tomar del agua que ofrece.

No es extraño que esta invitación aparezca hasta el final (Apc. 22:17; 21:6), dándole al hombre todas las oportunidades para que no se pierda para siempre. Cuando él dijo “venga a mí” estaba diciendo que él no rechaza a nadie que venga en su propia condición.

4. El efecto directo de esta invitación.

¿Cuál es el resultado para los que vengan y beban del agua que él ofrece? “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Esas Escrituras podrían referirse al Salmo 46:4 y Ezequiel 47:1.

La profecía de Isaías 55:1-2 pareciera apuntar a esta misma verdad del Señor. “De su interior” es una referencia al corazón del mismo creyente, por cuanto es allí donde debe operarse la salvación.

El efecto directo es que una vez que la persona se encuentra con Jesucristo de su interior “correrán ríos de agua viva”. Esta figura nos habla de algo que siempre está en movimiento y de algo que nunca se agota. La gracia de Dios es así. Es una fuente continua de bendición para el pecador arrepentido.

5. Esta invitación contenía un elemento profético.

El texto dice que esto dijo, hablando de Cristo, “del Espíritu que iban a recibir” (recuérdese lo que pasó en el Pentecostés, Hch. 2), los que creyeran en él”. Esto era la condición.

Nadie puede recibir el Espíritu si primero no ha creído en Cristo; y a su vez, nadie puede recibir a Cristo si primero el Espíritu no induce a las personas a poner su fe en Cristo. El Espíritu Santo se constituye en el manantial por el cual fluye el agua que salta para vida eterna en el creyente.

Cuando Cristo dijo esto, se produjo disensión entre la multitud. Algunos decían que ese hombre no podía ser lo que decía ser, mientras que otros llegaron a la conclusión que en efecto él era el profeta que estaban esperando vers. 40

Con esta figura de Cristo como el “agua viva”, se puso de manifiesto que él era al que todos esperaban como Mesías. Cuando Cristo se encontró con la mujer samaritana, y se presentó como el “agua viva”, ella descubrió que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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Los Cuadros de Jesús – Parte V

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