Vencedores en Cristo

Los vencedores en Cristo son transformados

Pero no siempre fuimos más que vencedores, fue necesaria una transformación divina en nuestra vida para que Dios convirtiera nuestras lágrimas en sonrisas. El dolor fue transformado en alegría y la derrota en victoria por el poder de su amor.

Esta transformación fue gracias a Jesucristo, quien entregó su vida por toda la humanidad, para que todo aquel que le confiese como único salvador pueda recibir de Dios el perdón de pecados.

Por medio del derramamiento de la sangre de Jesucristo es que ahora tenemos entrada al reino de Dios. Es necesario que confesemos con nuestra boca a Jesucristo y que creamos en nuestro corazón para obtener el perdón de pecados y la gracia de Dios nos llene.

Al creer en Jesucristo y arrepentirnos de nuestros pecados, tenemos el perdón de Dios y su sangre nos limpia de toda maldad. Ahora nuestras manchas son limpias por su sangre y venimos a ser blancos como la nieve. Ahora nuestra suciedad viene a ser como blanca lana por medio del poder de su amor.

Dios nos da nuevas vestiduras, vestiduras blancas. Así como Bartimeo dejó su capa, así dejamos nuestra ropa que el mundo nos había dado y tomamos la ropa nueva que Dios nos da. Pues somos hechos nueva criatura, creados según la voluntad de Dios. Por eso hasta nuestra vestidura es cambiada, somos nuevos completamente.

Vencedores en Cristo – Libro de la vida

Al ser renovados, Dios escribe nuestro nombre en el libro de la vida. En ese libro está registrado todo aquel que no se conformó en este siglo, sino que fue en contra de todo lo que a Dios le desagrada.

Todo aquel que ha reconocido a Jesucristo ha venido a estar inscrito en este libro. Pero es necesario permanecer en Él para que nuestro nombre no sea borrado de ese maravilloso libro.

Dios nos pide que seamos perseverantes en su verdad hasta la muerte. Que luchemos cada día con nuestro mismo ser para hacer morir en nosotros las obras de la carne y que su Espíritu nos gobierne y nos lleve hacia todo aquello que proviene de Dios.

El Señor quiere que permanezcamos en Él y que perseveremos hasta el final. Solo así obtendremos la recompensa que Dios tiene preparada para sus hijos. Porque de nada sirve ser perseverantes un tiempo pero después abandonar nuestra fe, es necesario que seamos perseverantes hasta el final.

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