¿Debe la iglesia cristiana enseñar el diezmo? – Capítulo 29

Esto ocurrió a causa de su pobreza, su condición de oprimidos e ilegales, su amor por el silencio y la soledad, y su aversión al arte pagano (p. 198)”. “Las primeras señales de casas especiales de culto ocurren Tertuliano, que habla de ir a la iglesia, y en su contemporáneo, Clemente de Alejandría, que menciona el doble significado de la palabra ekkleesia. Por el año 230, Alejandro Severo concedió a los cristianos el derecho a un lugar en Roma. … Después de mediados del siglo tercero, comenzó con gran entusiasmo la construcción de iglesias. …” (pp. 199-200).

“Por eso encontramos, ya en el siglo tercero, los fundamentos de una completa jerarquía; aunque era una jerarquía de poder moral solamente, y que no tenía ninguna clase de control exterior sobre las conciencias. … Con la exaltación del clero [en el siglo tercero], apareció la tendencia a separar a sus miembros de las ocupaciones seculares, y aun de las relaciones sociales. … Obtenían su sostenimiento de la tesorería de la iglesia, que se nutría de las contribuciones voluntarias y las colectas semanales el Día del Señor. Después del siglo tercero, se les prohibió ocuparse de cualquier negocio secular, o siquiera aceptar cualquier fideicomiso” [según Cipriano en el norte de África solamente] (p. 128) (132.

Aunque hubo muchos padres de la iglesia primitiva pre-niceana (antes del año 325 D. C.) cuyos escritos existen todavía, hasta Cipriano, no escribieron en absoluto sobre ninguna forma sugerida de diezmo obligatorio. Estos padres incluyen a Clemente de Roma, Matetes, Policarpo, Ignacio, Bernabé, Papias, Justino, el pastor de Hermas, Tatiano, Teófilo de Antioquia, Atenágoras, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Minucio Félix, Comodiano, Orígenes, Hipólito, Cayo, y Novacio.

En un esfuerzo por sostener el diezmo, la McClintock and Strong Encyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastgical Literature en realidad confirma mis hallazgos. Bajo el epígrafe diezmos, dice: “La obligación de la literatura eclesiástica ha sido propuesta desde el período más temprano. Los Cánones Apostólicos [c. 300], las Constituciones Apostólicas [c. 300] San Cipriano [m. 258], y las obras de Ambrosio [m. 397], Crisóstomo [m. 407], Agustín [m. 430], y los otros padres de ambas divisiones de la iglesia [oriente y occidente, pero no griega] abundan en alusiones a esto”. Porque este recurso, aunque “abundan” es una exageración, “el período más temprano” se saltó los primeros 200 años después del Calvario. (Véase a Cipriano más adelante).

Clemente de Roma (c. 95) comenzó a escribir por el mismo tiempo que murió el apóstol Juan. Sus escritos no usan la palabra “diezmo”. No fue específico cuando escribió: “Él [Dios] ha ordenado [que se presenten] ofrendas y que se lleven a cabo servicios [para Él], y no apresuradamente ni irregularmente, sino en los tiempos señalados y las horas señaladas”. (Primera Carta a los Corintios, capítulo 40). Más probablemente, en esta época, los cristianos judíos de la iglesia de Roma habrían objetado cualquier ligera indicación de que se les quitarían los diezmos a los sacerdotes levitas.

Justino Mártir (c. 150), (del área de Samaria), escribió: “Y que los ricos de entre vosotros ayuden a los necesitados … cuando termina nuestra oración, se trae pan, vino y agua, y de la misma manera, el presidente ofrece oraciones y acción de gracias, según su capacidad, y el pueblo asiente diciendo Amén; y hay una distribución a cada uno, y una participación de eso por lo cual se han dado gracias, y a los que están ausentes se les envía una porción con los diáconos. Y los que son acaudalados, y están dispuestos, dan cada cual lo que le parece mejor; y lo que se recoge se desposita en manos del presidente, que socorre a los huérfanos y a las viudas y a los que, a causa de enfermedad o por cualquier otra razón, están en necesidad, y también los que están en cadenas y los extranjeros que habitan entre nosotros” (Primera Apología, cap. 67). De acuerdo con la Escritura del siglo primero, los “presidentes” o líderes de iglesia sólo son administradores capaces, no necesariamente pastores ni instructores de la Palabra.

Los escritos de Justino sólo usan la palabra “diezmo” cuatro veces: dos de Mateo 23:23 para señalar que los judíos no gustaban de Cristo, y dos de Génesis 14:20 mientras probaba que Melquisedec no requirió la circuncisión (Diálogo con Trifón, cap. 17, 19, 33, 112).

El Didache, o Enseñanza de los Doce (150-200?) fue descubierto a finales del siglo diecinueve en el monasterio judío del Santo Sepulcro en Constantinopla. No se sabe si es auténtica, representa la norma, o si es de una ramificación aberrante. Parece ser un documento judeocristiano aproximadamente de mediados del siglo segundo, y tiene algunas interesantes ideas sbre cómo eran sostenidos los profetas y los líderes de la iglesia.

Párrafo XI: … “Ahora, concerniente a los apóstoles y los profetas según la enseñanza del evangelio, así haced; y que cada apóstol que viene a vosotros sea recibido como al Señor; y no se quedará sino un día, si es necesario, al día siguiente también; pero si se queda tres días, es un falso profeta. Cuando el apóstol sale, que no lleve nada sino pan, hasta que llegue a su alojamiento; si pide dinero, es un falso profeta. … Pero cualquiera que diga en espíritu: ‘Dadme dinero, u otra cosa’, no lo escuchen; pero si pide para otros que están en necesidad, que nadie le juzgue”.

El párrafo XII puede (o no puede) referirse sólo a viajeros ordinarios. Su ubicación entre los párrafos 11 y 13 debe ser considerada. “Que todo el que ‘viene en el nombre del Señor’ sea recibido” y probado. … “Si desea morar con vosotros, si es artesano, permítanle que trabaje y coma. Si no tiene oficio, usen su sentido común para proveer para que viva con ustedes como cristiano, sin ociosidad. Si no está dispuesto a hacerlo, es un ‘cristero’. Tengan cuidado de los tales”.

Párrafo XIII: “Pero todo buen profeta que desea morar con vosotros es ‘digno de su comida’. De la misma manera, un verdadero maestro es también, como el obrero, ‘digno de su comida’. Por lo tanto, tomaréis y daréis a los profetas todas las primicias del lagar y la trilladora, de los bueyes y las ovejas. Porque los profetas son vuestros sumos sacerdotes. Si no tenéis profeta, daréis las primicias a los pobres. …”.

Párrafo XV: “Elegid, pues, de entre vosotros obispos y diáconos dignos del Señor, hombres que sean amables, pero no codiciosos, hombres verdaderos y aprobados; porque ellos también ministran para vosotros el ministerio de los profetas y líderes” (133).

Aunque muchos maestros del diezmo citan los párrafos XIII y XV para probar que la iglesia primitiva enseñaba el diezmo, y convenientemente pasan por alto los párrafos XI y y XII, ¡engañan tremendamente al hacer esto! Los párrafos XI y XII dejan bien claro que los párrafos XIII y XV no pueden ser estirados para enseñar el diezmo. La palabra diezmo ni siquiera aparece.

Además, cuando la iglesia finalmente trató de enseñar el diezmo, no entregó el diezmo entero a los diáconos como lo requeriría el párrafo XV si ellos fuesen los levitas. Quizás este documento no autorizado ha sido ubicado a mediados del siglo segundo a causa de alguna elevación de obispos, pero antes de la autoridad impuesta sobre ellos por Cipriano.

Notablemente, sin embargo, las primicias encajan sólo en la descripción de artículos alimenticios de Números 18 y no son lo mismo que los diezmos. Además, parece que aun éstos no serían sostenidos completamente por la iglesia si fuesen pequeños, pero se les exigiría que conservaran un oficio. Es interesante notar que el párrafo XIII dice que, si no hay profeta en la iglesia, se deben dar las primicias a los pobres.

Ireneo (150-200) (obispo de Lyons en Francia y maestro de Hipólito), claramente no enseñó el diezmo. “Y por esta razón el Señor, en vez de ese [mandamiento]: ‘No cometerás adulterio’, prohibió hasta la concupiscencia; y en vez del que dice: ‘No matarás’, prohibió la ira; y en vez de la ley que obligaba a diezmar, ahora nos habla de compartir todas nuestras posesiones con los pobres, y no amar solamente a nuestro prójimo, sino hasta a nuestros enemigos; y no ser meramente liberales dadores y otorgadores, sino hasta que debemos hacer un regalo gratuito a los que nos quitan nuestros bienes” (Against Heresies, libro 4, cap. 13, pár. 3). Aunque no sea otra cosa, esto enseña ascetismo extremo.

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