¿Debe la iglesia cristiana enseñar el diezmo? – Capítulo 29

“Porque con él no hay nada sin propósito, ni sin significado, ni sin designio. Y por esta razón, ellos (los judíos) ciertamente tenían los diezmos de sus bienes consagrados a él, pero los que han recibido libertad ponen aparte todas sus posesiones para los propósitos del Señor, concediendo gozosa y libremente, no las porciones menos valiosas de su propiedad, puesto que tienen la esperanza de cosas mejores [en el más allá], sino como aquella pobre viuda, que echó todos sus medios de vida en el tesoro de Dios” (Against Heresies, libro 4, cap. 18). Nuevamente se indican la pobreza y el ascetismo. Ireneo enseña claramente que la iglesia era una dispensadora de necesidades para los pobres. Su vida y sus escritos revelan que él creía que líderes debían vivir tan exiguamente como fuese posible.

Tertuliano (150-220) fue un prolífico escritor de Cartago en el norte de África, cuyos escritos no enseñan el diezmo. Era también un montanista que llevaba un estilo de vida extremadamente ascético. Para los montanistas, la extrema pobreza era una virtud que no dejaba absolutamente ningún lugar para una doctrina del diezmo. Puesto que enseñaba que todas las ofrendas que se recibían deberían darse a los pobres, Tertuliano no habría enseñado que los líderes de la iglesia debían ser sostenidos por medio del diezmo. Las únicas veces que se registra que usó la palabra “diezmo” aparecen cuando cita a Mateo 23:23 para comparar la hipocresía de Marción con la de los fariseos (Marcion, libro 4, cap. 27) y a Génesis 14:20 cuando argumentó, como Justino Mártir, que Melquisedec no fue circuncidado (libro 5, cap. 9).

Tertuliano también escribió: “Nuestros presidentes son ancianos de probada valía, hombres que han alcanzado este honor, no por un precio, sino por carácter. Cada uno lleva una modesta moneda una vez al mes o siempre que lo desee, y sólo si está dispuesto y es capaz; es una ofrenda voluntaria. Usted podría llamarles los depositarios de los fondos de la piedad; se usan … para el sostenimiento y los funerales de los pobres …”. (Apology, xxxix, 1-18). Por esto, es claro que, por lo menos cerca del fin del siglo segundo, no existía ningún diezmo destinado solamente a sostener el clero a tiempo completo.

Cipriano (200-258) sucedió a Tertuliano en Cartago (solamente Norte de África) y fue probablemente el primer líder influyente en sugerir (sin éxito) que los diezmos debían sostener un clero a tiempo completo. Debe recordarse que, para la época de Cipriano, habían ocurrido por lo menos las primeras desviaciones de la doctrina de la era apostólica. Los dones espirituales habían sido mayormente quitados al laicato y puestos en varios niveles del clero.

El oficio de obispo había sido distinguido del de anciano y del de presbítero, y cada obispo tenía poder espiritual sobre el laicato por medio de un tosco sistema sacramental. Además, su iglesia ahora comparaba al obispo con el sumo sacerdote del Antiguo Testamento, a los presbíteros con los sacerdotes del Antiguo Testamento, y a los diáconos con los levitas del Antiguo Testamento. Cipriano simplemente dio lo que él creía era el siguiente paso lógico (en este escenario del papel de los obispos) e insistió en que el clero debía abandonar todo trabajo secular y depender de los diezmos para su sostenimiento a tiempo completo.

Por lo menos en la iglesia occidental, el modelo veterotestamentario de sacerdocio, sacrificios, y perdón ahora estaba controlado por los así llamados sumos sacerdotes cristianos, los sacerdotes cristianos y levitas cristianos. ¡Tal es el contexto de las apelaciones de Cipriano en cuanto al diezmo! Pero todos los defensores del diezmo que he leído señalan a Cipriano como su evidencia principal en favor de la enseñanza del diezmo en la iglesia primitiva. Mientras fue sólo un obispo en África, Cipriano no tenía autoridad más allá de su propia esfera de influencia. ¡Los que citan a Cipriano para sustentar el diezmo en la iglesia primitiva deberían colocar su cita en este limitado contexto histórico!

Sin embargo, el diezmo de Cipriano todavía no califica como “prueba” de que la iglesia primitiva enseñaba el diezmo. Aunque no tan ascéticos como los montanistas y su maestro favorito, Tertuliano, Cipriano era, sin embargo, un asceta que entregó su considerable fortuna cuando se bautizó.

Aunque abogaba vigorosamente por que los obispos, los presbíteros, y los diáconos recibieran diezmos y dedicaran todo su tiempo al servicio de la iglesia, no sugería que vivieran por encima del nivel de pobreza (Carta 65, pár. 1). En una ocasión, en su Carta 4, dijo que “la totalidad de la pequeña suma que era recogida” fue entregada al clero y ellos la distribuyeron entre los necesitados.

Cualquiera que haya leído a Cipriano conoce los muchos usos en su generación del mandamiento de Cristo: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme”. La interpretación del diezmo por parte de Cipriano era que los líderes de la iglesia sólo debían tomar lo mínimo, y distribuir el resto a los pobres. ¡Lea a Cipriano usted mismo!

Las Constituciones de los Santos Apóstoles (libro 2, sección 4), es un relato ficticio que data probablemente del siglo tercero o cuarto. No fue aceptado por la iglesia sino hasta muchos siglos más tarde. Su uso del diezmo refleja una evolución de la doctrina hacia más o menos el mismo nivel que el de Cipriano.

“Sobre la administración de los recursos recogidos para el sostenimiento del clero y el socorro de los pobres”:

“Que el obispo considere tal alimento y abrigo suficientes para suplir la necesidad y la decencia. Que no use los bienes del Señor como los de otros, sino moderadamente; ‘porque el obrero es digno de su salario’. Que no sea opíparo en la dieta, ni amigo de la ociosidad, sino que se contente con lo necesario para su sostenimiento”.

“Sobre las primicias y los diezmos, y de qué manera el obispo mismo participa de ellos, o los distribuye a los demás”.

XXV. Que use esos diezmos y esas primicias, que se dan de acuerdo con el mandamiento de Dios, como hombre de Dios; y que también dispense correctamente las ofrendas voluntarias que se traen para los pobres, los huérfanos, las viudas, los afligidos, y los extranjeros en dificultades, como teniendo a Dios como examinador de sus cuentas y que les han dado la disposición.

Distribuyan a todos los que tienen escasez en justicia, y que ustedes mismos usen las cosas que pertenecen al Señor, pero que no abusen de ellos, comiendo de ellos, pero sin comerse todo ellos mismos: comuníquense con los que están en necesidad, y por lo tanto aparezcan intachables delante de Dios. Porque si ustedes consumen todo ustedes mismos, serán reprendidos por Dios. …”.

“Porque los que atienden la iglesia deben ser mantenidos por la iglesia, siendo sacerdotes, levitas, presidentes, y ministros de Dios; como está escrito en el libro de Números concerniente a los sacerdotes. …”.

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