Tocando lo intocable

La compasión de Jesús rompe con las ataduras de los hombres. Él puso a un lado aquella sensación de repugnancia que su cultura le había inculcado, y extendió la mano para tocar al hombre.

Hay algo que debemos decir acá. Cualquier podía tocar a ese hombre, pero quedaría inmundo. Pero Jesús no podía ser contaminado por la impureza. Él tenía tal santidad, que, en vez de ser contaminada por el contacto con la enfermedad, más bien su santidad invadió la enfermedad y traía la pureza.

III. HAY UN HOMBRE TRANSFORMADO QUE TODOS TOCARÍAN

a. La lepra fue quitado de él… (vers. 41b).

Esta declaración revela el nuevo estado de aquella persona enferma. ¿Qué sucedió en ese momento? Pues que Jesús restauró al pobre, miserable, deteriorado y putrefacto y ahora es un hombre nuevo que todos tocarán.

Por la referencia de la sanidad de Naamán se nos dice que cuando fue sanado, después de zambullirse siete veces en el río Jordán (2 Reyes 5:9-10; 14) su piel llegó a ser como la de un niño. Mis hermanos, ¿quién no desea tocar la piel de un niño?

Se sabe por la naturaleza de algunos seres que solo los inmundos tocan lo inmundo. Así actúan los cerdos. Pero este hombre ahora está limpio. El ahora podrá buscar la ofrenda, tocarla e ir al sacerdote para que él mismo se asegure y lo declare sano de acuerdo a Levítico 14. Imagínese la escena.

Mientras va al templo, la gente ve en ese hombre a alguien lleno de gozo, con vestiduras limpias, con un grato olor en su piel y saludando, tocando, a quienes va encontrando por el camino. Este es un hombre a quien todos tocarán ahora. La declaración de limpieza por parte del sacerdote hará posible su incorporación a la sociedad. Jesús hace que los hombres recobren su dignidad.

b. Recuperado para su hogar.

La peor cosa que vivía un leproso era su soledad. Además de lo terrible de vivir con una condición infrahumana, con dolores y olores putrefactos, esta persona vivía todo el tiempo recordando a su familia y al hogar que había perdido.

Los recuerdos de su esposa, los hijos, los hermanos, las reuniones, la vivencia entre ellos, era una tortura mayor. Los hijos que antes abrazaba ahora tienen que rechazarlo. La condición emocional y psíquica no podía ser peor. Ahora imagínese otro cuadro. Piense en este hombre que fue sanado. Véalo regresando a casa después que el sacerdote le declara sano.

Vea el abrazo de la esposa, de los hijos, de los padres o hermanos. Véalo tocando la piel de los demás. Véalo limpio de su inmundicia. Véalo restaurado. Esto es lo que hace la obra de Cristo en el corazón.

Cuando un hombre es sanado de la lepra de su pecado, lo primero que sucede es que ese hombre regresa a su hogar. Es cual hijo pródigo que estuvo afuera, viviendo en medio de las algarrobas del mundo, pero ahora ha sido incorporado a la familia. Jesús vino para traer de regreso a todos los que se habían perdido. Esto es lo que hace el evangelio.

Deja un comentario