Mujeres en ministerio

No sería correcto, entonces, que negáremos a las mujeres el derecho de hablar ministrando en la iglesia, si esta rigurosidad es solamente a base de pautas culturales de otra época y entorno cuando no exista en nuestra cultura ni pauta ni preocupación correspondiente.

Hay ciertos factores en la enseñanza de Pablo que también apoyan la idea de que él no habría querido eliminar el ministerio de las mujeres con lo que dice en 1 Corintios 11:2-16; 14:34-35; Efesios 5:21-33; y 1 Timoteo 2:9-15. Primeramente, hay las referencias a las mujeres actuando en la iglesia en profecía y oración (1 Corintios 11:5, 13).

Sabemos que las mujeres no eran silenciosas en la iglesia en un sentido absoluto porque profetizaban, y como hallamos referencia a ellas orando en el mismo contexto es bastante seguro que no se refiere tampoco a oración silenciosa, sino hablada. Otro factor, y probablemente de más importancia a nuestro estudio, es el apoyo que el Apóstol manifiesta hacia mujeres en ministerio en los escritos de él.

Un porcentaje mucho mayor de las mujeres que menciona reciben de él una palabra de recomendación que de los hombres. Esto muy posiblemente se debe a que él sentía que las mujeres más necesitaban este apoyo que los hombres por los prejuicios que encaraban en el ámbito cultural del Asia Menor de aquella época.

Apoyo de esta índole no estaría fuera de lugar en nuestra cultura tampoco, puesto que es obvio que en ella, y aun en muchos sectores de la iglesia, las mujeres que sienten llamamiento encaran dificultades para lograr el reconocimiento necesario para cumplir a cabalidad con sus ministerios.

Pero si los pasajes referidos no dan apoyo a una sujeción general de las mujeres para con los hombres en sentido general, y si no excluyen a las mujeres de puestos ministeriales en la iglesia, ¿qué es que nos comunican? Puesto que hablan a mujeres que están en el contexto del matrimonio, nos proporcionan información que puede proveer pautas bíblicas para la relación hombre-mujer en esta institución.

Aunque contienen mucho que es en términos de la cultura de aquella época y área del mundo, queda bastante claro que establecen prioridades en el matrimonio y en el hogar que reconocen la legitimidad del liderazgo del esposo en este ámbito.

Pero esto, tampoco debe de ser tomado en un sentido que excluya a mujeres casadas de ministerio, ya que tenemos ejemplos sobresalientes en Priscila y Junia (si Andrónico es nombrado como esposo de ésta) que mujeres casadas pueden también destacarse en ministerio.

Además no se debe mencionar la subordinación de la mujer en el matrimonio sin ponerlo en el marco cristiano del mandato al esposo que ame a su esposa como Cristo amó la iglesia. El código de los miembros de las casas que tenemos en Efesios 5:216:9 aunque no aplicable a la cultura de hoy en varios aspectos, siempre establece que cada uno debe de procurar llenar el papel que le toca para con otros, procurando el buen orden y funcionamiento de las instituciones que integramos.

Y aunque el hogar, o la casa, no desempeñe todas las mismas funciones que la de aquel entonces, siempre es un valor importantísimo en cualquier sociedad. Consecuentemente, el éxito de ella como institución y el bienestar de los que la integran dependen mucho de que la mujer sepa desempeñar sus papeles de esposa y madre según el cometido que Dios le ha dado.

Aunque se puede notar que la mayoría de los ministros de la Palabra de Dios a través de la Biblia son hombres, y que los doce apóstoles eran todos hombres, no es posible especificar las razones por esto. El hecho de que ninguno de los doce era gentil, no ha impedido que personas de esta calificación étnica desempeñen ministerio en el sentido más pleno.

Pero, en fin, el descalificar a las mujeres porque no eran incluidas en ciertos grupos en tiempos bíblicos viene a ser un argumento de silencio —aunque nada se dijo específicamente, por causa de que no se hizo, no se puede hacer. Pero frente a declaraciones positivas como la de Joel cuando dijo que los hijos y las hijas profetizarían y que sobre los siervos y las siervas derramaría Dios de su Espíritu, argumentos de silencio deben ceder.

El hecho de que Pedro basó su mensaje del día de Pentecostés en una exposición de este pasaje de Joel, muestra que la iglesia abraza el concepto expresado por el profeta. Era una realidad muy visible en el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre un grupo de hombres y mujeres, y luego vino a ser una realidad en la vida de la iglesia apostólica, un hecho testificado por la mención que las Escrituras hacen de mujeres en sus ministerios.

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