Mujeres en ministerio

De todos modos, deben ser tomadas bien en cuenta las instrucciones del apóstol Pablo que damandan comportamiento de parte de las mujeres que no viole normas culturales de comportamiento apropiado. Aunque las normas de nuestra sociedad son muy diferentes de las de aquel entonces, siempre está vigente el principio que no se debe de practicar en la iglesia —tanto de parte de hombres como de mujeres— lo que cause escándalo o desorden delante de los ojos de la sociedad.

Pero hay que tener en cuenta también que, aun en la sociedad greco-romana del primer siglo que limitaba severamente las libertades de la mujer, hallamos mujeres que ejercían ministerio en la iglesia. También de mayor consideración en toda actuación de la mujer casada en la iglesia y en ministerio es la relación para con su esposo, y cómo esta sea afectada por su manera de hablar o actuar.

El que el esposo es cabeza de la mujer, aunque no debe de ser entendido en el sentido de disciplina militar o dictatorial, debe siempre tenerse bien en cuenta como pauta de autoridad y respeto debido. El matrimonio cristiano es una figura de Cristo y la iglesia, y el papel de cada cónyuge es definido en términos espirituales.

El hombre habrá de amar a su esposa como Cristo amó la iglesia —un amor tanto entregado como sacrificial. La mujer debe respetar a su esposo como la iglesia a Cristo —un respeto que siempre busca que él sea honrado y que sus propósitos buenos no sean contrariados.

El principio escritural sobre el cual se basa este trato entre los cónyuges es el siguiente: aunque estamos en Cristo «donde ya no hay … hombre ni mujer, porque todos … [somos] uno en Cristo»; sin embargo, vivimos todavía —hasta la venida del Señor— con los pies en la tierra, y los papeles que nos tocan desempeñar siempre habrán de ser realizados tomando bien en cuenta la responsabilidad que tenemos en relación con otros.

Estudio bíblico para mujeres cristianas – Bibliografía:

1 El esfuerzo de algunas feministas por deshacerse de las diferencias entre los dos sexos puede llegar a medidas extremas. Una de las más radicales es la sugerencia de que se adopten conceptos de Dios y de las personas que sean andróginos –o sea bisexuales– más bien que masculinos o femeninos. Véase Patricia Martin Doyle, «Women and Religion: Psychological and Cultural Implications», en Religion and Sexism, Rosemary Radford Reuther, ed. (New York: Simon & Schuster, 1974), pp. 35-39.

2 Génesis 1:27 señala que ambos géneros tienen parte en la imagen de Dios. Aunque esta unidad y común interés fueron dañados por la caída, como se advierte en Génesis 3:17 relativo a la relación entre el hombre y la mujer; vemos que es el propósito de Dios restablecer por medio de Cristo lo que se perdió. Génesis 3:15, entendido como protevangelium, promete victoria por medio de «la simiente de la mujer» sobre la serpiente y su influencia. Este restablecimiento por medio de Cristo de la unidad y el común interés es también señalado por el apóstol Pablo en 1 Corintios 11:11s. donde afirma la unidad e interdependencia de los dos géneros «en el Señor».

3 Craig S. Keener «Women in Ministry», en Two Views on Women in Ministry (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 2001), p. 45.

4 Jorgelina Lozana, «Obra femenina evangélica en América Latina», en Diccionario de la historia de la iglesia, (Miami: Editorial Caribe, 1989).

5 María E. Gómez Garza, Ministerio de la mujer (Weston, Florida: Editorial Patmos, 2000), p.96. Ella menciona la República Dominicana, Paraguay, Panamá, Chile, Ecuador, Uruguay, Venezuela y Honduras entre los que permiten ordenación de las mujeres. Su reconocimiento del asunto no ha sido exhaustivo, y por consiguiente, puede sólo considerarse generalmente representativos su resultados (cf. nota siguiente).

6 Ibid., p. 94. En el Perú, hasta el tiempo de la publicación de su libro (i.e. 2000), no permitían la ordenación al pleno ministerio para las mujeres.

7 Ibid.

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