Mujeres en ministerio

Pablo también le llama a recordar que el Señor del amo como también del siervo está en los cielos y que él no juzgará a base de privilegio o posición. El siervo es llamado, entre otras cosas, a servir a su amo como si fuera al Señor mismo que sirviera. A los padres, les llama a criar a sus hijos, no en una manera egoísta sino «en disciplina y amonestación del Señor».

Los esposos, aunque bien podrían tratar a sus esposas en una manera despótica según la ley y costumbre de aquel entonces, son llamados a amarlas como Cristo amó la iglesia. Se trata de un amor entregado y completo, mostrando disposición de sacrificarse a sí mismo por el bienestar de la esposa.

Es en el contexto de este amor y de una sujeción recíproca (Efesios 5:21) que se le pide a la casada a estar sujeta a su esposo como la iglesia lo es a Cristo. Y es dentro del marco de este cuadro que habremos de entender el sentido de «cabeza» en Efesios 5:23. pues cabeza es un vocablo que, en este contexto, señala posición prominente y autoridad; pero, a su vez es una relación de autoridad informada, influenciada, y regida por el amor de Cristo.

Como dice el primer versículo del pasaje (Efesios 5:21), la relación es recíproca en el sentido de cada uno debiendo traer a la relación lo que le toque. Al sirviente no le toca las mismas obligaciones que a su amo, sino las que le sean propias. El amo también tiene obligaciones para con el siervo, pero no son todas las mismas que las de éste.

Los padres y los hijos tienen obligaciones recíprocas, pero no son las mismas; a cada uno le toca hacer su propio papel. Es responsabilidad del esposo amar según el patrón de Cristo y es la responsabilidad de la esposa de tomar su patrón de conducta de la relación de la iglesia a Cristo.

Al someterse los unos a los otros en estas maneras variadas, todos se veían servidos, había un progreso en conjunto. Y la casa, de que todos dependían también prosperaba. Al entender la dinámica de la casa (oikós) en este cuadro, es fácil entender por qué el desacato de parte de un integrante de ella a las pautas establecidas de autoridad podría afectarles negativamente a todos los demás.

En Corinto, había una situación que estaba afectando en una manera algo más indirectamente las normas establecidas de las casas individuales. Las mujeres, al tomar parte en los cultos, profetizaban y oraban, actuando en las mismas actividades que los hombres. Algunas, posiblemente por pensar que en Cristo las distinciones entre hombre y mujer ya habían sido dejadas atrás, usaban la costumbre varonil al profetizar o orar, dejando sus cabezas descubiertas [42].

Esta falta de observación de las costumbres de la sociedad para las de su género reflejaba deshonrosamente sobre los esposos de ellas (1 Corintios 11:5) [43]. La manera de expresar este asunto abarcado en Capítulo 11 de 1 Corintios recuerda el lenguaje de Efesios 5:23, porque habla del hombre como cabeza de la mujer.

Aquí, como allí el asunto se trata en el contexto de personas casadas [44]. Los indicios de que tiene que ver con cónyuges son varios. El lenguaje y las figuras usadas son similares a las de Efesios 5:23 donde claramente se trata de personas casadas [45].

La referencia a Adán y Eva encuadra el asunto en términos de una pareja (1 Corintios 11:8-9). La ofensa es a la «cabeza» de la mujer que en este contexto refiere su esposo. Mucho se ha escrito y dicho sobre qué sentido llevaría que la mujer tenga su cabeza cubierta o no en el mundo del Nuevo Testamento.

Sin embargo poco se puede decir definitivamente sobre el asunto. Lo que sí sabemos por lo que nos dice aquí es que en aquella sociedad era deshonroso para su esposo, —y por ende para su casa— que ella se descubriera la cabeza mientras oraba o profetizaba.

El hecho de que este pasaje se dirija a un problema de mujeres casadas indica que no hay cuestión aquí relativo a la relación de las mujeres en general para con los hombres en sentido general. La preocupación expresada se relaciona con cómo las actividades de las mujeres están afectando deshonrosamente a sus esposos.

Especialmente cuando se usa de la mujer relativo a su cabeza, o esposo, el sentido de «gloria» (gr. doxa) en 1 Corintios 11:7 tendría que ver con la idea de «reputación» que la palabra doxa a menudo puede llevar. Lo que este versículo dice es que como lo que el hombre hace puede reflejar sobre la gloria y reputación de Dios (entre los que no le conocen sino por el testimonio de los creyentes), así lo que hace la mujer afecta la reputación de su esposo.

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